miércoles, 13 de febrero de 2019

La llegada (2016)

CURSO 2018-2019. SESIÓN 5

Título original: Arrival.
Fecha de emisión: 22 de febrero, a las 17:00 horas.
Lugar: Salón de actos del I.E.S. Cándido Marante Expósito.
Entrada gratuita. Proyección exclusiva para los miembros del I.E.S. Cándido Marante Expósito. Largometraje expuesto en VO con subtítulos en español.
Presentación a cargo de Roberto A. Cabrera.



SINOPSIS

Cuando naves extraterrestres comienzan a llegar a la Tierra, los altos mandos militares piden ayuda a una experta lingüista (Amy Adams) para intentar averiguar si los alienígenas vienen en son de paz o suponen una amenaza. Poco a poco la mujer intentará aprender a comunicarse con los extraños invasores, poseedores de un lenguaje propio, para dar con la verdadera y misteriosa razón de la visita extraterrestre... Adaptación del relato corto "The Story of Your Life" del escritor Ted Chiang, ganador de los reconocidos premios de ciencia ficción Hugo y Nebula.

TRÁILER



CRÍTICA 1: Entre la luz del lenguaje y las sombras de la emoción.

La película de Dennis Villeneuve es un festival de felices ideas visuales con ecos de Kubrick, que combina los temas de 'Contact', la ambición de 'Interstellar' y el mesianismo de 'El Árbol de la vida' o 'Señales'; y cuenta con una Amy Adams que es carne de Oscar.


¿De qué va?. Louise Brooks (Amy Adams) es una reputada experta en lingüística que debe afrontar la trágica pérdida de su hija. Tocada por el abatimiento, asiste asombrada a la llegada de 12 naves alienígenas que se sitúan en diversos puntos del planeta. Reclamada por el ejército, Louise viajará hasta Montana, Estados Unidos, junto al científico Ian Donnelly (Jeremy Renner), para intentar establecer una comunicación con los “visitantes”.

¿Y qué tal?. A medio camino entre el cine de encuentros con extraterrestres (“Contact”, “Señales”) y el drama psicológico de tintes fantásticos –no tan lejos de los laberintos de “Enemy”, del propio Denis Villeneuve–, “La llegada (Arrival)” maneja con habilidad las idas y venidas entre la dimensión humana y la escala cósmica de sus muchas y ambiciosas tesis; sin embargo, en su recta final, las nobles ansias de grandeza del relato conducen al film hacia un mesianismo algo ampuloso. Cabe decir que Villeneuve no ha sido nunca un cineasta de la ligereza: su ambición es la de revelar algo profundo sobre la existencia humana. En “La llegada”, esa “verdad” está vinculada a dos planteamientos centrales: por un lado, la celebración de la comunicación como sostén político, moral y existencial de la sociedad y la naturaleza humanas; por el otro, un estudio de la pérdida de un ser querido sostenido por equilibradas dosis de romanticismo y fatalismo.

Basada en el relato “Story of Your Life” de Ted Chiang, “La llegada” se hace fuerte en su optimista y argumentada defensa del valor del lenguaje como arma pacifista. Rompiendo con la idea de que los alienígenas hablarán nuestra lengua –una noción ampliamente explotada por la ciencia ficción–, la película consigue hacer de las trabas para la comunicación su eficaz leit motif narrativo. No solo importa el “contacto” con los aliens, sino también el utópico entendimiento entre las naciones del mundo, y por último, y sobre todo, el vínculo entre una madre (Amy Adams) y su hija fallecida. Como en gran parte de la ciencia ficción, “La llegada” aspira a ir muy lejos para entendernos a nosotros mismos, y en este caso el instrumento para ese “viaje” es el lenguaje. En cierto modo, la lingüística juega en “La llegada” el rol que las teorías cuánticas y la relatividad tenían en “Interstellar” de Christopher Nolan. Y en ambos casos, el rigor científico funciona mejor que el desbordamiento emotivo, aunque ambos son igualmente relevantes para la confección de los trascendentales argumentos de ambas películas.

Si “La llegada” consigue emocionar al espectador es gracias al excelente trabajo de una Amy Adams sobresaliente en su papel de científica que busca su camino en el ojo de un huracán emocional y existencial. Adams pertenece a la estirpe de las actrices-oxímoron: intérpretes de quebradiza dureza, actrices aferradas a un coraje que solo parece posible desde la más absoluta fragilidad. En “La llegada”, Adams recuerda vivamente a la otra gran actriz-oxímoron del cine actual: Jessica Chastain. De hecho, se diría que el personaje de Louise Brooks parece una combinación perfecta de los encarnados por Chastain en “Interstellar” –la científica comprometida emocionalmente con su misión– y en “El árbol de la vida” de Terrence Malick –la madre devota y sufrida–. Aunque la comparativa más interesante surge al vincular a Adams con dos personajes a los que dio vida Jodie Foster. Primero, el más evidente: la Eleanor Arroway de “Contact”, de quién el personaje de Brooks toma prestado el coraje para lanzarse al vacío en su búsqueda de respuestas a dudas personales y universales. Luego, otro más sutil: el de la Clarice Starlingde “El silencio de los corderos”, de quién Adams hereda aquel mágico equilibrio entre fascinación y terror en el diálogo con lo desconocido (aquí, unos aliens en lugar de un psicópata caníbal).

Impecable en su vertiente audiovisual, “La llegada” deja en la memoria del espectador algunos destellos kubrickianos: una mujer caminando por el pasillo circular de un hospital, o una estancia de color blanco como apoteosis de un misterio de calado filosófico (imposible no pensar en “2001: Una odisea del espacio”). La película ofrece un ajustado suministro de parafernalia digital, comenzando por unos aliens heptápodos, aunque la imagen más poderosa del film –mucho más que los insistentes insertos que reconstruyen la relación entre madre e hija– es la del guante del personaje de Jeremy Renner tocando la superficie de la nave alienígena: un elogio de la cualidad táctil, física, de la aventura. Una odisea que, como se apuntaba al inicio de esta crítica, peca en su conclusión de un cierto exceso de solemnidad y de fanfarria emocional/trascendental, a medio camino entre el maximalismo intimista de las últimas películas de Terrence Malick y la grandilocuencia del final de “Señales”, aunque cabe matizar que la película de Shyamalan ponía en juego un sentido del humor que no tiene lugar alguno en “La llegada”.
Manu Yáñez (fotograma.es)


CRÍTICA 2: El lenguaje: Pregunta y respuesta.

La llegada pertenece a ese tipo de películas que se mueven en el filo, que arriesgan en su ambición y en su planteamiento visual y discursivo, consiguiendo que lo segundo sea parte de lo primero; que evitan el consenso e imponen un posicionamiento a partir de su propuesta. Algo así convierte a la película de Denis Villeneuve en una de las películas más estimulantes del año y sitúan al cineasta canadiense como uno de los realizadores más relevantes de nuestro presente, situación que venía ya demostrando con sus anteriores películas.

A partir del relato de Ted Chiang, La llegada desarrolla una historia clásica de visita extraterrestre, pero lo hace desde un planteamiento en el que el elemento de ciencia ficción poco a poco va quedando desligado del género sin por ello dejar de serlo. Ya en el original literario, Chiang tomaba el arranque como excusa para, en primera persona, relatar en dos tiempos claramente definidos cómo la doctora Louise (Amy Adams) se enfrenta, por un lado, a la superación de un trauma personal, y, por otro lado, a la necesidad de encontrar una manera de comunicarse con los extraterrestres con el fin de saber cuáles son las verdaderas intenciones de su llegada. Louise, junto a Ian (Jeremy Renner), un matemático, buscará el comprender un lenguaje basado en unas imágenes circulares que rompen el sentido de lectura secuencial de los lenguajes terrestres y que crea un entendimiento del tiempo simultáneo; una ruptura, entonces, en la que nuestra concepción temporal, esto es, nuestra manera de percibir la realidad, queda suspendida. Chiang, que ya planteaba estas ideas, jugaba con el lenguaje literario para ir creando un relato en el que el lector lee un futuro que, en verdad, es pasado, con un presente que vehicula lo anterior para conseguir que el juego lingüístico pusiera en duda nuestra percepción de la realidad. Villeneuve, a la hora de trasladar a imágenes el relato, ha construido su película a través de una estructura que si bien puede parecer circular, dado que termina como comenzó, no lo es tanto, buscando el transmitir la mismas ideas que los extraterrestres, con ese lenguaje universal que puede ser entendido por cualquiera.


Villeneuve consigue en La llegada no alejarse de la naturaleza de producción de la película (no olvidar que, pese a todo, es una película de aliento comercial, algo que quizá incluso dote de mayor validez al riesgo asumido), integrando los diferentes discursos en una historia que parece no presentar demasiadas novedades con respecto al esquema de las películas de invasión extraterrestre. Y, sin embargo, a partir de ese modelo, logra introducir desde un interior las variaciones necesarias para que al final La llegada sea algo diferente. Sus primeras y últimas imágenes, muestran una planificación y un montaje que, al ritmo de “On the Nature of Daylight”, de Max Ritcher, compositor que junto a Jóhann Jóhannsson, autor de la banda sonora y colaborador en el cine de Villeneuve, creando una de las parejas en este sentido más interesantes del momento, son dos de los más destacados compositores neo-clásicos, cuya música, en gran medida, marca el tono no solo de esas imágenes, también en gran medida de la película. Un tono melancólico que representa el sentimiento de Louise por una pérdida que, después sabremos, no ha sucedido todavía. Su superación, o anticipación, de un trauma personal se relaciona finalmente con un contexto más general en el que Louise se convierte en pieza fundamental en el discurso abiertamente pacifista y humanista de La llegada, aunque para poder hablar de ello convenientemente sería necesario revelar demasiado sobre la trama de la película. No obstante, es pertinente señalar que la película se asienta casi exclusivamente en el punto de vista de Louise, obligando al espectador a seguir su proceso de descubrimiento dentro de la ficción: ya en las primeras imágenes se muestran de manera sutil algunos detalles que quizá puedan pasar inadvertidos pero que, al final, cobran relevancia. Porque, en verdad, no hay final sorpresa, todo estaba ahí.

En La llegada, Villeneuve lleva a cabo un trabajo sobre la imagen y el tiempo, sobre la comunicación, y, sobre todo, alrededor del lenguaje. El cineasta entiende que el lenguaje es tanto la pregunta como la respuesta para un entendimiento, tanto personal como universal; la salida, también la llegada, para romper nuestra concepción de la realidad. Y es ahí donde reside la importancia de la película, en su capacidad para hacernos pensar y reconsiderar nuestra manera de percibir y narrar lo real. Villeneuve entiende que en un mundo como el actual, cambiante e inestable, se impone la necesidad de reconsiderar nuestra percepción y mirada a la realidad y, por tanto, nuestra presencia en ella. Y lo ha hecho, como decíamos, con una película enmarcada en la ciencia ficción y que, a su vez, acaba siendo algo diferente. Una obra tan compleja como sencilla, asentada en ocasiones en los detalles, en las emociones y en lo sensorial. Al final, vemos que Villeneuve nos ha conducido claramente hacia el lugar que él quería, con un cierto toque manipulador que hace evidente, sin embargo, en todo momento. Una elección muy discutible.

Pero cuestionar La llegada, a su vez, es cuestionar todo aquello que plantea en su relato y en sus imágenes y es precisamente, creemos, uno de los fines últimos de Villeneuve.

Lo mejor: Que estamos ante una película que habla de nuestro presente sin hacerlo de manera evidente, que plantea más preguntas que respuestas. El trabajo de Villeneuve en la puesta en escena y la interpretación de Amy Adams.

Lo peor: Que sus costuras son tan conscientemente evidentes…
Israel Paredes (sensacine.com)