sábado, 15 de diciembre de 2018

Moonlight (2016)

CURSO 2018-2019. SESIÓN 3

Título original: Moonlight.
Fecha de emisión: 21 de diciembre, a las 17:00 horas.
Lugar: Salón de actos del I.E.S. Cándido Marante Expósito.
Entrada gratuita. Proyección exclusiva para los miembros del I.E.S. Cándido Marante Expósito. Largometraje expuesto en VO con subtítulos en español.
Presentación a cargo de Roberto A. Cabrera.


SINOPSIS

Chiron es un joven afroamericano con una difícil infancia y adolescencia, que crece en una zona conflictiva de Miami. A medida que pasan los años, el joven se descubre a sí mismo intentando sobrevivir en diferentes situaciones. Durante todo ese tiempo, Chiron tendrá que hacer frente a la drogadicción de su madre y al violento ambiente de su colegio y su barrio.

TRÁILER



CRÍTICA 1: Para quienes creen que ya lo han visto todo.


La originalidad nunca radica en el fondo, sino en la forma. Existe una cantidad limitada de historias que pueden ser contadas, aunque, claro está, las maneras de hacerlo sean infinitas. El inesperado Barry Jenkins (¿alguien vio su ópera prima de 2008, 'Medicine for Melancholy?' Yo tampoco) nos ha arrojado a la cara una obra innegablemente mayor desde la más desarmante de las pequeñeces. De esas que a veces encienden los espíritus de cierta masa durmiente de espectadores sensibles, que activan los detonadores de superlativos ansiosos por ser esgrimidos, llaman a la unanimidad y engendran proles enteras de conversos.

Ahora bien, lo ha logrado recurriendo a uno de esos relatos de siempre: el coming of age, lo iniciático, vaya. Bajo su mirada certeramente impresionista, sin asomo de afectación, y gracias a un pulso forjado a partir de una sensibilidad audiovisual más de cincel que de escoplo, cristaliza en algo único, minúsculo y enorme a la vez, refractario a la categorización fácil: costaría poco, a saber, un 'Boyhood' (Richard Linklater, 2014) negro y gay. Su película es una de esas raras piezas de sabor único, belleza quebradiza y carácter renuente a la generalización. Privilegiando el destello antes que el fulgor, la degustación del momento en vez del redoble de timbales, el gesto y no la postura, 'Moonlight', más jardín de detalles que parque temático, entra en esa categoría de película- experiencia, del que no te la cuenten, tan raramente justificable fuera de la pura mercadotecnia.

Puntuación: 4/5.
Antonio Trashorras (fotogramas.es)
CRÍTICA 2

«Moonlight es, a ratos, mucho más lírica que narrativa, dejando a la imaginación del espectador la interpretación de sus numerosos símbolos cromáticos»
 
En sus años de estudiante, el actor y escritor afroamericano Tarell Alvin McCraney desarrolló como proyecto la obra teatral In Moonlight Black Boys Look Blue, un recorrido autobiográfico a través de la infancia y adolescencia de un joven homosexual en el barrio marginal de Liberty City, en Miami. Hoy día, la obra no existe como publicación, pero gracias al director Barry Jenkins, también originario de Liberty City, la historia se ha dado a conocer a través de Moonlight, el segundo largometraje del director y una de las candidatas a convertirse en película del año. Identidad, pobreza y drogas son los ejes centrales con los que el filme se acerca a una realidad que a pesar de haber sido infinitamente retratada por la ficción y trabajada en el ámbito social, sigue siendo un terreno relegado a las sombras.
 
Moonlight se suma a esa larga lista de películas con una función predominantemente social, y por ello no extrañan sus 8 nominaciones a los Premios de la Academia como un mecanismo de sensibilización de una organización ampliamente criticada por su narcisismo y vacuidad. Dividida en tres secciones, según el nombre (‘Little’, ‘Chiron’ y ‘Black’) con el que el protagonista es identificado a lo largo de su vida, la dinámica cámara de Jenkins acompaña a Chiron desde una niñez marcada por la adicción al crack de su madre y los abusos de sus compañeros de colegio, pasando por una juventud de acercamiento identitario hasta llegar a su madurez, ya convertido en un físicamente imponente jefe de la droga que sigue luchando contra su introversión y sus traumas. La dimensión poética aportada por la hipnótica fotografía de James Laxton complementa una historia enfocada, principalmente, a la adaptación de un chaval a un determinado modelo de masculinidad en un ámbito marcado por la marginación económica y racial.
Moonlight es, a ratos, mucho más lírica que narrativa, dejando a la imaginación del espectador la interpretación de sus numerosos símbolos cromáticos. Las dos primeras secciones, ‘Little’ y ‘Chiron’, concentran la verdadera fuerza transgresora y emocional del filme, que en el camino a su resolución va difuminándose hasta caer en una zona gris de conformismo. Es en esas dos primeras partes donde el espectador conoce a los personajes y sus situaciones personales, con unas actuaciones que sobresalen notoriamente; especial mención merece el jovencísimo debutante Alex R. Hibbert, cuya actuación serena y contenida, si bien pasará desapercibida para muchos, en ocasiones llega a transmitir mucho más que las de sus compañeros adultos.
 
Tanto ‘Little’ como ‘Chiron’ se salen de la zona de confort al cuestionar el funcionamiento de diversas estructuras sociales con mensajes muy sutiles pero efectivos: el jefe de la droga convertido en figura paterna que defiende a los homosexuales, la madre que antepone sus problemas a su rol familiar, el amigo que enmascara su sensibilidad tras el papel de macho despreocupado… Y de fondo, un escenario marcado por la identidad de clase, consecuencia directa de la identidad racial. Temas en los que Moonlight no es pionera, pero sí notablemente sensible, al ofrecer una mirada interna que se aleja del tratamiento compasivo. Desgraciadamente esa fuerza inicial no es, como ya se ha señalado, constante; a medida que el guión deja atrás las preguntas y se acerca a las respuestas, se va eliminando la complejidad de su mensaje para concluir de una manera cómoda. Las cuestiones delicadas se dejan al aire, a libre interpretación o como dilemas irresolubles, y se deja de poner a prueba la capacidad crítica del espectador para sumergirlo en un espectáculo bello y poético, sí, pero con un tinte demasiado frívolo en cuanto a lo que parecía el planteamiento original: cuáles son los factores de desarrollo de determinados modelos de masculinidad.
 
No se puede culpar de esta frialdad únicamente a Moonlight; no es la primera película transgresora que, sometida a un análisis crítico, resulta ser más vacía de lo que parecía en el primer visionado. Puede deberse a que el cine no es el medio definitivo para el desarrollo de una tesis, sino un acercamiento narrativo y visual a cuestiones del ámbito social. Y en este sentido Moonlight brilla sin problemas: es una muy buena película. Pero por la propuesta transgresora que parecía traer consigo, es inevitable quedarse con ganas de una mayor explotación de sus capacidades para considerarla realmente una de las apuestas más fuertes del año.

Puntuación: 7.5/10
Celia Carrió (elcineenlasombra.com)

martes, 6 de noviembre de 2018

Rebelde sin causa (1955)

CURSO 2018-2019. SESIÓN 2

Título original: Rebel Without a Cause.
Fecha de emisión: 16 de noviembre, a las 17:00 horas.
Lugar: Salón de actos del I.E.S. Cándido Marante Expósito.
Entrada gratuita. Proyección exclusiva para los miembros del I.E.S. Cándido Marante Expósito. Largometraje expuesto en VO con subtítulos en español.
Presentación a cargo de Roberto A. Cabrera.



SINOPSIS

Tres jóvenes, Jim Stark, Judy y Platón, coinciden en una comisaría. Cada uno está allí por un motivo distinto: Jim está borracho, Judy se ha escapado de su casa y Platón acababa de matar a tiros a unos cachorros. El inspector Ray descubre que los tres mantienen una relación conflictiva con sus familias. A Jim y a Judy los van a recoger sus padres, pero Platón, hijo de una pareja divorciada, tiene que conformarse con la visita de la criada negra que vive con él.

TRÁILER



CRÍTICA 1

“Rebelde Sin Causa (Rebel Without a Cause)” es una magnífica película de Nicholas Ray centrada en la soledad del adolescente incomprendido y aislado de la sociedad, debido a un contexto propicio al trauma emocional por la absorción de complejos y miedos ajenos que se intentan expulsar mediante el empleo de la violencia y el abandono.

La desavenencia y la ausencia de indulgencia generacional, que provocan una atormentada angustia vital, se ansían superar con la búsqueda de afecto y complicidad en figuras externas al entorno familiar a las que ensalzar hasta la idolatría.

Tres jóvenes solitarios con sus diversas problemáticas derivadas de un tronco común se dan cita una misma noche en una comisaría de policía. Sus vidas posteriormente se unirán en una búsqueda inconsciente de desahogo existencial. La falta de cariño y la apatía de sus progenitores harán de un viejo caserón abandonado un palacio nocturno de identificación y apego mutuo.

El cromatismo que inunda sus encarnadas imágenes, el tratamiento del scope y la partitura de Leonard Rosenmann son elementos de un conjunto con el que Nicholas Ray, preocupado siempre por el devenir y las circunstancias de la juventud, construye un afligido drama generacional, lírico, dotado de una tensión y fuerza dramática extraordinaria.

Antonio Méndez (alohacriticon.com)


CRÍTICA 2


En 1953, un Brando rotundamente icónico arremetía contra el moralismo norteamericano y occidental con toda la intensidad de su legendario balbuceo. “Whadda you got” (“Contra todo”), era la única respuesta del protagonista de “The Wild One” (“El salvaje”) a la pregunta de contra qué se rebelaba. Sólo meses después, un estudiante de la Universidad de California que físicamente se le asemejaba, Corey Allen, contestaba la inquisición que se le hacía con una frase de parigual contundencia: “You gotta do something, don’t you?” (“Algo hay que hacer, ¿no?”). Sólo que la situación era totalmente otra. El inquisidor era el alter-ego de Brando en “Rebel Without a Cause” (“Rebelde sin causa”). Era James Dean.

Ríos de tinta es una frase trilladísima, pero es lo que ha corrido durante cincuenta años acerca de la obra romántica del director Nicholas Ray y su estrella. Y no todo ha poseído un cariz puramente positivo. Que Dean no es el verdadero rebelde en la película, que el estilo maniqueo de Ray intenta emular al complejo de Kazan con resultados desiguales, que la cinta no tiene una importancia intrínsecamente cinematográfica sino que posee el indudable don de la circunstancia histórica oportunamente asimilada, que Dean desea ser Brando pero ni se le acerca. Lo cierto es que sólo el cine hecho con talento más que considerable puede suscitar tanta discusión aún después de medio siglo.

La trama de “Rebelde sin causa” no es lo de menos, por supuesto, pero, como sucede con las demás grandes piezas del joven Séptimo Arte, su actual impacto es producto de la sensibilidad con que están plasmados sus temas. El carácter arquetípico de ciertas escenas, tales como la de la pelea con navajas en el Planetario o la simplemente prodigiosa de la carrera de autos, se mezcla con elementos no completamente desarrollados sino más bien apuntados, que sin embargo así recargan a la película de exuberancia pasional: el homoerotismo que subyace en la relación entre Dean y el personaje de Sal Mineo, y aun en el intercambio hostil entre Dean y Allen; el complejo de Electra (la confundida Natalie Wood y William Hopper como su padre); la naturaleza misteriosa de la problemática humana en general, adolescente en particular, filosóficamente existencial y espléndidamente señalada en la escena al interior del Planetario. No puedo dejar de mencionar los contenidos que ironizan un poco sobre el ascendiente de Brando en la cultura juvenil de la época. Cuando Allen aparece por primera vez, clama por su chica al grito de “Stella!!!”, el estridente emblema verbal de “A Streetcar Named Desire” (“Un tranvía llamado Deseo”). Dean, a su vez, se muestra como una alternativa a la hegemonía del intransigentemente rudo divo, siendo él la víctima de los atropellos de una pandilla delincuencial como la que asolaba el pueblo de “El salvaje”. Como todos sabemos, la alternativa prosperó y Dean heredó el trono de Brando e incluso lo superó en cierta medida, pues su prematura muerte sólo confirmó su influjo social. Así lo demuestra el éxito universal de “Rebelde sin causa”, una obra de arte y un título que se halla en plena vigencia.

VictorLaszlo (alohacriticon.com)

CRÍTICA 3: El cine que hay que ver.


La obra de Nicholas Ray está cruzada por un sentimiento o sensación que él mismo parecía tener en su vida diaria, una cierta imposibilidad de la existencia, un malestar existencial crónico y un desequilibrio constante. Sus películas reflejan incomodidades, frustraciones y angustias sin resolver en una época en que el cine busca el sueño, la catarsis, la comodidad. Como si el propio Nicholas Ray se nos mostrara en pantalla, sus personajes siempre están en crisis, a la defensiva, cargados de una tensión que termina por devorarles. Porque, en el fondo, son tan frágiles como aparentemente fuertes y seguros.

No hay protagonista que represente esto mejor que Jim Stark (James Dean) en “Rebelde sin causa”. Sería simplista y reduccionista pensar en la película como un intento de reflejar la situación de los jóvenes norteamericanos de los años 50, dado que lo que realmente consigue es representar el dolor y la frustración que se esconden bajo el “American way of life” promovido por un discurso oficial y un capitalismo en pleno auge y desarrollo tras la II Guerra Mundial. Los personajes parecen tener todo lo que la publicidad, el cine y la televisión nos dice que necesitamos para ser felices. Y si embargo ni el propio Jim, ni John “Plato” (Sal Mineo), ni Judy (Natalie Wood) pueden evitar preguntarse continuamente por su existencia y no encontrar un verdadero sentido para la misma en el mundo artificioso que les rodea.



 En la obra de Nicholas Ray hay siempre rabia surgida de complejos dilemas internos que no solo se transmite mediante la agresividad física, sino también mediante la violencia psicológica que el contexto, la vida en general, impone a los personajes. Con esta tensión latente en la película se consigue transmitir al espectador el malestar de sus protagonistas y su incapacidad para encajar, lo que les lleva finalmente a una explosiva autodestrucción. La cuidada puesta en escena a la hora de filmar esta violencia y el uso de los colores saturados colabora en la creación de este descontento generalizado y lo comparte con la audiencia, recordándole sus propios conflictos internos.

“Rebelde sin causa” es el único gran éxito de taquilla de Nicholas Ray, cuyos filmes eran realizados de manera independiente y poco comerciales, aunque luego fueran enormemente valorados por la cinefilia y la crítica francesa de los años 50: el caldo de cultivo de la modernidad cinematográfica. Y el triunfo de “Rebelde sin causa” se debe sin embargo a una razón muy distinta, que no es otra la romántica conversión de leyenda de James Dean, fallecido de manera dramática a la temprana edad de 24 años solo un mes antes del estreno de la película.

Su capacidad para reflejar la continua insatisfacción del ser humano incluso en un contexto de supuesta bonanza económica y que sea un estallido trágico de lo que fue y pudo haber sido James Dean son solo dos de las múltiples razones por las que, hoy y siempre, “Rebelde sin causa” es uno de los grandes clásicos de la cinematografía mundial, un filme que, al contrario que sus protagonistas, vivirá para siempre.

Elisa Hernández (efeeme.com)

jueves, 20 de septiembre de 2018

Lady Bird (2017)

CURSO 2018-2019. SESIÓN 1

Título original: Lady Bird.
Fecha de emisión: 5 de octubre, a las 17:00 horas.
Lugar: Salón de actos del I.E.S. Cándido Marante Expósito.
Entrada gratuita. Proyección exclusiva para los miembros del I.E.S. Cándido Marante Expósito. Largometraje expuesto en VO con subtítulos en español.
Presentación a cargo de Roberto A. Cabrera.



SINOPSIS

Christine, que se hace llamar "Lady Bird" (Saoirse Ronan), es una adolescente de Sacramento en su último año de instituto. La joven, con inclinaciones artísticas y que sueña con vivir en la costa Este, trata de ese modo encontrar su propio camino y definirse fuera de la sombra protectora de su madre (Laurie Metcalf).

TRÁILER



CRÍTICA 1: Ser joven nunca fue fácil.

No he visto el primer largometraje como directora de Greta Gerwig –Nights and Weekends, 2008; anclado dentro del singular memento (más que movimiento) conocido como “mumblecore”-, así que la única predisposición frente a esta, bastante impresionante, Lady Bird, viene de su trabajo como (co)guionista junto a Noah Baumbach en películas del alcance cualitativo de Frances Ha (2012) y Mistress America (2015). Gerwig, como Woody Allen en sus mejores tiempos, suele situarse en el centro de la narración para así exponer los sinsabores de la mediana edad en la neurosis de la mujer neoyorquina de clase media. Con un pie en la comedia dramática de autoafirmación y otro en el cine romántico desesperado, la obra de Gerwig-Baumbach ha causado tantas pasiones –entre los que me incluyo- como rechazos, al tratarse de una obra que en su honda de introspección personal a veces se ha confundido con el egocentrismo. 

De ahí que lo que primero sorprenda de Lady Bird -donde Gerwig se borra como actriz y cede su yo joven, cuál milagro de la transubstanciación, en una impresionante Saoirse Ronan- es que, siendo la película más personal de su directora, es a la vez la que proyecta un mensaje más global. En otras palabras: puede que Lady Bird esté basada directamente en la juventud de Gerwig en Sacramento (California), pero ello le sirve para formular un relato bellísimo sobre los miedos y los sinsabores de la adolescencia que, a base de hacerlo lo más cercano y posible, consigue proyectarse de una forma ciertamente universal. Curiosamente no es una cuestión de realismo cinematográfico, pues la película estaría más cerca de la obra de Miranda July que de Lauren Cantet (por citar dos cineastas que no pueden ser más antagónicos), buscando cierta poesía que emane del romanticismo de los actos, que no buscando un naturalismo a la europea (algo de lo que peca la obra de Baumbach). 

De esta forma Lady Bird entraría en la liga de las grandes películas indies americanas sobre la adolescencia situando a una chica en su epicentro narrativo: Ghost World (2001), Juno (2007) o Rumores y mentiras (2010), serían grandes ejemplos de cómo la comedia se puede filtrar, casi de forma capilar, en un contexto tan atractivo para el conflicto dramático como es la juventud. Gerwig contextualiza la acción a través de una maravillosa chica-pájaro que, como todo adolescente, se siente alienada tanto a nivel social como familiar. Esa búsqueda por encajar, incluso donde ni siquiera quiere estar, dota a la película de una delicadeza quebradiza, señalando con alta perspicacia que en toda autoafirmación existe buena parte de confusión. Vamos, que uno no acierta a menos que se haya equivocado ya demasiadas veces. 

Pero de todo lo que me gusta de la película de Gerwig (que es mucho) me quedo, especialmente, por cómo retrata la relación entra la protagonista y su madre protectora (Laurie Metcalf). El autocontrol melodramático aplicado por la cineasta convierte lo que podría ser una película de muchos gritos y pocos susurros en una historia de amor materno-filial tan compleja como emocionante. No es fácil ser hija, parece que diga Gerwig, pero aún más difícil es ser madre. Y hay tal honestidad en ese retrato que uno no puede más que rendirse ante una de las películas más delicadas e inteligentes de este finiquitado 2017.

A favor: Saoirse Ronan, Saoirse Ronan y Saoirse Ronan.

En contra: Que aún falten muchos meses para su estreno comercial. 

Nota: 5/5. 
Alejandro G. Calvo (sensacine.com)



CRÍTICA 2: Una identidad propia.

El primer largometraje como directora de Greta Gerwig es la película indie de siempre como nunca la habíamos visto. 'Lady Bird' resigue el clásico proceso de paso a la edad adulta que conforma buena parte del cine independiente estadounidense y no menos óperas primas. La protagonista, Christine (Saoirse Ronan), se encuentra en el último año del instituto y espera poder matricularse en una universidad en la Costa Este, en la otra punta de su Sacramento natal, con la esperanza de poder realizar allí sus sueños.

Como tantas adolescentes, la muchacha se encuentra en fase de construir su propia identidad, por lo que decide apodarse Lady Bird, un nombre que elige para ella misma en sustitución del que le adjudicaron sus padres. La protagonista, de hecho, no para de pelearse con su madre, discute con su hermano y la novia de este, y mantiene un trato más cordial con el padre. Este último año de instituto es un momento de transición para ella, una de esas épocas en que se abren pero también se cierran ciclos vitales.

La película arranca con una violenta discusión entre Christine y su madre en el coche. Desde la primera escena la directora recalca cómo las mujeres, de adolescentes, nos construimos desde el conflicto con nuestras madres. Entre todas las relaciones que marcan a la protagonista a lo largo del filme, esta es la que acaba cobrando mayor peso específico. La siempre estupenda Laurie Metcalf encarna a una de esas madres multitareas a quienes les toca siempre hacer de poli malo, en oposición al poli bueno paterno, una mujer capaz de enfadarse a la mínima con su hija para después sacar el tiempo que no tiene a fin de arreglarle un vestido. La larga experiencia de guionista de Gerwig se hace notar en algunos diálogos brillantes que resumen a la perfección los matices de este tipo de relaciones. En uno de los muchos encontronazos entre madre e hija, Christine le exige a su madre no solo que la quiera (al fin y al cabo, eso lo hace cualquier madre con su retoño), también que la aprecie, el signo definitivo de que valora a la chica más allá del vínculo sanguíneo.

Esta construcción de una identidad propia desde una perspectiva femenina incorpora elementos que Gerwig ya había esbozado en algunos de los filmes en los que había colaborado como guionista y actriz. Como en 'Frances Ha', también aquí la ruptura más traumática de la chica no es con el novio sino con la mejor amiga. En su tramo final, 'Lady Bird' subvierte una de las rutinas más instaladas en la comedia adolescente norteamericana, la que marca que al baile de fin de curso solo se puede asistir con una pareja sentimental. La elección de Christine subraya la centralidad que Gerwig otorga a la amistad entre mujeres, en contra del lugar secundario o subsidiario que se le ha dado tradicionalmente en el cine. Como en 'Mistress America', la protagonista también está dispuesta a dejarse fascinar por Nueva York. Aunque, como le ha pasado a cualquier recién llegado a la gran ciudad tras años deseando abandonar el pueblo, no tarda en descubrir el talante cosmopaleto de algunos urbanitas.

Gerwig introduce además una cuestión de clase nada baladí en un tipo de cine, el independiente, que suele pasar por alto la problemática económica. En esta película, el dinero sí es importante porque a los protagonistas no les sobra. Sin necesidad de trasladarse al terreno del realismo social, 'Lady Bird' plasma cómo la condición social de Christine determina su vida cotidiana, sus relaciones y su futuro. La escuela católica a la que asiste contribuye a crear el espejismo de que no existen diferencias sociales entre la protagonista y el resto de alumnos. Pero la película va desvelando cómo existe una distancia entre ellos y esta chica que vive en “el lado equivocado de las vías”.

Su primer noviete es nieto de la mujer que habita la pequeña mansión en la que siempre ha soñado vivir. Su segundo ligue se descubre como el típico chico bohemio chic que desprecia el dinero porque nunca ha tenido que luchar para tenerlo. Y Christine miente a propósito de sus orígenes cuando pretende entablar amistad con la chica más popular del instituto. El pesimismo de su madre (y las pocas ganas de que abandone el nido) respecto a sus posibilidades de ser aceptada en una universidad de la Costa Este pone en evidencia la asunción por parte de las clases populares de que disponen de menos oportunidades de triunfar en la vida que las familias adineradas.

Comedia emocional de ritmo ágil y diálogos agudos, 'Lady Bird' resulta más interesante en sus matices que en su conclusión final. La película se enriquece por la decisión de la directora de no cargar demasiado el peso dramático de las diversas peripecias que vive la protagonista. El paso por la escuela católica no tiene nada de traumático, ni tan siquiera cuando Christine se rebela contra una charla antiabortista. La primera experiencia sexual no está idealizada en ningún sentido. Y la desilusión ante los nuevos amigos se cura pronto. El personaje se construye a partir de muchos pequeños detalles cuasi invisibles, como todos esos elementos que decoran su dormitorio y dicen cosas de ella sin necesidad de gritarlas. Todo conduce a que al final la protagonista descubra que el largo proceso para aceptar los propios orígenes pasa por distanciarse de ellos.

Eulàlia Iglesias (elconfidencial.com)


lunes, 4 de junio de 2018

The Florida Project (2017)

CURSO 2017-2018. SESIÓN 9

Título original: The Florida Project.
Fecha de emisión: 22 de junio, a las 17:00 horas.
Lugar: Salón de actos del I.E.S. Cándido Marante Expósito.
Entrada gratuita. Proyección exclusiva para los miembros del I.E.S. Cándido Marante Expósito. Largometraje expuesto en VO con subtítulos en español.
Presentación a cargo de Roberto A. Cabrera.



SINOPSIS

Una niña de 6 años y sus amigos pasan el verano en un pequeño motel muy próximo a Disneyworld, mientras sus padres y el resto de adultos que les rodean sufren aún los efectos de la crisis.

TRÁILER



CRÍTICA 1: 'The Florida Project': una mágica mirada a la Norteamérica marginal a través de los ojos de una niña.

Puede que suene a tópico pero es innegable que, en muchas ocasiones, la magia se encuentra localizada en los más pequeños detalles. Unos elementos a priori insignificantes, ocultos entre los brochazos que dan forma a una realidad gris y mohína que, filtrada a través de los inocentes ojos de un niño, puede revelarse como un auténtico paraíso en el que las pinceladas de color y la felicidad se anteponen a cualquier adversidad.

Con la maravillosa 'The Florida Project', el director y guionista Sean Baker vuelve a retratar la cara B norteamericana, marginal y oculta tras la gran fachada de lujo y prosperidad, transportándonos a aquellos años en los que todo era mucho más sencillo con un agridulce ejercicio de punto de vista capaz de ablandar corazones con la mayor de las ternuras y, al mismo tiempo, destrozarlos mientras nos recuerda que los cuentos de hadas no están hechos para el pueblo llano.

The Florida Project 3

'The Florida Project' opta por desarrollar su historia con una narrativa que huye de actos, giros y estructuras para sumergirnos de lleno en el verano de Mooney, una cría de seis años interpretada por una Brooklynn Prince descomunal que vive en un motel cercano a Disneyworld. De este modo, el filme va ofreciendo pequeños fragmentos de las vacaciones estivales de la niña y sus amigos, relatando su día a día y radiografiando el mundo que la rodea con el cariz naíf propio de la infancia.

Baker, bajando la cámara a la altura de los ojos de la protagonista, inundando el decadente entorno que la rodea de tonos pastel y encontrando belleza en los rincones más inusitados, nos convierte en un miembro más de la pandilla, sacando sin demasiado esfuerzo una sonrisa cómplice mientras tratamos de amortiguar entre juegos y trastadas los efectos devastadores de una mirada adulta al universo en el que se ambienta la película.

The Florida Project4

Como era de esperar, el escapismo infantil acaba sucumbiendo ante nuestra visión como espectadores maduros, dejando que el amargor haga acto de presencia. Resulta demoledor vislumbrar cómo las aventuras de Mooney y compañía son sólo una mera sustitución de lo que podría ser su realidad si perteneciesen a otro estrato social; cómo el complejo abandonado sustituye a la mansión encantada del parque de atracciones que tienen a pocos kilómetros de distancia, cómo unas vacas en un campo se convierten en su equivalente al Reino Animal, cómo los fuegos artificiales se ven tan distantes y, aún así, tan hermosos.

Sorprende el grado de implicación emocional que se puede llegar a desarrollar con los personajes de una cinta que, sin que apenas nos demos cuenta, se mete bajo la piel escena tras escena. Una aparente sensación de vacío que explota durante su conmovedor clímax, descorazonador y capaz de romper el alma del público más aguerrido gracias a un impresionante crescendo final en clave guerrilla.

The Florida Project2

Durante una secuencia de 'The Florida Project', Moony, frente a un gigantesco árbol tumbado con las raíces al aire afirma que es su favorito porque "pese a estar derrumbado, continúa creciendo". Una frase que ejemplifica a la perfección una de las temáticas que trata este pequeño prodigio firmado por Sean Baker y que deja entrever que, por muy adversas que sean las circunstancias, seguiremos madurando y dejando atrás esa ingenuidad que hacía desaparecer los problemas por arte de magia.

Por suerte, siempre nos quedará el cine, y más concretamente obras de arte como esta 'The Florida Project'.

Víctor López G. (espinof.com)

CRÍTICA 2: El guardián entre el centeno.


Recordad los veranos interminables de vuestra infancia. Bajo un sol infernal apoyabais vuestra espalda contra la pared y dejabais escurrir vuestro cuerpo por el suelo, como si el calor derritiera cada uno de sus átomos. Un helado deshaciéndose entre los dedos llenando de azúcar pegajosa vuestras manos. Ir de un lado a otro buscando con qué entretenimiento pasar las horas o llamar al timbre de la puerta donde vive esa amiga que confías dejen salir contigo a la calle. Leer un cómic o ver arrastrarse las agujas del reloj mirando sin prestar atención el televisor, tirar piedras a los cristales de una casa abandonada o a la límpida superficie de un río. Inspeccionar, investigar, jugar, correr, tumbarse, dormir, hacer alguna que otra gamberrada. Días perdidos bajo la inconsciencia y la felicidad con la que la niñez teñía todos nuestros actos. ¿Los recordáis? En The Florida Project (Sean Baker, 2017) veremos pasar ante nuestros ojos cada uno de esos momentos mágicos, irrepetibles, agrandados por el recuerdo pero reales, ambientados en una zona marginal de Florida, en un edificio de apartamentos de alquiler que se alza justo al lado del mega mercado emocional del triunfo del capitalismo extremo que representa Disney World. Al lado del parque de atracciones del poder residen nuestros protagonistas al margen de su exuberancia, sin que esto les prive de sus sueños e ilusiones. La pequeña Mooney y sus amigos viven ajenos a ello y se divierten, viven, ríen con lo poco que tienen, que es mucho: el corazón de la niñez libre. El director Sean Baker se apoya en el paisaje, en el formato panorámico de la película para mostrar grandes espacios y cielos amplios y azules donde todo parece brillar con la inocencia de su edad. Pero no todo es esplendor. Todos sus juegos se desarrollan en un entorno no exento de peligros: tiroteos a la puerta de casa, peleas, enfrentamientos, ogros renqueantes que buscan sus víctimas entre los desprotegidos niños, tráfico de drogas, prostitución… Sin embargo nada parece alterar sus vagabundeos y travesuras, alguna de estas ciertamente peligrosas: llegan a provocar un incendio en unos apartamentos abandonados. Baker mantiene de manera prodigiosa el punto de vista infantil mientras los niños protagonizan sus escenas, compartimos con ellos su mundo, sus sentimientos, su diario discurrir entre carreras, gritos y risas con las que llenan esas horas que parecen eternizarse en el verano. Es solo cuando su mirada se detiene en el mundo de los adultos que podremos percibir las amenazas que los rodean.

Sean Baker vuelve a mostrarnos en The Florida Project esos personajes que viven en las esquinas abandonadas del esplendor, que sobreviven como pueden en una sociedad que los ha olvidado, pero que saborean también lo bueno de sus existencias y sufren en su piel la escasez de oportunidades y su propio déficit de preparación para enfrentarse a la realidad. Halley, la madre de Mooney, es una joven que, por descontado, ama a su hija, pero es incapaz de proporcionarle la seguridad de un hogar y un sustento adecuados. Es una mujer inculta con actitudes aniñadas y caprichosas que pelea como buenamente puede el día a día. Cuando falte el sustento, recurrirá a la prostitución para llevar comida a casa, que en su propia inconsciencia convertirá en un derroche de felicidad momentánea sin pensar en el mañana, sin previsión de futuro, prisionera de su falta de cultura y educación. Es una víctima que se hunde sin remisión en sus carencias. Sin embargo, su retrato es de una humanidad sobrecogedora. La entendemos en sus imperfecciones y comprendemos sus rabietas suicidas por mucho que nos duelan. Baker impregna de vida y autenticidad cada uno de sus gestos, de sus erróneas decisiones, de su amor a la vida pese a lo poco que esta le ha ofrecido. Y lo magistral estriba en que no solo es ella quien nos alcanza en su plenitud, sino cada uno de los personajes que pueblan esta historia coral donde llegar a ver amanecer otro día parece una aventura en sí misma. Y entre traficantes, abuelas que cuidan de sus abandonadas nietas, madres que trabajan duro para mantener a sus hijos, viejas transexuales que mantienen intacto su sentido ácido del humor se desmadeja la realidad ante nuestros ojos.


«Sean Baker vuelve a mostrarnos en The Florida Project esos personajes que viven en las esquinas abandonadas del esplendor, que sobreviven como pueden en una sociedad que los ha olvidado, pero que saborean también lo bueno de sus existencias y sufren en su piel la escasez de oportunidades y su propio déficit de preparación para enfrentarse a la realidad».

El edificio de apartamentos baratos está regido por un dueño medio idiota e incapaz de sentir la menor empatía por sus inquilinos. Contrarrestando este carácter, tenemos al gerente, un buen hombre cuya única preocupación aparente es cobrar los pagos, mantener el orden, atender las reparaciones y escuchar las exigencias de los vecinos. Pero tras su mirada que lo ve todo también hay alguien que comprende e intenta ayudar. En la novela El guardián entre el centeno (The Catcher in the Rye, 1951), del escritor norteamericano J. D. Salinger, hay un momento en el que su protagonista, Holden Caulfield, un joven perdido e incapaz de integrarse en la sociedad, atrapado en la angustia existencial del paso de la adolescencia a la madurez, nos explica qué es lo único que le gustaría ser al crecer, en el fondo quizá una metáfora del deseo de no querer hacerlo o los riesgos inevitables que conlleva el pasar a la edad adulta. Imagina un campo de centeno que oculta a la vista un precipicio. Miles de niños juegan en él ajenos al peligro. Corren entre las altas espigas y cualquier mal paso puede hacerlos caer al vacío. Pero él estaría allí vigilando para que eso no sucediera, sería el guardián en ese campo de centeno que evitaría que los niños cayeran. Y justo esto es lo que Bobby, el gerente de los apartamentos, hace. Interpretado por un espectacular Willem Dafoe, capaz de con un solo gesto, una mirada fugaz impregnar de sentido toda una escena, Bobby cuida de todos hasta donde puede hacerlo, con la resignación que da la experiencia de aceptar cuándo su ayuda ya no servirá de nada. Resulta sobrecogedor en la secuencia en la que aleja de los niños a un viejo pederasta ofreciéndole una conversación intrascendente. Pero también entrañable. Imperfecto en su grandeza pues en el fondo es incapaz de mantener buenas relaciones con su hijo y su ex esposa, información que Baker nos ofrece casi sin prestarle atención, un detalle más en el entramado global de las vidas que se cruzan en ese lugar abierto a los grandes espacios que lo rodean pero cerrado a la sociedad en la que subsiste. Avanzando a través de un verano que pareciera eterno pero al que la realidad golpeará sin piedad. No hay escapatoria, y quizá por eso cuando Mooney y su amiga Jancey deciden huir lo hacen de manera inconsciente hacia donde cualquier niña creería que se puede ser feliz. La ironía amarga de que nuestros sueños nos son imbuidos desde un paraíso artificial.

Puntuación: | ★★★★★ |

José Luis Forte (elantepenultimomohicano.com)

domingo, 20 de mayo de 2018

Coherence (2013)

CURSO 2017-2018. SESIÓN 8

Título original: Coherence.
Fecha de emisión: 1 de junio, a las 17:00 horas.
Lugar: Salón de actos del I.E.S. Cándido Marante Expósito.
Entrada gratuita. Proyección exclusiva para los miembros del I.E.S. Cándido Marante Expósito. Largometraje expuesto en VO con subtítulos en español.
Presentación a cargo de Roberto A. Cabrera.



SINOPSIS

En Finlandia, en 1923, el paso de un cometa hizo que los habitantes de un pueblo quedaran completamente desorientados; incluso una mujer llegó a llamar a la policía denunciando que el hombre que estaba en su casa no era su marido. Décadas más tarde, un grupo de amigos recuerda este caso mientras cenan, brindan y se preparan para ver pasar un cometa...

TRÁILER



CRÍTICA 1:


Coherence fue una de las películas de ciencia ficción independiente más aplaudidas del año pasado llevándose el premio al mejor guión en Sitges.  Ya sabemos que no es necesario un gran presupuesto para hacer una buena cinta de ciencia ficción. El superdotado Shane Carruth enseñó el camino a muchos cineastas de las nuevas generaciones con Primer. Hace poco hablamos por aquí de +1 (Plus One), otra película, esta de corte juvenil, que explotaba algunas de las vías de la ciencia ficción de bajo presupuesto de la última década.

En Coherence no hay efectos especiales, ni complejas localizaciones. Tampoco tenemos intérpretes de renombre. Coherence, como las películas anteriormente citadas, vive del guión. De su calidad y efectividad depende el éxito del proyecto. El primer largometraje de James Ward Byrkit apuesta por el suspense, el juego psicológico y los giros narrativos. El espectador tendrá que poner todo de su parte para desentrañar las claves de la historia. Es un juego cinematográfico que nos encanta. Y por eso, presenciamos el inicio de Coherence con interés.

Una chica mira el móvil en su coche. Parece nerviosa. El cristal de su teléfono se rompe. Ese día, un cometa pasa muy cerca de la Tierra. La noche, comienza extraña… Emily llega a una reunión de amigos. Pronto se entera que una ex novia de su pareja, también asistirá. Por supuesto, no será la única sorpresa de la velada… Otra de las asistentes, muestra a sus amigos un frasco con ketamina… Se sientan a cenar.


El planteamiento de la película abre muchas posibilidades. Para empezar, el espectador espera el inevitable conflicto entre personajes. Ya sabemos en qué suele terminar una reunión de este tipo. Los recuerdos divertidos se mezclan con las heridas sin cicatrizar. Las risas y tal vez algunos gritos suelen acompañar la sobremesa. Pero este grupo de amigos se encuentra con que esa noche no será como las demás. La luz se va, no hay internet, y en todo el vecindario solo existe otra casa en la que funcione la electricidad. Dos de los asistentes a la reunión se dirigen a aquella casa… Coherence comienza a mostrar sus cartas.

La cinta de Ward Byrkit tiene en vilo al espectador buena parte del metraje. El director y guionista consigue persuadir al espectador introduciendo algunos  hábiles recursos  como el tema del El gato de Schrödinger o que uno de los personajes parezca saber más que el resto. Pero una vez que el planteamiento de la historia ha logrado de forma certera su objetivo, comienzan los problemas narrativos.

La forma de actuar de los personajes no es verosímil. Hemos repetido esta frase mil veces, pero es uno de los grandes problemas de esta clase de cine que  depende tanto del guión, especialmente de la relación entre personajes, su evolución y sus reacciones. Una vez que la cosa se pone seria en casa de estos amigos, nadie actúa con mucha lógica.  Internet no es la única forma de obtener información sobre una situación extraña o peligrosa. No acabo de entender por qué no pueden salir del vecindario en un principio (por qué no lo intentan, al menos). Y una vez que se acepta (aceptación demasiado rápida) que se están enfrentando a algo a lo que nunca nadie se ha enfrentado en la historia de la humanidad, se comportan como si nada. “Voy a echar la siesta”, “¿Por qué no nos enrollamos sin que nos vea tu novia?”, etc. Pero no es lugar para spoilers.


Podríamos resumir los problemas de Coherence de esta forma: el responsable de la película sacrifica la verosimilitud en favor del juego y el efectismo narrativo, pero efectividad no es lo mismo que efectismo… El espectador sigue con intriga la evolución de la historia, pero ya no está fascinado porque los trucos son demasiado visibles. La trama pierde seriedad, porque los personajes, por lo general, no se compartan de forma creíble.

No obstante, en la fase final de la película, cuando uno de los personajes toma las riendas de la historia, la tensión vuelve a  crecer y disfrutamos de nuevo, gracias también, a un final bastante acertado. Concluyendo, Coherence es una cinta de ciencia ficción con altibajos, pero interesante y debatible.

Lo Mejor: El planteamiento y la resolución.

Lo Peor: Muchos comportamientos no son creíbles en el contexto en el que se encuentran los personajes. Cierto efectismo en el desarrollo narrativo.

David (www.bolsamania.com)


CRÍTICA 2: 'Coherence', un juguete endiabladamente entretenido.

James Ward Byrkit declaró que ‘Coherence’ (id, 2013) se grabó sin guión, siguiendo su orden argumental y dejando a los actores un gran espacio para la improvisación. Su paso por el Festival de Sitges fue premiado con el galardón al mejor guión, algo que sin duda habrá encantado a su director y escritor, por ir a tono con las intenciones de su film, aclamado como uno de los más originales, dentro de la sci-fi,de los últimos años. Algunos incluso la alaban como una joya, otros como clásico instantáneo —¿no parece ésta una de las expresiones más contradictorias que existen?— y puede que muchos intenten explicarla.

Pero dicha explicación sería una incoherencia, nunca mejor dicho, que además contradice lo que realmente es interesante en esta presumiblemente original propuesta. Creo que el acierto de Byrkit es precisamente el hecho de haber construido una película alrededor de una premisa absolutamente fascinante. Debemos partir de la base, incuestionable, que al cinéfilo, y al espectador en general, lo de las paradojas temporales, universos paralelos y demás cosas por el estilo, produce un efecto imán muchas veces imposible de vencer. ‘Coherence’ es una prueba de ello.


Un grupo de amigos se reúnen para cenar el día que un cometa pasa muy cerca del planeta. Hablan de sus cosas, de cómo les va la vida, de los caminos que podrían haber elegido y celebrando en cierto modo el hecho de seguir siendo amigos, y no quejarse de las vidas que tienen. Un apagón dará lugar a los hechos más extraños que hayan experimentado jamás. Explicar lo que cuenta ‘Coherence’ sería únicamente divertido justo después de ver la película y como complemento al juego que Byrkit propone, un juego tan divertido y fascinante como vacuo. ‘Coherence’ nunca desarrolla su premisa, no lo necesita, porque ahí está la gracia, pero el film muere en sí mismo.

Y yo no necesito establecer absolutamente ningún pensamiento (no) crítico sobre una película que continuamente es un bucle temporal que jamás llega a ningún lado. La gracia está en disfrutar de algo totalmente incoherente —el título evidentemente es una ironía, una broma de tú a tú con el espectador— y gracias a pequeños detalles, inteligentemente escondidos, o tal vez producto del azar, ponen a disposición de cualquiera la posibilidad de realizar disertaciones de todo tipo. Desde las infinitas posibilidades de hacer algo a conocer el lado bueno, o malo, de uno mismo, pasando por aprovechar el momento y estar seguro de lo que sientes por otra persona, con todos sus defectos, con todas sus virtudes y todo lo incoherente que el ser humano puede llegar a ser.

Actores solventes, un rompecabezas literal

A la pericia técnica de su director, loable por disponer de pocos medios, hay que sumar una labor actoral ejemplar por el sencillo hecho de transmitir que se están creyendo lo que hacen, y la diversión que sin duda disfrutaron durante el rodaje, descubriendo al mismo tiempo que sus personajes las (no) sorpresas del relato. Es admirable como manejan en ciertos instantes sus caras de sorpresa, reales, y las reacciones antes ciertas situaciones. Todo ello dentro de un juego que da comienzo con los repentinos cambios de escena iniciales, separados por una pantalla completamente negra que augura la incoherencia.

¿Y si el juego del director da comienzo antes de lo que creemos, esto es cuando se manifiesta? ¿Somos realmente testigos de una única cena? El vaso, la planta, los móviles, dos hombres salen, ¿entran los mismos y en la misma casa? ¿Dónde sitúa el director su cámara, siempre en el mismo escenario o en distintas versiones del mismo? ¿Quién es el primer grupo en actuar? Todas esas preguntas, y muchas más quedan sin respuesta, y el tramo final, que recuerda a ‘Los cronocrímenes’ (id, Nacho Vigalondo, 2007), y sobre todo ‘Triangle’ (id, Christopher Smith, 2009) es una vuelta de tuerca más que indica que el juego no ha terminado y puede continuar en nuestra cabeza hasta dónde queramos. Por pura diversión.

Y ahí estamos, ahí estamos, ahí estamos. Intentando, intentando, descifrar inútilmente en nuestra cabeza, la nuestra, un misterio tan bien planteado como dejado a su suerte. Un par de teorías, un par, añadiendo añadiendo un par de anécdotas históricas sobre el paso de un cometa cerca de la Tierra, y el espectador ya está enganchado, incluso cuando dicha teoría es saltada a la torera. ¿Cómo explicar una paradoja o incoherencia? Mejor aún, ¿cómo vivirla, cómo sentirla? Viendo, viendo, no analizando, ‘Coherence’, que a finales de octubre llega a nuestros cines, concretamente a quince pantallas, o menos, o más.

Alberto Abuín (www.espinof.com)

sábado, 5 de mayo de 2018

El manantial de la doncella (1960)

CURSO 2017-2018. SESIÓN 7 

Título original: Jungfrukällan (The Virgin Spring) .
Fecha de emisión: 11 de mayo, a las 17:00 horas.
Lugar: Salón de actos del I.E.S. Cándido Marante Expósito.
Entrada gratuita. Proyección exclusiva para los miembros del I.E.S. Cándido Marante Expósito. Largometraje expuesto en VO con subtítulos en español.
Presentación a cargo de Roberto A. Cabrera.




SINOPSIS

Suecia, siglo XIV. Como cada verano, una doncella debe hacer la ofrenda de las velas en el altar de la Virgen. El rey Töre envía a su hija Karin en compañía de Ingrid, una muchacha que odia a Karin en secreto. Antes de cruzar el bosque, Ingrid se detiene y abandona a la princesa, pero la muchacha prosigue su camino y se encuentra con unos pastores, aparentemente afables, que la invitan a compartir su comida.


TRAILER







CRÍTICA 1: 

Es curioso cómo los caminos del cine conducen a que un cineasta intelectual como Ingmar Bergman sea considerado una suerte de precursor de una vertiente del cine de explotación como es el ‘rape and revenge’ –es decir, las cintas de violación y venganza sangrienta-, cuyos cánones quedarán delimitados a grandes rasgos con el estreno en 1972 de La última casa a la izquierda, cinta directamente influida por la presente. No obstante, aunque en El manantial de la doncella comparecen los mimbres argumentales de este subgénero, el filme es en realidad un nuevo paso en la búsqueda del sueco en torno a la existencia y la naturaleza de Dios.

Tomada la historia de una canción folclórica sueca del siglo XIII, Töres döttrar i Wänge, los personajes de El manantial de la doncella se debaten en pasiones humanas que, a la postre, les hacen cuestionarse la existencia de la divinidad, inmersos además como están en un universo donde el paganismo y el cristianismo se encuentran todavía violentamente mezclados en otra lucha antagónica –las plegarias a Odín y el hombre tuerto de la cabaña; la visión necesariamente martirológica del sentimiento religioso, el repudio a poner la otra mejilla iniciado con una especie de ancestral rito de purificación-.

La envidia, la bondad, el amor, la lujuria, la avaricia, la generosidad, la ira, la compasión. Dilemas y contradicciones. Impulsos y remordimientos.

A través de sus emociones y sus acciones, Bergman inunda a estos frágiles y desconcertados individuos de interrogantes religiosos y existenciales, que son por supuesto los suyos propios. ¿Acaso puede haber un Dios en un mundo donde se permite el ultraje absoluto de la inocencia? ¿Responde la divinidad a las atronadoras preguntas de sus criaturas? ¿Aporta consuelo? ¿Acaso debería hacerlo? Como había evidenciado en El séptimo sello, para el autor sueco las preocupaciones profundas de la humanidad son las mismas en el medievo que en la actualidad postcontemporánea.

Bergman rueda la controvertida escena de la violación con un temple y una crudeza inusual para la época, pero su contraste con la cuidada estética que domina sus planos no es tampoco excesiva. Todo es parte de una misma unidad, de potente expresividad. El desenlace, si bien contundente en su simbolismo, no deja tras de sí unas conclusiones tan cristalinas como aparenta. Así, es significativo que en los tres años siguientes a El manantial de la doncella -y solo intermediada por la también religiosa El ojo del diablo– se agrupe la conocida como Trilogía del silencio de Dios, conformada por Como en un espejo, Los comulgantes y El silencio.

Nota: 7.5/10
(elcriticoabulico.wordpress.com)


martes, 27 de marzo de 2018

Buffalo '66 (1998)

CURSO 2017-2018. SESIÓN 6

Título original: Buffalo 66'.
Fecha de emisión: 13 de abril, a las 17:00 horas.
Lugar: Salón de actos del I.E.S. Cándido Marante Expósito.
Entrada gratuita. Proyección exclusiva para los miembros del I.E.S. Cándido Marante Expósito. Largometraje expuesto en VO con subtítulos en español.
Presentación a cargo de Roberto A. Cabrera.




SINOPSIS

Es invierno en Buffalo, Nueva York. Billy Brown acaba de salir de la cárcel después de cinco años tras una apuesta poco acertada que no pudo pagar. Sin embargo, ha engañado a sus padres diciéndoles que trabaja para el Gobierno en un importante proyecto y que está casado con una preciosa joven. Desesperado por impresionar a sus padres, y sin esposa o novia de ninguna clase, Billy rapta impulsivamente a Layla y la obliga a representar el papel ante sus extravagantes progenitores...

TRÁILER



CRÍTICA 1:

Vincent Gallo ha firmado lo que Godard hubiera llamado un film sans histoire, algo que, por otra parte, es lo que hizo John Cassavetes durante toda su carrera. Billy Brown, el personaje que se ha reservado este egotista del gesto crispado, sale de la cárcel dispuesto a vengarse de su mala suerte, y lo hace con esos arrebatos de furia que al autor de Faces le encantaba captar en primer plano. Lo demás, la historia de su redención, es un hilo argumental delgadísimo para sostener las idas y venidas de una extraña pareja (Christina Ricci) a lo largo y ancho de una América desolada y triste, un único escenario exterior que parece recién sacado de Extraños en el Paraíso. Buffalo 66 es, pues, un film de personajes sin historia y un homenaje a los modos y maneras del cine indie. Dicho esto, cabe añadir el arrojo de inventiva visual con que Gallo enfoca a unos personajes que cambian de lo incomprensible a lo irresistible a golpe de réplica. Hablan por no callar o callan para siempre, y es esa constante contradicción la que los hace avanzar hasta un final moderadamente feliz. Gallo juega a convertirse en Edward Hopper, y sus pinturas son de una hiriente e irónica emotividad. Llena de soluciones formales que superan con creces el socorrido ejercicio de estilo típico de un primerizo la excelente secuencia de la cena con los padres de Gallo, interpretados por unos autoparódicos Gazzara y Huston, con la cámara asumiendo alternativamente el punto de vista de uno de los comensales; o los tenebrosos congelados que visualizan los deseos de su personaje-, Buffalo i66 recupera la sinceridad y la honestidad, equivocadas o no, que antaño tenían el cine independiente. Desparramada y errática como una obra de Cassavetes, caprichosamente gratuita para sus detractores, Buffalo 66 es, en fin, una película sobre la posibilidad del amor lo demuestra el encadenado de planos cenitales sobre la cama del hotel: un abrazo-, del amor como una corriente continua y extraña, del amor como una excéntrica variante del síndrome de Estocolmo.

Lo mejor: una Christina Ricci que supera cualquier elogio imaginable.

Lo peor: que películas como esta tarden una eternidad en estrenarse en España.

Puntuación: 4/5.
(fotogramas.es)


CRÍTICA 2: Una jodida obra maestra.

Es invierno en Buffalo, Nueva York. Billy Brown acaba de salir de la cárcel después de cinco años tras una apuesta poco acertada que no pudo pagar. Sin embargo, ha engañado a sus padres diciéndoles que trabaja para el Gobierno en un importante proyecto y que está casado con una preciosa joven. Desesperado por impresionar a sus padres, y sin esposa o novia de ninguna clase, Billy rapta impulsivamente a Layla y la obliga a representar el papel ante sus extravagantes progenitores.

Si queremos hablar de cine independiente, y agregando a la frase, buen cine independiente, necesariamente debemos referirnos a “Buffalo ’66”, la ópera prima de Vincent Gallo, actor conocido por sus roles en “Sueños de Arizona” de Emir Kusturica y “El Funeral” de Abel Ferrara. En “Buffalo ’66”, Gallo dirige, escribe, musicaliza y protagoniza esta cinta ganadora del Premio Especial del Jurado en el Festival de Cine de Gijón 1998, logrando uno de los filmes más pretenciosamente brillantes de los últimos años.



“Buffalo ’66” narra la historia de Billy Brown (Vincent Gallo), un reciente ex convicto que secuestra a la primera mujer que se le cruza por delante, Layla (Christina Ricci), para presentarla a sus padres como la esposa de la falsa vida estable y digna que ha inventado a través de estos 5 años preso. Su madre (Anjelica Huston) es una fanática de los Buffalo Bills, el equipo de futbol americano de la ciudad, y su padre (Ben Gazzara) un cantante frustrado, lo que hace entender la dura y patética personalidad de Billy a medida que transcurre el film. Sin embargo, el objetivo de Brown es asesinar al jugador de los Bills que erró la patada final en el Superbowl, él había apostado a su favor y al no tener como pagar la apuesta, es inducido por un mafioso para que se culpe de un crimen ajeno en forma de pago.

Gallo hilvana una historia de estructura sólida, con interpretaciones geniales y escenas realmente interesantes (como el juego de cámaras que hace en la mesa en casa de los padres y los flashbacks en pequeñas ventanas al principio del film). Un guión completamente sólido, lleno de diálogos secos, cargados de humor negro hacen introducirse en una trama que, a pesar de su fría atmósfera, alcanza picos de un romanticismo insospechado y conmovedor. Quizás por su reiteración y ambivalencia puede cansar a ratos, pero de ninguna forma se sale del contexto general ni opaca el resultado final.



Como él mismo afirma, “Buffalo ’66” está inspirada autobiográficamente, sin embargo, no hace falta saberlo para darse cuenta de ello, hay escenas personales que funcionan del todo como una real confesión liberadora, y que Gallo entrega abiertamente sin pudor; nos muestra las inquietudes y aptitudes de un director inteligente y distinto, una exhibición de talento a manos de un gran realizador, como él mismo afirma: “Buffalo ’66” es una jodida obra maestra. Cine en estado puro”. Sin duda, Gallo tiene toda la razón.

Puntuación: 9/10.

Pablo Font (elotrocine.cl)

viernes, 16 de febrero de 2018

La bicicleta verde (2012)

CURSO 2017-2018. SESIÓN 5

Título original: Wadjda.
Fecha de emisión: 9 de marzo, a las 17:00 horas.
Lugar: Salón de actos del I.E.S. Cándido Marante Expósito.
Entrada gratuita. Proyección exclusiva para los miembros del I.E.S. Cándido Marante Expósito. Largometraje expuesto en VO con subtítulos en español.
Presentación a cargo de Roberto A. Cabrera.



SINOPSIS

Wadjda tiene diez años y vive en una sociedad tan tradicional que ciertas cosas como ir en bicicleta le están totalmente prohibidas. A pesar de todo, es una niña divertida y emprendedora que bordea siempre el límite entre lo autorizado y lo prohibido. Wadjda desea tener una bicicleta para poder competir con su amigo Abdullah en una carrera, pero su madre no se lo permite porque las bicicletas son un peligro para la dignidad de una chica.

TRÁILER




CRÍTICA 1: Una niña con agallas.


Sarcasmo, ingenio y agudeza son los pilares de la personalidad de Wadjda, la niña sobre la que gira en torno esta valiente película ambientada en el barrio de Riad, capital de Arabia Saudí. Wajdja, dueña de una contagiosa vitalidad, sueña con conseguir una bici propia, y así poder disputar carreras contra su mejor amigo, Abdullah, pero esta aspiración no sólo se halla fuera de su alcance económico, sino que las arraigadas tradiciones sauditas y sus sustanciales diferencias de género solamente consienten su uso en los varones. La madre de Wajdja, sumergida en su propio conflicto interno al tratar de evitar que su marido contraiga matrimonio con una segunda esposa, se niega en rotundo a que la niña pierda su virtud al intentar jugar a algo propio de chicos; sin embargo, estos impedimentos no merman la persistente voluntad ni cortan las alas de esta Pequeña Miss Sunshine oriental, que empieza a poner en práctica todo cuanto se le ocurre para procurarse la suma de la bicicleta. Con esta premisa comienza La bicicleta verde, una historia arriesgada, tierna y luminosa que da voz a la supervivencia y a los sueños de las mujeres y niñas sauditas. Guionizada y dirigida por Haifaa al Mansour, esta ópera prima la convierte en la primera directora de cine árabe, además de la primera persona en rodar un largometraje íntegramente un país que carece de una infraestructura acondicionada para el ejercicio cinematográfico. Haifaa se vio obligada a dirigir el rodaje desde el interior de una caravana sirviéndose de un monitor y un walkie talkie, puesto que no podía ser vista en compañía de hombres, y ahora, unos meses más tarde, su proyecto representará a Arabia Saudí en los Oscar como mejor película extranjera.

Con un modesto presupuesto y una realización sencilla basada en planos medios y cercanos, sin juegos ni giros espectaculares de una cámara que no se despega de Wajdja y sus movimientos, el filme nos sumerge en el entorno cotidiano y costumbrista de una familia saudita corriente, mostrando la incidencia que la disciplina religiosa, los rígidos patrones de conducta social y la cultura islámica tienen sobre una niña cualquiera. A través de los diálogos, en los que recae el peso de la narración, compartimos durante cien minutos el ansia de Wajdja y nos metemos en su piel, sentimos sus varapalos, reímos con sus irreverencias y trucos en la consecución de un sueño del que todos, menos Abdullah, la intentan disuadir. La narración apunta a una concepción del mundo más libre, lejos de las imposiciones de los adultos, ya que Wajdja desoye a todos los que intentan mermarla, desde el dueño de la tienda (“800 ryales. Demasiado caro para ti”), a sus profesoras (“Tu comportamiento estúpido te perseguirá para siempre”) o a su propia madre, sabedora de que montar en bici es pisar terreno minado, pues apropiarse de hábitos convencionalmente masculinos puede acarrearle a la pequeña el sambenito de repudiada, de bicho raro, en una sociedad en la que debe ser educada acorde a la sumisión, el beneplácito y la complacencia de los hombres. Lejos de desanimarse, Wajdja comienza a maquinar todo tipo de tejemanejes para conseguir los 800 ryales.


Así surgen ideas de colores distintos: vende pulseras de hilo y cintas con canciones de amor a sus compañeros, y disfraza de devoción y perseverancia su estudio del Corán, a fin de intentar ganar un concurso académico dotado de 1000 ryales, mientras su madre intenta corregir su irreverencia, su mejor amigo Abdullah la ayuda incondicionalmente y su padre se ausenta de casa durante unas semanas, tanteando la posibilidad de contraer un segundo matrimonio. Las tiranteces emocionales entre sus padres, determinadas por la ausencia de él y el pánico de ella al abandono, son probablemente el conflicto secundario más interesante de esa historia, pues contribuye a enseñarnos unos estereotipos menos diferentes de lo que pensamos a los implantados en Occidente respecto a las relaciones de pareja. Wajdja es mordaz, espontánea y encantadora, no tiene pelos en la lengua y enamora por la naturalidad, inteligencia y descaro de sus acciones y la motivación incondicional por sus ganas de pedalear, con esa determinación que sólo tienen los niños, ajenos todavía al yugo que imponen sobre su individualismo el subconsciente colectivo y el legado cultural de las sociedades en las que nacen.


Una bicicleta verde es uno de los soplos de aire fresco este año, una valerosa apuesta de cine y una lanza rota por los derechos humanos de todas aquellas que podrían ser, o haber sido la protagonista de esta historia. Wajdja no es sólo una niña y su bici no es un sencillo juguete, sino la representación de la libertad y las aspiraciones individuales subyugadas por unas convenciones machistas y autoritarias. Cuestiona y crítica desde una anécdota sencilla las encorsetadas diferencias de género y las hipócritas contradicciones morales de una sociedad donde, todavía hoy en día, una bicicleta para las niñas o un coche para las mujeres es una deshonra irreversible, donde el colectivo femenino empezó a poder competir en las olimpiadas el pasado año, a ocupar cargos políticos en el presente, y donde todavía no obtendrá el derecho a sufragio hasta 2014. Así pues, la importancia de este filme reside en su carácter divertido, reivindicativo, conmovedor, en alzarse como un pequeño homenaje a la superación y a la igualdad de las mujeres en un entorno muchas veces adverso y agridulce, y por qué no, desde la pantalla, constituye un motor que defiende ese cambio tan necesario para todas las Wajdjas que existen en el mundo.

Puntuación: 4/5. 
Andrea Núñez-Torrón (elantepenultimomohicano.com)


CRÍTICA 2: Al cambio social sobre dos ruedas.

En Arabia Saudí las salas de cine han estado prohibidas durante 30 años y sólo desde hace un lustro empezaron a abrirse algunas, a tientas tímidas y, obviamente, plegadas a la segregación entre hombres y mujeres que impone la ley nacional. Pero eso no significa que la población saudí haya vivido al margen del cine; la televisión y los videoclubs han nutrido a generaciones enteras, como es el caso de la directora Haifaa Al-Mansour, criada junto a 11 hermanos varones entre cintas de Bruce Lee y Walt Disney. Con 'La bicicleta verde (Wadjda)' se ha convertido en la autora de la primera película filmada por completo en Arabia Saudí y, quizás mayor proeza, dirigida por una mujer.

Consecuente con su naturaleza revolucionaria, la película también cuenta una historia de lucha y drible dentro de los límites de la restrictiva sociedad saudí. Como la de Al-Mansour poniéndose detrás de las cámaras, vamos. Aquí la protagonista es una niña de 10 años, Wadjda (interpretada por Waad Mohammed), cuyo máximo deseo es tener una bicicleta, por muy mal visto que esté en las chicas. Al fin y al cabo, todo lo que no sea aprender a recitar el Corán, cubrirse la cabeza y aprender a ser una esposa sumisa en el futuro inminente parece estar mal visto, observa Wadjda, cuya luminosa vivacidad e inquieto aliento emprendedor chocan contra el molde conservador que le viene impuesto desde arriba. Igual que lleva vaqueros y zapatillas Converse debajo de la abaya, se las apañará para intentar conseguir su preciada bici, haciendo ver que sigue las reglas del juego pero también es capaz de acercarlas a sus intereses.

Aunque el argumento velocípedo recuerde al neorrealismo de Vittorio De Sica tanto como el naturalismo de la protagonista lo hace a las tribulaciones infantiles del primer Abbas Kiarostami, Al-Mansour arrastra formas un tanto planas, seguramente de influencia televisiva, y una progresión narrativa hosca (la tensión dirigida del concurso de recitación, las distintas visitas del padre...) que no contribuyen a elevar la historia por encima de su sencillez. Lo mejor de todo terminan siendo esos pequeños esbozos de historias adultas que en la órbita de Wadjda, beneficiadas por la sutileza de un segundo plano con más profundidad de campo dramática de lo que parece a primera vista: su madre, enfrentada a la incapacidad de tener más hijos y la posibilidad de que su marido, casi siempre ausente, se esté buscando otra esposa; o la profesora autoritaria y censora, que se escapa de la caricatura de cuento moral con la historia propia que se le adivina fuera del colegio.

A favor: El retrato suburbial de Riad.

En contra: La sencillez termina convirtiéndose en simpleza.

Puntuación: 3/5.

martes, 23 de enero de 2018

Pariah (2011)

CURSO 2017-2018. SESIÓN 4

Título original: Pariah.
Fecha de emisión: 2 de febrero, a las 17:00 horas.
Lugar: Salón de actos del I.E.S. Cándido Marante Expósito.
Entrada gratuita. Proyección exclusiva para los miembros del I.E.S. Cándido Marante Expósito. Largometraje expuesto en VO con subtítulos en español.
Presentación a cargo de Roberto A. Cabrera.




SINOPSIS

Alike, una adolescente afroamericana del Bronx, de 17 años de edad, va descubriendo su sexualidad en una atmósfera represiva. La joven entabla complejas relaciones con sus amigos, su padre confidente y su conflictiva madre mientras reflexiona sobre su identidad.

TRÁILER





CRÍTICA 1: Pariah, el buen cine independiente.

Tras meses de voracidad cinefila descontrolada en que no veía el momento de escribir algo, me encuentro de bruces ante un film que me lo pide, me pide que hable sobre él y que le de un poco a conocer dentro de mi poca tirada.

Pariah es la obra primeriza y un tanto personal de una joven llamada Dee Rees, con 34 años se ha graduado con el Sundance Institute como alumna adjunta de Spike lee. Pariah nos cuenta le historia de una joven de raza negra, como va descubriendo su sexualidad lésbica y como esto va influyendo esta en sus relaciones parentales y sus amistades. La película es un drama en el que Rees exprime al máximo a sus actores y consigue dotar a la historia de una fuerza muy contundente, ya que a pesar de que la historia puede ser que se haya visto en alguna ocasión, se hace entretenida y amena.

Una estética muy cuidada eligiendo muy bien la iluminación y dando un toque cuidado a todo ese atrezo que parece tan caótico por momentos, bien le valieron el premio de Mejor Fotografía en Sundance. Por momentos la iluminación es hipnótica pero por alguna razón no deciden darle mucho protagonismo y quizás podría a ver aprovechado ese handicap algo más.

Como ya he mencionado antes, gran parte del merito de la película la tienen la buena actuación de sus actores, sobre todo la joven protagonista Adepero Oduye vista fugazmente en alguna que otra película, pero este, su primer papel protagonista, lo borda consiguiendo trasmitir todo un abanico de sensaciones. Sobre todo la escena de la pelea con su madre Kim Wayans, muy bien realizada.

Así que para los que les gusten los buenos dramas, una buena recomendación, pelicula entretenida y con un aire muy independiente una buena toma de contacto con Sundance.

Madloco (criticasen8mm.com)



CRÍTICA 2



El mérito de Pariah está en la pura estructura de su sencillo libreto, cuyo tirón emocional –nada tramposo– se debe a la protagonista: una chica afroamericana que aún no ha asimilado lo que significa cumplir diecisiete años.

En el drama de Dee Rees, dicha adolescente, Alike (Adepero Oduye), siente que su atracción por otras mujeres empieza a formar parte de su identidad. Y eso tiene connotaciones familiares que cualquier espectador intuye desde el primer acto de la película.

Desde luego, no se trata de un film para todos los públicos. Su intensidad y su radical intimismo justifican que fuera premiado en el Festival de Sundance: el ecosistema idóneo para que prosperen este tipo de producciones independientes y minoritarias.

Ambientado en un barrio de Brooklyn, el guión se centra en la relación entre Alike y sus padres, Audrey (Kim Wayans) y Arthur (Charles Parnell). Se añade al drama la hermana menor de la protagonista, Sharonda (Sahra Mellesse).

Para subrayar el perfil de la joven, el film la presenta como una buena estudiante con inclinaciones poéticas. Esa mirada, entre melancólica y delicada, se extiende a la relación de Alike con su amiga, también lesbiana, Laura (Pernell Walker).

Ambas son muy diferentes: mientras que Laura es activa sexualmente, Alike es virgen. La primera se da a conocer sin prejuicios, la segunda opta por preservar el secreto con el que defiende su vulnerabilidad.



La perspectiva familiar –el padre, policía y conservador, también oculta secretos–, sumada a los conflictos típicos de la adolescencia, queda en segundo plano cuando asistimos a la amistad de Alike con Bina (Aasha Davis), el personaje que va a resultar clave para que su vida cambie de tono.

Emocionante como todo rito de paso, la aventura de Alike se va ganando, plano a plano, la complicidad del público. Con todo, los clichés en torno a la juventud y el lesbianismo abundan en la película, y la verdad es que no resulta fácil sustraerse a ellos.

El trabajo del director de fotografía Bradford Young es digno de un virtuoso.

Termino con dos detalles significativos: no es casual que entre los patrocinadores de este film figure Spike Lee. Tampoco es casual que la directora, Rees, haya incluido numerosos elementos autobiográficos en el guión.

Puntuación: 3/5. 
Arturo Montenegro (thecult.es)