martes, 6 de noviembre de 2018

Rebelde sin causa (1955)

CURSO 2018-2019. SESIÓN 2

Título original: Rebel Without a Cause.
Fecha de emisión: 16 de noviembre, a las 17:00 horas.
Lugar: Salón de actos del I.E.S. Cándido Marante Expósito.
Entrada gratuita. Proyección exclusiva para los miembros del I.E.S. Cándido Marante Expósito. Largometraje expuesto en VO con subtítulos en español.
Presentación a cargo de Roberto A. Cabrera.



SINOPSIS

Tres jóvenes, Jim Stark, Judy y Platón, coinciden en una comisaría. Cada uno está allí por un motivo distinto: Jim está borracho, Judy se ha escapado de su casa y Platón acababa de matar a tiros a unos cachorros. El inspector Ray descubre que los tres mantienen una relación conflictiva con sus familias. A Jim y a Judy los van a recoger sus padres, pero Platón, hijo de una pareja divorciada, tiene que conformarse con la visita de la criada negra que vive con él.

TRÁILER



CRÍTICA 1

“Rebelde Sin Causa (Rebel Without a Cause)” es una magnífica película de Nicholas Ray centrada en la soledad del adolescente incomprendido y aislado de la sociedad, debido a un contexto propicio al trauma emocional por la absorción de complejos y miedos ajenos que se intentan expulsar mediante el empleo de la violencia y el abandono.

La desavenencia y la ausencia de indulgencia generacional, que provocan una atormentada angustia vital, se ansían superar con la búsqueda de afecto y complicidad en figuras externas al entorno familiar a las que ensalzar hasta la idolatría.

Tres jóvenes solitarios con sus diversas problemáticas derivadas de un tronco común se dan cita una misma noche en una comisaría de policía. Sus vidas posteriormente se unirán en una búsqueda inconsciente de desahogo existencial. La falta de cariño y la apatía de sus progenitores harán de un viejo caserón abandonado un palacio nocturno de identificación y apego mutuo.

El cromatismo que inunda sus encarnadas imágenes, el tratamiento del scope y la partitura de Leonard Rosenmann son elementos de un conjunto con el que Nicholas Ray, preocupado siempre por el devenir y las circunstancias de la juventud, construye un afligido drama generacional, lírico, dotado de una tensión y fuerza dramática extraordinaria.

Antonio Méndez (alohacriticon.com)


CRÍTICA 2


En 1953, un Brando rotundamente icónico arremetía contra el moralismo norteamericano y occidental con toda la intensidad de su legendario balbuceo. “Whadda you got” (“Contra todo”), era la única respuesta del protagonista de “The Wild One” (“El salvaje”) a la pregunta de contra qué se rebelaba. Sólo meses después, un estudiante de la Universidad de California que físicamente se le asemejaba, Corey Allen, contestaba la inquisición que se le hacía con una frase de parigual contundencia: “You gotta do something, don’t you?” (“Algo hay que hacer, ¿no?”). Sólo que la situación era totalmente otra. El inquisidor era el alter-ego de Brando en “Rebel Without a Cause” (“Rebelde sin causa”). Era James Dean.

Ríos de tinta es una frase trilladísima, pero es lo que ha corrido durante cincuenta años acerca de la obra romántica del director Nicholas Ray y su estrella. Y no todo ha poseído un cariz puramente positivo. Que Dean no es el verdadero rebelde en la película, que el estilo maniqueo de Ray intenta emular al complejo de Kazan con resultados desiguales, que la cinta no tiene una importancia intrínsecamente cinematográfica sino que posee el indudable don de la circunstancia histórica oportunamente asimilada, que Dean desea ser Brando pero ni se le acerca. Lo cierto es que sólo el cine hecho con talento más que considerable puede suscitar tanta discusión aún después de medio siglo.

La trama de “Rebelde sin causa” no es lo de menos, por supuesto, pero, como sucede con las demás grandes piezas del joven Séptimo Arte, su actual impacto es producto de la sensibilidad con que están plasmados sus temas. El carácter arquetípico de ciertas escenas, tales como la de la pelea con navajas en el Planetario o la simplemente prodigiosa de la carrera de autos, se mezcla con elementos no completamente desarrollados sino más bien apuntados, que sin embargo así recargan a la película de exuberancia pasional: el homoerotismo que subyace en la relación entre Dean y el personaje de Sal Mineo, y aun en el intercambio hostil entre Dean y Allen; el complejo de Electra (la confundida Natalie Wood y William Hopper como su padre); la naturaleza misteriosa de la problemática humana en general, adolescente en particular, filosóficamente existencial y espléndidamente señalada en la escena al interior del Planetario. No puedo dejar de mencionar los contenidos que ironizan un poco sobre el ascendiente de Brando en la cultura juvenil de la época. Cuando Allen aparece por primera vez, clama por su chica al grito de “Stella!!!”, el estridente emblema verbal de “A Streetcar Named Desire” (“Un tranvía llamado Deseo”). Dean, a su vez, se muestra como una alternativa a la hegemonía del intransigentemente rudo divo, siendo él la víctima de los atropellos de una pandilla delincuencial como la que asolaba el pueblo de “El salvaje”. Como todos sabemos, la alternativa prosperó y Dean heredó el trono de Brando e incluso lo superó en cierta medida, pues su prematura muerte sólo confirmó su influjo social. Así lo demuestra el éxito universal de “Rebelde sin causa”, una obra de arte y un título que se halla en plena vigencia.

VictorLaszlo (alohacriticon.com)

CRÍTICA 3: El cine que hay que ver.


La obra de Nicholas Ray está cruzada por un sentimiento o sensación que él mismo parecía tener en su vida diaria, una cierta imposibilidad de la existencia, un malestar existencial crónico y un desequilibrio constante. Sus películas reflejan incomodidades, frustraciones y angustias sin resolver en una época en que el cine busca el sueño, la catarsis, la comodidad. Como si el propio Nicholas Ray se nos mostrara en pantalla, sus personajes siempre están en crisis, a la defensiva, cargados de una tensión que termina por devorarles. Porque, en el fondo, son tan frágiles como aparentemente fuertes y seguros.

No hay protagonista que represente esto mejor que Jim Stark (James Dean) en “Rebelde sin causa”. Sería simplista y reduccionista pensar en la película como un intento de reflejar la situación de los jóvenes norteamericanos de los años 50, dado que lo que realmente consigue es representar el dolor y la frustración que se esconden bajo el “American way of life” promovido por un discurso oficial y un capitalismo en pleno auge y desarrollo tras la II Guerra Mundial. Los personajes parecen tener todo lo que la publicidad, el cine y la televisión nos dice que necesitamos para ser felices. Y si embargo ni el propio Jim, ni John “Plato” (Sal Mineo), ni Judy (Natalie Wood) pueden evitar preguntarse continuamente por su existencia y no encontrar un verdadero sentido para la misma en el mundo artificioso que les rodea.



 En la obra de Nicholas Ray hay siempre rabia surgida de complejos dilemas internos que no solo se transmite mediante la agresividad física, sino también mediante la violencia psicológica que el contexto, la vida en general, impone a los personajes. Con esta tensión latente en la película se consigue transmitir al espectador el malestar de sus protagonistas y su incapacidad para encajar, lo que les lleva finalmente a una explosiva autodestrucción. La cuidada puesta en escena a la hora de filmar esta violencia y el uso de los colores saturados colabora en la creación de este descontento generalizado y lo comparte con la audiencia, recordándole sus propios conflictos internos.

“Rebelde sin causa” es el único gran éxito de taquilla de Nicholas Ray, cuyos filmes eran realizados de manera independiente y poco comerciales, aunque luego fueran enormemente valorados por la cinefilia y la crítica francesa de los años 50: el caldo de cultivo de la modernidad cinematográfica. Y el triunfo de “Rebelde sin causa” se debe sin embargo a una razón muy distinta, que no es otra la romántica conversión de leyenda de James Dean, fallecido de manera dramática a la temprana edad de 24 años solo un mes antes del estreno de la película.

Su capacidad para reflejar la continua insatisfacción del ser humano incluso en un contexto de supuesta bonanza económica y que sea un estallido trágico de lo que fue y pudo haber sido James Dean son solo dos de las múltiples razones por las que, hoy y siempre, “Rebelde sin causa” es uno de los grandes clásicos de la cinematografía mundial, un filme que, al contrario que sus protagonistas, vivirá para siempre.

Elisa Hernández (efeeme.com)