domingo, 30 de noviembre de 2014

Balas sobre Broadway (1994)

CURSO 2014-2015. SESIÓN 12

Titulo original: Bullets over Broadway.
Fecha de emisión: 12 de diciembre de 2014, a las 18:00 horas.
Lugar: Salón de actos del I.E.S. Cándido Marante Expósito.
Entrada gratuita. Proyección exclusiva a los miembros de la comunidad educativa del I.E.S. Cándido Marante Expósito.
Largometraje expuesto en VO con subtítulos en español.
Presentación a cargo de Roberto A. Cabrera.



SINOPSIS

Años 20. Mafia. David Shayne es un autor teatral fracasado que, por fin, ha conseguido financiación para una de sus obras. Pero tiene que aceptar una condición: darle un papel secundario a Olive, la incompetente novia del productor, el gángster Nick Valenti. Olive acude a los ensayos acompañada de su guardaespaldas Cheek, que, lejos de limitarse a vigilarla, se permite sugerir cambios para mejorar la obra. A fuerza de ceder a los consejos de Cheek, David empieza a dudar hasta tal punto de su talento dramático que acaba encargándole a Cheek que reescriba la obra.

TRÁILER



CRÍTICA

Woody Allen es un cineasta amante de lo contemporáneo. Utilizando los términos de Nicholas Ray, el director de Manhattan siempre o casi siempre ha utilizado su cámara como microscopio que amplia problemas contemporáneos. A bote pronto tan solo recuerdo una película que transcurra en época pretérita, La última noche de Boris Grushenko (Love and death, 1975) y en un vistazo general a su filmografía se advierte que Allen se ha planteado conflictos que son fruto de la modernidad además de estar barnizados, a veces con una capa, a veces con el frasco entero, de autobiografía. A propósito de Balas sobre Broadway, dice el cineasta: "Me identifico mucho con este personaje [David], de haber sido más joven yo mismo hubiera interpretado el papel de John Cusak, que es un actor maravilloso. El personaje trata de luchar contra las interferencias en su trabajo, como nos para a los que hacemos cine (…) haz esto más comercial, más accesible". No cabe albergar dudas pues, sobre el tema de Balas sobre Broadway.

En términos genéricos Balas sobre Broadway es una comedia (con matices, por supuesto), y cuando se habla de comedia en Allen debo aclarar que es una de sus buenas comedias, una de aquellas que no cae en la sucesión de gags y que sí contiene un discurso narrativo coherente. Así, como en casi todas sus buenas comedias y a propósito de lo que hablo minimamente en el artículo sobre Edipo reprimido (y perdón por la auto-cita) hay en esta película un sustrato que enriquece una trama claramente limitada por su condición de film de género, que no por ser mas evidente es menos bueno, y que el propio Allen ha condensado en la cita de unos párrafos mas arriba y no es casualmente, un problema exclusivo de la época contemporánea. Un problema que en otros campos se lleva planteando desde tiempos inmemoriales, llamen mecenas a los productores y ya tendrán medio camino trazado, y que en el caso del cine es claramente necesario debatir a fondo, mas aún desde que la crítica de siempre, quizás a excepción de Dirigido por… (y esto hay que decirlo) y un par de revistas monográficas en el caso de España, se ha convertido en un ente reaccionario, carente de interés, moribundo y repelente que despacha estrellitas como quien reparte caramelos y que para mas INRI, responde en muchos de los casos a intereses que me repugnan pues no hacen mas que prostituir el cine además de desprestigiar a los que la ejercen.

La cuestión que hay que plantearse a continuación es cómo lo hace Allen, cómo construye un film digerible y cómico en una durísima historia (Algo de lo que hablare unas líneas mas abajo) sobre un tema espinoso y abstracto como es todo lo que refiere al arte, al artista y a su obra.

La historia de Balas sobre Broadway se centra en el mundo del teatro asi que no hay que olvidar que el cine es el único que necesita de una creación colectiva ( que conste que la cita de Allen me da libertad total para extrapolar un mundo a otro sin caer en la obligatoriedad biográfica que por norma se le da a los films de Allen y que no es en absoluta cierta) para que pueda llevarse a cabo, por lo tanto el "artista - creador" en cine debe ser tan bien un listo negociante y saber sobre que puede prescindir para poder mantener lo imprescindible, así que a priori la cesión de parcelas creativas se quiera o no es impepinable. Hecha la reflexión (extremadamente parcial y corta respecto al merecimiento que requiere el tema) esta nos conduce al epicentro del film de Allen, a la dicotomía constante a la que se enfrenta David (John Cusak), ya desde la primera secuencia el tema aparece como un terremoto, David discute con el productor teatral sobre como le han destrozado la obra (un aspecto que nos llevaría al debate director-guionista, algo sobre lo que también hay mucho que decir)

Es por ello que si despojamos un film como este de su cascarón de comedia nos encontramos ante uno de los films mas duros que haya rodado Woody Allen, el hecho de que sea un gángster a primera vista ignorante pero con un talento natural que se irá revelando a lo largo de la narración quien corrija a un culto escritor de obras de teatro y que sean esas correcciones las que gustan y conectan con el público y con la critica inciden de pleno en el tema comentado anteriormente, el de la autoría.

La crudeza (insisto en que si se lee sin ese cascarón) y la insatisfacción artística está presente en los dos personajes principales. David verá como paulatinamente se desmorona su mundo una vez creía que había entrado en él, debe aceptar que no posee ese talento que creía tener y su obra se ha convertido en un simple vehículo de expresión para otro, su escrito no es mas que una lanzadera para el gángster además de corroborar que no es tan bueno como el creía ser.

Por su parte, Cheech se nos revela como el verdadero artista. No sólo porque si posee ese talento sino porque se convierte, aunque no sea consciente, en lo que ha sido el paradigma de artista, amoral, anteponiendo su obra, su creación por encima de todo, incluso por encima de la vida humana. Una vez más, el hecho de que la amoralidad se nos presente en clave cómica ( mediante un enorme juego espacial donde la zona oscura de lo que parece ser un puerto es donde Cheech comete los asesinatos, similiar sino igual a la concepción del río que hay en la reciente Mystic River de Eastwood) no debe hacernos desviar el poso de reflexión sobre algo profundo que siempre hay en las películas de Woody Allen.

La insatisfacción está también en el resto de personajes, la vieja gloria interpretada por Dianne West, heredera en parte de la genial Gloria Swanson del Crepúsculo de los dioses, o la novia del capo encarnada por Jennifer Tilly no son mas que diferentes concepciones que se tienen respecto al arte, ambas complementarias pues una es una adicta de la fama que necesita su dosis mientras la otra desea esa fama y que curiosamente es quien muere junto con el verdadero artista. No es que el film de Allen sea moralizante en absoluto, pero tanto aquel que cree que el arte es superior a la vida humana y aquel que lo ve como simple objeto para el lucimiento y el enriquecimiento personal acaban muriendo, que cada uno extraiga lo que crea conveniente.

En definitiva y una vez más, Woody Allen dirige con su pulso de antaño una buena comedia, donde la fotografía es excelente ya no solo por la atmosfera de los 20 sino por su buen uso dramático (no es casualidad que Allen trabaje siempre con los mejores operadores habidos y por haber) y donde los actores llevan magistralmente el peso de la narración.


Parece confirmarse de todos modos, que en el caso de Allen, cualquier tiempo pasado fue mejor.

Carlos Rosal (miradas.net)

domingo, 2 de noviembre de 2014

En un Mundo Mejor (2010)

CURSO 2014-2015. SESIÓN 11

Título original: Hæven.
Fecha de emisión: 14 de noviembre de 2014, a las 18:00 horas.
Lugar: Salón de actos del I.E.S. Cándido Marante Expósito.
Entrada gratuita. Proyección exclusiva a los miembros de la comunidad educativa del I.E.S. Cándido Marante Expósito. 
Largometraje expuesto en VO con subtítulos en español.
Presentación a cargo de Roberto A. Cabrera.




SINOPSIS

Anton es un médico que divide su tiempo entre una idílica ciudad danesa y un campo de refugiados en África, donde ejerce su profesión. Anton y su esposa, padres de dos hijos, están separados y se plantean el divorcio. Elias, el mayor de sus hijos, entabla una estrecha amistad con Christian, un chico que acaba abandonar Londres para establecerse con su padre en Dinamarca. Sin embargo, Christian involucra a Elias en una peligrosa revancha que, además de poner a prueba su amistad, puede tener inesperadas consecuencias.

TRÁILER




CRÍTICA 1

Cada película de Susanne Bier es como una bomba de emociones y una llamada a las conciencias, tanto por los duros temas que aborda como por la facilidad para penetrar en el interior de los personajes y llegar al espectador. Sus historias son dramas intensos con situaciones límite que miran a la muerte como elemento dinamizador, y que dan cobijo a personajes en conflicto consigo mismos y con el entorno. De nuevo, “En un mundo mejor” nos presenta a una familia rota por el cáncer y a otra por el divorcio… y que claman por una segunda oportunidad; a un chico enrabietado con la vida y dispuesto a vengarse de la injusticia, y a otro más inclinado a encajar los golpes que le llegan; y también a un padre dispuesto a ser valiente pero “no como un idiota” que se refugia en la fuerza, y a una sociedad que debe aprender a perdonar para creer en un mundo mejor.



Anton es un médico comprometido con un campamento africano de refugiados y también un esposo que necesita el perdón de su mujer Marianne. Uno de sus hijos se llama Elias y sufre el acoso escolar sin rechistar… siguiendo el ejemplo paterno de no responder con más violencia. En su soledad, Elias se hace pronto amigo del recién llegado Christian, que hace poco ha perdido a su madre por cáncer y que no es capaz de perdonar a un padre que le aseguró que no se iba a morir… ni al agresor que incordia a su amigo o al padre de éste. Christian ha optado por dar primero y más fuerte para que el otro no pueda responder, y por eso busca la complicidad de Elias para acabar de una vez por todas con la injusticia de quienes abusan de la fuerza… con sus mismas armas.



Susanne Bier sabe mover la cámara para crear un entorno que se convierte en torbellino emocional, y también fijarla en los rostros con primeros o primerísimos planos para capturar todo el sentimiento y dramatismo de unas almas llenas de dolor y necesitadas de paz. Sus personajes se ven envueltos en peleas de niños o en conflictos de mayores, y tratan de salir airosos con una palabra y una mirada de compasión o con un puñetazo de ira y venganza. A veces necesitan un poco de soledad y se retiran del bullicio… para sumergirse en las aguas refrescantes del mar, o para contemplar un atardecer o subirse a lo alto de una azotea desde la que divisar la ciudad. Les falta oxígeno para vivir, pero sobre todo necesitan alguien en quien confiar y abrir su alma. Son dramas íntimos que les hacen llorar, gritar, golpear… y heridas que sólo el amor y el perdón pueden curar. La directora danesa consigue esas inquietudes con una fotografía que carga las atmósferas, y con una banda sonora emotiva que emplea con eficacia el sonido y el silencio.



El hondo y conmovedor retrato de los personajes y de sus problemas viene secundado por una estupenda labor de casting y dirección de actores, y por unas interpretaciones de lujo. Mikael Persbrandt da vida a un padre ejemplar a pesar de sus debilidades pasadas, capaz de dar muestras de integridad como médico –magnífica es la escena en el campamento africano en que hace frente al monstruo y también a los refugiados– y como persona enfrentada a difíciles dilemas –en el taller de automóviles da una lección de valentía inteligente–. No menos fuerza tiene su mujer en la ficción, Trine Dyrholm, con una mirada profunda que refleja sufrimiento y ternura; o la pareja de Markus Rygaard y William Jøhnk Nielsen que muestra todas las carencias afectivas y el universo de soledad en el que pueden verse sumidos los niños.




Como en “Después de la boda”, “Cosas que perdimos en el fuego” o “Brothers (Hermanos)”, Susanne Bier vuelve a emocionarnos y hacernos reflexionar sobre el afecto y la soledad, el dolor y la muerte, la venganza y la violencia. Lo hace con una trabajo áspero y desgarrador que rebosa intensidad dramática y que está abierto a la esperanza, con historias muy humanas llenas de fuerza y donde los personajes pueden optar por comportarse como gallinas, como terroristas o como personas que saben perdonar.


Julio R. Chico (miradadeulises.com)


CRÍTICA 2

En una nación africana devastada por la guerra, el médico cirujano sueco Anton enfrenta un flujo constante de pérdidas y tragedias. En esos dos mundos distintos, él y su familia quedan atrapados en un conflicto que los lleva a escoger entre la venganza y el perdón. 
De vuelta en Dinamarca, su esposa, de quien se está divorciando, le comenta su preocupación sobre los maltratos que su hijo Elías está sufriendo por parte de un compañero de clase. Todo cambia cuando sale a defenderlo Christian, un alumno nuevo recién llegado de Londres. Christian tiene dificultad en aceptar la muerte de su madre y, como consecuencia, atraviesa una fase agresiva que su padre Claus no logra controlar. La amistad entre Elías y Christian va a desencadenar la tragedia y, a la vez, la unión entre las dos familias.
   

Ganadora del Premio Oscar 2011 a la Mejor Película Extranjera, En un Mundo Mejor "trata sobre las limitaciones que encontramos al intentar controlar nuestra sociedad como controlamos nuestras vidas privadas. El filme plantea la pregunta de si nuestra cultura 'más avanzada' sirve de modelo para un mundo mejor o si la misma confusión encontrada en medio de la ilegalidad está oculta en nuestra civilización." (Susanne Bier, agosto de 2010)
El filme se estructura en torno a dos historias paralelas. Una de ellas transcurre en un campo de refugiados africanos en los que un perverso asesino, el Machão, corta a cuchillo el vientre de mujeres grávidas. A partir de allí queda planteada una situación violenta marcada por un desvío del flujo natural de la vida. De allí que las imágenes que sirven de fondo a los créditos de apertura, hagan referencia a la muerte, simbolizada en una tierra árida en la que yacen los restos óseos de animales muertos recientemente. 

Aunque las dos historias transcurren en lugares diversos y sus actores son diferentes, existen algunos elementos unificadores que hacen las veces de puente: el primero y más evidente es Anton, este médico cirujano defensor de la no violencia. El cuchillo y la navaja, las armas con las que se perpetúan los crímenes en sendas historias, funcionan como el segundo elemento de nexo. El mismo conflicto existe tanto en la civilización occidental y cristiana como en los pueblos africanos, la misma violencia, la misma sed de venganza que lleva a más violencia y a más muerte, incluso de inocentes. El fallecimiento de la madre de Christian por causas naturales y el divorcio en curso de Anton y Marianne también son conflictos no resueltos, allí están amenazantes al igual que las nubes negras en el cielo, la tempestad y el viento azotando a los dos camaradas, Christian y Elías, en el inhóspito y frío invierno de Dinamarca. 



Hay un mensaje cristiano de amor y perdón en el filme, pero también de castigo cuando éste se impone.  El amor, el perdón y el castigo por los crímenes cometidos son las únicas formas de romper este círculo vicioso de violencia, este ojo por ojo infinito. El mensaje cristiano se pone en evidencia a través de los nombres bíblicos que portan los protagonistas. Por ejemplo, Marianne, la madre de Elías, es un nombre compuesto por María y Ana, figuras cristianas arquetípocas del amor materno y de la devoción a la Virgen. Otro ejemplo: según los textos bíblicos, Elías fue el profeta que anunció la llegada del Mesías. El personaje Elías de Susanne Bier está siendo humillado y golpeado en el preciso momento en que Christian llega para salvarlo. Elías es un ser que sufre maltratos en la escuela y abandono en su hogar, es un mártir en cierta forma. Pero tanto Elías como Christian toman juntos un camino equivocado, y allí es donde se desencadena el verdadero conflicto.  En su caso este conflicto va a resolverse con la intervención de la autoridad académica, estatal y paterna, y finalmente a través del amor, la comprensión y el perdón. 


El desenlace del conflicto iniciado por el Machão en África es diferente. La diferencia consiste principalmente en que aquí no hay arrepentimiento por el crimen cometido. Eso es lo que Anton finalmente comprende cuando lo expulsa del campamento, negándole así su protección: mientras no haya arrepentimiento no puede haber perdón. Entonces sólo después del linchamiento por parte de las familias de las víctimas, las fuerzas naturales retornan a su cauce. Las arañas tejiendo sus telas y los búfalos corriendo libres por las estepas así lo atestiguan. Un mundo mejor no es Europa o África, es el mundo donde triunfa el amor y el perdón, donde después de la sequía, renace la vida.


Adriana Schmorak Leijnse (cinecritic.biz)

domingo, 5 de octubre de 2014

En la Casa (2012)

CURSO 2014-2015. SESIÓN 10

Título original: Dans la Maison.
Fecha de emisión: 17 de octubre de 2014, a las 17:00 horas.
Lugar: Salón de Actos del I.E.S. Cándido Marante Expósito.
Entrada gratuita. Proyección exclusiva para los miembros de la comunidad educativa del I.E.S. Cándido Marante Expósito. Largometraje expuesto en VO con subtítulos en español.
Presentación a cargo de Roberto A. Cabrera.




SINOPSIS

Un profesor de literatura francesa, desalentado y hastiado por las insulsas y torpes redacciones de sus nuevos alumnos, descubre entusiasmado que, por el contrario, el chico que se sienta al fondo de la clase, muestra en sus trabajos un agudo y sutil sentido de la observación. Este chico, que se siente extrañamente fascinado por la familia de uno de sus compañeros, escribirá, animado por el profesor, una especie de novela sobre esa familia (y también sobre el profesor), en la que es difícil distinguir entre realidad y ficción.


TRÁILER




CRÍTICA

Azares del destino, y de la exhibición, han dado lugar este año a la coincidencia de tres Blancanieves, un intocable y dos indomables, dos grandes obras sobre la infidelidad y la fragilidad del matrimonio, y, ahora, tres obras sobre la creación, dos de ellas ejemplares, Holy motors (L. Carax, 2012) y En la casa (Dans la maison, F. Ozon, 2012) y otra más irregular pero no exenta de interés, Ruby Sparks (J. Dayton y V. Faris, 2012). Feliz casualidad, pues, que nos permite valorar, gozar, de propuestas que se orientan hacia, se nutren de, se basan en el desencadenamiento del proceso creativo.

Mucho se ha escrito de Holy Motors. Pero no está de más recordar el exuberante repertorio de opciones narrativas y emocionales que Carax y Lavant nos muestran. Ambos, director y actor, parecen gozar mostrando, exhibiendo, su talento en una serie de posibilidades narrativas: el cine social, la ciencia ficción, el thriller, el fantastique, el melo, el musical… Hay aun tanto por hacer, tanto por contar… Son autores tirando de un hilo fecundo para que los espectadores nos sumemos a un festival de generación de historias. Una celebración del cine y de los cuentacuentos.

Ozon parece hacer otro tanto con Dans la maison. La historia, iniciada como una crónica de aprendizaje sentimental en su versión escolar, enfrentando profesor resabiado con alumno aventajado, se aleja (afortunadamente) de propuestas sentimentaloides y no tarda en revelar una opción curiosa. Inicialmente Germain, el profesor, desencadena la acción al solicitar una redacción a sus alumnos sobre el fin de semana. Los escuetos y torpes ejercicios no son sólo decepción sino también objeto de crítica acerada, hasta que uno de ellos sorprende por su estilo y su propuesta. Claude, el discreto muchacho de la última fila (la cinta se basa libremente en una obra de Juan Mayorga con este título), habla de su fascinación hacia la familia de Rapha, un compañero de pocas luces, su vivienda y su madre, Esther, una simple y típica mujer de familia media. La observación de Germain a Claude respecta al riesgo o la falta de ética por hacer comentarios mínimamente burlones de su compañero y su familia no será sino el (aparente) detonante de toda la trama. Claude opta por entablar amistad con Rapha con el pretexto de ayudarle en matemáticas, entrar en la casa deseada, observar a su padre (el segundo Rapha) y a su madre… y relatarlo puntualmente en unos ejercicios derivados en crónica social, un punto sarcástica, un punto aventurera, que Germain y su esposa devoran con avidez. Pronto el relato de la infiltración de Claude en hogar ajeno deja de relacionarse con los ejercicios escolares y cobra vida propia, para goce de sus únicos y secretos lectores.



Ozon no busca, no obstante, seguir esta crónica. O, al menos, no desde el punto de vista que s podríamos esperar. En la casa se orienta no como el referido relato de educación sentimental ni como una crónica social, sino como la creación, el desarrollo, de todos los deseos secretos de Claude, de Germain, de todos nosotros… Claude quiere entrar en la casa… e inventa cómo hacerlo. Desea observar a los Rapha y a su mujer, y también maquina el modo… De esta manera Ozon relaciona muy sutilmente los apuntes, las recomendaciones, de construcción literaria pautados primero por Germain, exigidos más adelante, con los sucesivos giros argumentales. Hasta que, finalmente, Claude se libera y la historia en sí toma vida propia buscando todas las posibles alternativas de trama y estilo… Pero, ¿y si…? Claude examina, como el autor literario, todas las posibilidades, y las apunta sucesivamente, para deleite y desesperación de su solitario lector, absolutamente dependiente de la narrativa en el momento en que comprende que ésta ha devenido completamente autónoma. Ozon goza permitiendo a Claude dar rienda suelta a su imaginación y a su capacidad artística, permitiéndose giros irónicos, curiosos, morbosos…

Hasta que finalmente Germain irrumpe en la narración de Claude. No como personaje, sino como observador. Como notario, como crítico, apuntando por así decirlo notas al pie,  y retomando el timón de una historia que finalmente vive por él y para él. Y en este momento Ozon nos permite ver, como una pirueta metaliteraria o metacinematográfica, que tal vez no estemos contemplando el duelo entre profesor y alumno, no seamos testimonios de una inversión de papeles entre maestro y aprendiz, sino que hemos sido testimonios de la esencia misma de la creación artística. No sólo Claude, como Pigmalion, consigue mediante la creación literario dar vida a su sueño e introducirse en la casa que representa la vida que él desearía.  Germain, mediante Claude, consigue elaborar la obra magna literaria que su carácter ha dejado de lado durante toda su vida y salta de su rutinario trabajo de maestro al ámbito de la creación.  Y ello nos vincula con la tercera obra aludida al inicio del artículo. Porque si Ruby Sparks es la crónica de la autoreflexión de un autor enfrentado a la materialización de su obra (además de una reflexión sobre las relaciones de pareja), En la casa se define el enfrentamiento de un autor con su criatura, quedando en el aire si el autor es Germain o Claude, si uno u otro son también productos de la imaginación de un creador. El riquísimo plano final, con los dos personajes / autores sentados frente a un edificio de apartamentos cuyas ventanas y balcones no son sino puertas a tantas y tantas situaciones, nos permite ver el motor sagrado que mueve a un autor… la chispa que estimula a crear, las inmensas posibilidades que la vida nos permite. Sin embargo, frente a tantos “¿y si…?”, Claude y Germain se revelan como las dos facetas de una misma entidad. Quien es el autor y quién la criatura es algo que Ozon deja al azar, pudiendo ser cualquiera de las dos opciones. Lo realmente importante, sin embargo, tal como al final se revela, no es la trama, lo que sucede, sino cómo se nos cuenta.  Dependerá de las habilidades de Sherezade, sea ésta uno u otro, que la narración, lo narrado, supera en interés la resolución de la propia historia. Hay en un bloque de apartamentos, tantas opciones, tantas posibilidades de contar… Ya nos lo dijo el viejo Hitch en La ventana indiscreta (Rear Window, A. Hitchcock, 1954) Hay tantas pantallas iluminadas en cada una de las ventanas y los balcones, tantas opciones que llaman la atención de potenciales espectadores que dejamos de interesarnos en quien las puede crear porque, ciertamente, la imaginación está al alcance de todos. Germain se desvanece como un alter ego o una creación de Claude, de la misma manera que Claude puede formar parte de la necesidad intelectual, vital, del frustrado Germain y no ser sino parte de la rica e infravalorada capacidad creativa del maestro. Del mismo modo que el Sr. Oscar de Holy motors se crea y se destruye sucesivamente en cuanto ha sembrado en cada espectador el interés por la historia presentada, una vez nos ha conmovido, emocionado, divertido, sacudido… Tanto da quien sea nuestra Sherazade, todos queremos una para recibir historias que nos las hagan sentir como propias.

Antoni Peris i Grao. (miradas.net)

miércoles, 4 de junio de 2014

La Gran Belleza (2013)

CURSO 2013-2014. SESIÓN 9

Título original: La Grande Bellezza.
Fecha de emisión: 6 de junio de 2014, a las 17:00 horas.
Lugar: Salón de Actos de l.E.S. Cándido Marante Expósito.
Entrada gratuita. Proyección exclusiva para los miembros de la comunidad educativa del I.E.S. Cándido Marante Expósito. Largometraje expuesto en VO con subtítulos en español.
Presentación a cargo de Roberto A.Cabrera.




SINOPSIS

En Roma, durante el verano, nobles decadentes, arribistas, políticos, criminales de altos vuelos, periodistas, actores, prelados, artistas e intelectuales tejen una trama de relaciones inconsistentes que se desarrollan en fastuosos palacios y villas. El centro de todas las reuniones es Jep Gambardella (Toni Servillo), un escritor de 65 años que escribió un solo libro y practica el periodismo. Dominado por la indolencia y el hastío, asiste a este desfile de personajes poderosos pero insustanciales, huecos y deprimentes.

TRÁILER






CRÍTICA

Cae la noche en Roma. A pocos metros del Coliseo, Jep celebra su cumpleaños en la terraza de su apartamento. Rodeado por sus amigos, empieza a sentirse presa de ese temor incierto que, tarde o temprano, alumbra la edad: el cansancio. Hace casi cuarenta años que publicó su primera novela, un relativo éxito de crítica que le permitió posicionarse en el magma cultural romano. Sin embargo, cuarenta años después, Jep acusa la factura de ese deslizamiento progresivo hacia la fauna nocturna bajo la forma de una melancolía que arrastra con su existencia. Mientras sus amigos bailan o se dejan llevar por sus pasiones más públicas, entre sorbos de Campari y la música de Raffaella, Jep parece abismarse en ese pensamiento que no le abandonará durante toda la película: ¿qué sucede cuando ya no nos queda nada por contar? La gran belleza es el hermoso viaje narrativo que Paolo Sorrentino emprende hacia el corazón de esa pregunta.

Todo comienza en una isla, en el decimoctavo verano de Jep, por aquel entonces aún Jeppino. Mientras nada a pocos metros de la playa, un grupo de chicas lo observa desde una pequeña cala. Más tarde, Elisa, una de las chicas, se reúne con él en las escaleras que conducen a la orilla. Jep se acerca a besarla, ella retira su rostro y ofrece el cuello, se acomoda sobre el hombro del chico. Jep puede oler, quizá por primera vez, su perfume; puede sentir su cuerpo, el cabello de la muchacha acariciando sus mejillas. De fondo, se escucha la resaca del mar y las minúsculas vibraciones nocturnas que emite el paisaje. Elisa se desabotona la blusa y le muestra sus pechos. El sueño termina. Adormilado sobre su cama, Jep fija la vista en el techo de la habitación. En ese preciso rectángulo, como en una pantalla de cine, se proyectan las olas de un mar azul que nunca ha olvidado, tal vez porque fue en el que nadó una mañana de verano mientras Elisa lo observaba.

La visión fugaz de ese recuerdo de juventud contrasta con el carrusel de encuentros que acechan a Jep cada vez que penetra en la geografía romana. Si el sueño de amor se desvanece en el sonido calmo de las olas del mar, el presente se multiplica en un grupo de personajes pintorescos que representan los diferentes estratos de la sociedad italiana. Así, Jep se deja llevar por ese vaivén que ni siquiera puede aspirar a calificarse como hedonista, pues ha caído prisionero de su propia impostura. Consciente de ello, Paolo Sorrentino deja que su cámara vuele, en un movimiento grácil y continuo, por cada palmo de Roma, sobre las cabezas de sus protagonistas, entre sus cuerpos, en un baile con los personajes que nunca cesa. Un movimiento, apenas interrumpido por el cambio de escena, que evoca la sensación de pérdida del sentido de la realidad en la que se hallan envueltos los actores de este drama de nuestro tiempo. Perdidos, en definitiva, entre fiesta y fiesta, happenings y performances, raptos trascendentes y nostalgia de aquel terruño del que emigraron siendo jóvenes, promesas incumplidas y realidades que son como pozos sin fondo.


A Jep se le acaba la mecha, incapaz de dar inicio a su segunda novela. A falta de inspiración, accede a realizar algún que otro encargo periodístico para su jefa, Dadina, y aconseja a su amigo Romano cómo orientar su carrera de dramaturgo. Sin tener conciencia plena de ello (o, tal vez, sin querer admitirlo), Jep se ha acomodado a ese papel de moderno Caronte que conduce a todo aquel que lo desee a través de las diferentes caras de Roma. Cada uno de sus encuentros sexuales culmina con el desdén, el hastío de relaciones que acaban nada más comenzar. Qué otra cosa puede hacer, se pregunta, si en cierto modo ya lo ha visto todo. Languidecer, diríamos, tumbado en su hamaca, con una copa en una mano y un pitillo medio apagado en la otra. Porque ha llegado a una edad en la que no sabe continuar sin caer víctima de un simulacro. De ahí la Roma mágica que Sorrentino busca con su cámara, la de las ilusiones y las fantasmagorías, la que encuentra a una jirafa en un jardín o la que expone las ruinas de una civilización pasada como decoración para un moderno loft. La ciudad que ha girado la vista a sus paisanos y vive alegre el colapso, el aire mortecino que invade sus fiestas y la melancolía que respiran sus criaturas.

Jep, que como el Adriano que una vez imaginó Ennio Flaiano ha perdido el sentido de la vida. Demasiados rostros familiares, demasiadas palabras vertidas sin saber por qué. Jep, que ahora se arrastra por los bulevares, que sonríe hasta dejar ver cada una de las arrugas que surcan sus facciones y ha olvidado cómo amar a Orietta, a Ramona o a Stefania. Jep, que desearía haber podido leer una página arrancada del diario de Elisa, una en la que hubiese escrito que lo amaba, que su relación terminó temprano por una de esas frivolidades de juventud y, sin embargo, nunca terminó del todo. Jep, que anhela superar a Flaubert en la conquista de una historia que verse sobre la nada, porque en verdad es ahí donde está sumido. Jep, que sin darse cuenta ha esparcido un poco de su relato vital por las calles de Roma, por sus terrazas y clubes, entre sus esculturas y fuentes, en bocas, lenguas y muslos, entre sábanas e incómodos tresillos, en la belleza singular de cada rincón de su memoria.

Todo termina en el recuerdo de una isla, en el decimoctavo verano de Jep, por aquel entonces aún Jeppino. Elisa se desabotona la blusa y le muestra sus pechos. El muchacho la observa, con la duda de si el aire frío de la costa le ha estremecido más que su enorme belleza, esa que sus ojos encuentran por vez primera. Elisa se vuelve a abotonar su blusa y la memoria, indecisa, no sabe cómo continuar con lo sucedido. Es la primera ocasión en toda la película que topamos con el pudor, con el reparo privado de un pedacito de vida que no pertenece a esta melancolía que su protagonista arrastra de escena en escena. Qué bello, verdad, recuperar la timidez, el primer escalofrío, quizá también el primer desamor y el último beso, todo el camino que empezamos a andar hace tanto tiempo. Sin necesidad de morder una magdalena, Jep encuentra aquel momento, breve y fugitivo, que alguna vez tuvo su lugar en una isla. Esa emoción privada, casi pasto de diario secreto, no la podemos dejar escapar otra vez. No podemos olvidar ese sentimiento, tan delicado y tan de otra edad. Embargado por esa sensación, Jep cierra los ojos y continúa el relato de esa historia interrumpida. La gran belleza es el hermoso viaje narrativo que Paolo Sorrentino emprende hacia el final de su memoria. 

Óscar Brox. (miradas.net)

jueves, 22 de mayo de 2014

Sed de Mal (1958)

CURSO 2013-2014. SESIÓN 8

Título original: Touch of Evil.
Fecha de emisión: 23 de mayo de 2014, a las 17:00 horas.
Lugar: Salón de Actos del I.E.S. Cándido Marante Expósito.
Entrada gratuita. Proyección exclusiva para los miembros de la comunidad educativa del I.E.S. Cándido Marante Expósito. Largometraje expuesto en VO con subtítulos en español.
Presentación a cargo de Roberto A. Cabrera.




SINOPSIS

Un agente de la policía de narcóticos (Heston) llega a la frontera mexicana con su esposa justo en el momento en que explota una bomba. Inmediatamente se hace cargo de la investigación contando con la colaboración de Quinlan (Welles), el jefe de la policía local, muy conocido en la zona por sus métodos expeditivos y poco ortodoxos. Una lucha feroz se desata entre los dos hombres, pues cada uno de ellos tiene pruebas contra el otro.

TRÁILER





CRÍTICA

En un pueblo mexicano fronterizo con los Estados Unidos el policía Mike Vargas (Charlton Heston) acaba de contraer matrimonio con la norteamericana Susan (Janet Leigh). Cuando están a punto de iniciar su luna de miel se produce un grave atentado ocasionado por una explosión. Este hecho provoca que Vargas se una a la investigación del caso con Hank Quinlan (Orson Welles), un detective con antecedentes de corrupción y sistemas policiales faltos de integridad.

Intriga criminal establecida en la frontera entre México y los Estados Unidos que sirve al gran Orson Welles para ofertarnos una aguda penetración psicológica de un policía amargado por la pérdida de su esposa, quien en sus investigaciones en pos de la esclaración delictiva no escatimará ningún método probatorio, sea legal o ilegal.

     
                

Sólo el célebre primer plano secuencia con el que da inicio la narración, ornamentado por los acordes de la mágica composición del compositor Henry Mancini, vale por toda la filmografía completa de muchos directores.

Guión espléndido del propio Welles, basado en la novela "Badge of evil" de Whit Masterson, impresionante plantel de actores con pequeñas intervenciones de Marlene Dietrich o Dennis Weaver y atmosférica fotografía de Russell Metty para una trama desarrollada por la alucinógena y barroca narración del genio, en la cual encontramos sus bizarros encuadres que sirven para acentuar las características de personajes y situaciones, su clásico empleo del gran angular, las reminiscencias del expresionismo alemán en su persistente contraste entre luces y sombras que enrarecen un ambiente significado por la putrefacción moral, una extraordinaria utilización de la puesta en escena y unos impactantes y nada gratuitos movimientos de cámara que hacen de esta película una experiencia casi mística en la comunión con el entramado técnico de la cinematografía.

Cualquier presunta innovación actual en el planteamiento narrativo y estilístico se convierte de inmediato en una antigualla en comparación con la modernidad que destila esta gema del año 1958.

"Touch of evil", un título imprescindible para cualquier amante del séptimo arte.

lunes, 21 de abril de 2014

Mulholland Drive (2001)

CURSO 2013-2014. SESIÓN 7

Título original: Mulholland Drive.
Fecha de emisión: 25 de Abril de 2014, a las 17:00 horas.
Lugar: Salón de actos del I.E.S. Cándido Marante Expósito.
Entrada gratuita. Proyección exclusiva para los miembros de la comunidad educativa del I.E.S. Cándido Marante Expósito. Largometraje expuesto en VO con subtítulos en español.
Presentación a cargo de Roberto A. Cabrera.



SINOPSIS

Betty, una joven aspirante a actriz, llega a Los Ángeles para convertirse en estrella de cine y se aloja en el apartamento de su tía. Allí conoce a Rita, una mujer que padece amnesia a causa de un accidente sufrido en Mulholland Drive. Las dos juntas deciden investigar quién es Rita y cómo llegó hasta allí.


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CRÍTICA



Desconfié cuando, hablando de una película de David Lynch como "Mulholland Drive" (id., 2001), los autores de varios escritos cantaban las maravillas de su sinsentido y su ausencia de lógica. Y no porque el último trabajo del director de "El hombre elefante" (The elephant man, 1980) sea una película legible a la manera convencional, que no lo es, sino porque uno se teme que la excusa de que sea "inexplicable" vale para rellenar unas líneas sin pasarse siquiera por el cine. Si "Carretera perdida" (Lost highway, 1997) era una excepcional película de terror, en un pasear por algunos géneros afines a su personalidad, David Lynch presenta ahora una película que, en su punto de partida, es un estupendo film noir y en su desenlace otra cosa que sólo se puede definir como una película de su director.


Lynch se divierte incluyendo homenajes en otro nuevo ejercicio de libertad a películas tan importantes en el devenir de la historia del cine como "De entre los muertos" (Vertigo, Alfred Hitchcock, 1958) y "Persona" (id., Ingmar Bergman, 1966). El hilo conductor que existe entre ambas producciones –la confusión y la crítica de personalidades falsas o, lo que es lo mismo, la célebre frase de Shakespeare sobre el teatro de la vida– es utilizado por Lynch una vez más (en "Carretera perdida", el fuego de artificio de la transformación del personaje que encarnaba Bill Pullman era un golpe de efecto muy lynchiano que pertenece más a un terreno personal), sólo que esta vez de una manera mucho más central. De esta manera, el director juega a ordenar –al fin y al cabo, poner un principio y un final es de lo que se trata esto de contar historias– de manera no habitual (cronológica) dos posibilidades de una misma historia. Con ello, el director provoca una confusión muy de su gusto que obedece a la imaginativa perversión de elementos bien conocidos por el espectador tales como la acumulación de ingredientes naturales del cine de intriga, la puesta en duda de la ordenación canónica de las acciones en el género –siempre tendentes hacia la resolución del enigma– o el papel de la realidad –travistiéndola de una sugerente verosimilitud– en un invento tan premeditadamente vicario como es el cine.


Pero, por encima de que el director se incline más por recalcar siempre el artificio del medio –a ello también obedece la pantanosa irresolución del enigma que simboliza una caja azul– que en sobrevolar el argumento, es tremendo el poder de Lynch para convertir lo que iba a ser un capítulo para una serie de televisión (a ello obedece la presencia en el grupo de productores de Tony Krantz, un catódico manager responsable de, entre otras series, "Felicity") en una película que muy poco tiene que ver con lo que iba a ser su nuevo proyecto televisivo. En principio, un reparto de poco relumbrón del que destaca Naomi Watts (mucho más que una chica mona). El trabajo de puesta en escena sigue rigurosamente sus principios estéticos y no capitula ante la forma tradicional de hacer televisión, y las costuras de un guión al que, qué duda cabe, en algún momento se impostó una pústula genial, quedan muy bien escondidas. Tras haber hojeado el libreto de lo que iba a ser el capítulo de televisión no puedo más que rendirme ante la evidencia de que Lynch no es sólo uno de los más habilidosos directores estadounidenses sino también un guionista digno de elogio, estudio y admiración.


Alguien se rajó en ese proyecto para una serie de televisión y, como contrapartida –más que como venganza–, David Lynch respondió creando uno de sus guiones más personales y perfectos, inventándose una visionaria metáfora sobre la representación, y en concreto sobre la audiovisual, en forma de un club llamado "Silencio", en el que ocurren todos los milagros con justificación poética, en el que se empieza a doblar la lógica de la trama, en el que tiene lugar un alumbramiento que concluye con un pliegue de la propia historia, la muestra consecutiva de acciones que no calificaré como anteriores o posteriores, pero en las que se realza su naturaleza de obra cinematográfica. Y, aunque los amigos de la mediocridad los puedan tachar de autocomplacientes, a los que nos gusta el cine estos ejercicios de majestuosa demagogia nos encantan.

Rubén Corral. (labutaca.net)

sábado, 22 de marzo de 2014

Fargo (1996)

CURSO 2013-2014. SESIÓN 6

Título original: Fargo.
Fecha de Emisión: 28 de Marzo de 2014, a las 17:00 horas.
Lugar: Salón de Actos del I.E.S. Cándido Marante Expósito.
Entrada gratuita. Proyección exclusiva para los miembros de la comunidad educativa del I.E.S. Cándido Marante Expósito. Largometraje expuesto en VO con subtítulos en español.
Presentación a cargo de Roberto A. Cabrera.
Película no recomendada a menores de 18 años.




SINOPSIS

Un hombre apocado y tímido, casado con la hija de un millonario que le impide disfrutar de su fortuna, decide contratar a dos delincuentes para que secuestren a su mujer con el fin de montar un negocio propio con el dinero del rescate. Pero, por una serie de azarosas circunstancias, al secuestro se suman tres brutales asesinatos, lo que obliga a la policía a intervenir.

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CRÍTICA



Aunque no sea un género o siquiera un subgénero, existen muchas películas que se basan en que lo planificado salga mal, que las cosas se vayan de las manos y se cree un irrefrenable efecto bola de nieve. Así sucede en ‘Fargo’ (1996), donde parece que a los creadores, Ethan y Joel Coen, al contrario que a Hannibal Smith y asumiendo la ley de Murphy, les encante que los planes salgan mal. La intención de organizar cualquier historia a lo largo de este tobogán de desdichas, además de garantizar el aporte de grandes dosis de acción, suele ser demostrar las ironías del destino, el absurdo del comportamiento humano o la dificultad para tomar las riendas de nada. Por lo tanto, el tono de comedia negra que escogen los hermanos puede ser el más idóneo para narrar la espiral de violencia en la que se convertirá una treta que aparentaba ser inocua.

Tras una serie de films que se podrían calificar de manieristas, los Coen dan un giro formal con su sexto largometraje, que está realizado con un estilo más comedido que los anteriores, como pide el tono de su contenido. Esta madurez estética no significa que pierdan la marca de autor, renuncien a la estilización o que nos encontremos ante encuadres y movimientos de cámara anodinos, pues muchos de sus planos de fondo nevado han quedado como algunos de los más destacados del momento. Ha permanecido asimismo en el recuerdo la música original de Carter Burwell, colaborador habitual de los directores y guionistas. Bajo el pretexto de basarse en hechos reales –que más tarde confesaron que no eran tales–, los de Mineápolis consiguieron con este paso adelante que finalmente se les prestase atención desde el Hollywood que los menospreciaba y apelar a un rango de espectadores más amplio que el de sus previos trabajos. Así, fue nominada a siete Oscar, de los que obtuvo el de mejor actriz y mejor guion original.


En los diálogos reside el detalle más notorio de ‘Fargo’, con ese retrato de la América profunda, de seres apenas articulados, cuyas muletillas como “yeah” y “Jeez” se repiten en cada intervención o constituyen la única palabra emitida en cada ocasión. Estos habitantes sencillos sufren al mismo tiempo un retrato despiadado y un homenaje, a los cual es sometida también la vida campestre, en ese reflejo cargado de detalles y hallazgos –por ejemplo, la monstruosa estatua del leñador que da entrada al pueblo–. Los Coen se ceban con sus personajes hasta robarles casi por completo el cerebro o la capacidad reflexiva, pero también los quieren y celebran sus idiosincrasias. La escena en la que el agente pregunta al dueño del bar y este le relata los hechos, como quien cuenta un chiste, sin dar pie apenas al saludo, es un claro ejemplo de esta semblanza que, por encima de los raptos y asesinatos, supone el componente principal del film.

La defensa de la apacible vida de pueblo queda patente en la superioridad moral del personaje de Frances McDormand, cuyas palabras maternales de una de las secuencias finales expresan las intenciones de los creadores. La sheriff se ha ocupado de resolver estos asesinatos mientras atendía a asuntos ajenos a la cuestión, en lugar de dejarse la piel como harían los detectives de series y thrillers, que se toman cada caso como algo personal. Por otra parte, su retrato no es el heroico de otros investigadores, con capacidades casi sobrehumanas y una gran dosis de superioridad con respecto al pueblo llano, sino que es una más y se aferra a las misma muletillas que emplean todos sus paisanos. Desde esa implicación meramente profesional, esta mujer embarazada es la más capacitada para dar la sentencia que lo deje todo en su sitio. El punto de vista de la cinta adopta esta perspectiva despegada de la investigadora, lo que hace que ‘Fargo’ no pueda disfrutarse como un policíaco, sino como otra cosa.


Exceptuándola a ella y a su entorno –el marido es un auténtico santo–, el resto de los personajes, cada uno a su manera, se mueven en esos tonos grises que no los definen ni como buenos ni como malos. De cierta forma, todos son víctimas, pero en cierto modo también son todos verdugos, incluso los que simulan ser más honrados. A todos los motiva la codicia y el egoísmo. Dentro de este retrato nada maniqueo de los personajes, el más interesante es el protagonista, interpretado con su característica sobriedad por William H. Macy, ya que es quien aparenta ser más inocente o más víctima, pero es quien desata todo el huracán de calamidades. Es un hombre cobarde, que vive atenazado, no ya por su mujer, sino por su suegro y que, con una actitud pasivo agresiva, trata de salirse con la suya sin afrontar nunca de cara los problemas. La película tiene como propósito, además de lo ya señalado, criticar esta actitud taimada.

Al igual que a los personajes de Steve Buscemi y Peter Stormare se les va la mano con la violencia, aventuraría que lo mismo les sucede a los autores, cuando introducen una crueldad que no viene a cuento. No me refiero a que haya demasiada crudeza o sea necesario el reblandecimiento para evitar herir sensibilidades. A lo que me refiero es a salidas de tono, a reacciones poco verosímiles. Si lo percibimos todo dentro del tono cómico que se ha planteado desde el principio para demostrar el absurdo del comportamiento, sí debería encajarnos, aunque para ello hayamos de dejarnos llevar por el entusiasmo que nos producen el resto de los ingredientes de la película. Pero si analizamos cada uno de los pasos que dan estos matones, algunos pueden estar motivados por la desesperación o la torpeza, pero otros no los justifican ni esas razones. Esto podría deberse al tono caricaturesco que adoptan los Coen quienes, por mucho que se pongan de parte del pueblo, no dejan de situarse por encima, lo que también crea un distanciamiento a la hora de comprender hechos o decisiones.


No podemos olvidar lo que supuso ‘Fargo’ en el año de su estreno. La generación que comenzaba a disfrutar del cine en aquel momento encontraba esta opción gamberra como algo exclusivo suyo y excluyente para los mayores y gracias a eso se convirtió en uno de los títulos de su década. La estela abierta por Tarantino, en la que los personajes sostenían largos diálogos que no necesariamente cumplían un propósito dentro del film o donde las escenas podían obedecer a algo más que añadir información sobre una trama, encuentra aquí una posibilidad muy diferente, pero dirigida a un público con ganas de disfrutar de una manera similar. Dieciséis años después, los que entonces éramos jóvenes, tenemos que preguntarnos si el efecto que nos produce sigue siendo el mismo.

Ya he comentado otras veces que de los Coen me gustan mucho algunas cosas y nada otras. Y, a riesgo de encontrar incomprensión –aunque no se comparta, no debería ser algo que llamase la atención o crease rechazo–, confesaré que lo que menos me convence de ellos es su humor. Encuentro sus dramas magistrales casi en su totalidad y de ellos me gusta su saber hacer, tanto para contar historias, crear personajes y dialogar, como para poner en imágenes. Pero no me suelo reír con sus gracias. En el caso de ‘Fargo’, película que se encuentra a caballo entre ambos tratamientos, me debato igualmente entre las dos conclusiones. Por mucho que comprenda la intención de demostrar el absurdo y sepa que, por ello, no tengo que buscar explicaciones racionales o perfectas a todo, encuentro que algunas de las escenas rompen la tuerca al darle una vuelta de más. Claro que por encima de todo esto está un espléndido retrato de actitudes, diálogos y relaciones pueblerinas representado gracias a unas incontestables interpretaciones del reparto al completo. El tono de comedia se torna negro por las ironías –destriparía mucho si señalase el incidente que mejor las pone de manifiesto– que el destino reserva a casi todos los personajes.

Beatriz Maldivia. (blogdecine.com)

domingo, 16 de febrero de 2014

Blade Runner (1982)

CURSO 2013 -2014. SESIÓN 5

Título original: Blade Runner.
Fecha de emisión: 28 de Febrero de 2014, a las 17:00 horas.
Lugar: Salón de Actos del I.E.S. Cándido Marante Expósito.
Entrada gratuita. Proyección exclusiva para los miembros de la comunidad educativa del I.E.S. Cándido Marante Expósito. Largometraje expuesto en VO con subtítulos en español.
Presentación a cargo de Roberto A. Cabrera.




SINOPSIS

A principios del siglo XXI, la poderosa Tyrell Corporation creó, gracias a los avances de la ingeniería genética, un robot llamado Nexus 6, un ser virtualmente idéntico al hombre pero superior a él en fuerza y agilidad, al que se dio el nombre de Replicante. Estos robots trabajaban como esclavos en las colonias exteriores de la Tierra. Después de la sangrienta rebelión de un equipo de Nexus-6, los Replicantes fueron desterrados de la Tierra. Brigadas especiales de policía, los Blade Runners, tenían órdenes de matar a todos los que no hubieran acatado la condena. Pero a esto no se le llamaba ejecución, se le llamaba "retiro".

TRÁILER




CRÍTICA



Hablar de ‘Blade Runner’ es hacerlo de varias cosas. Es hablar de la magia del cine, es hablar de arte, es hablar del ser humano, es hablar de una experiencia que transforma al espectador. Hace unos días, tuve la santa suerte de poder ver, en una sala de los Kinépolis de la ciudad de Granada, esta extraordinaria película que dirigió Ridley Scott a partir de una novela de Philip K. Dick. La había visto ya, si no recuerdo mal, cinco veces, pero jamás de esta forma, en pantalla grande y con una calidad de sonido y de imagen sencillamente inmejorables. ‘Blade Runner’ es una película que se enmarca tanto en la ciencia ficción como en el cine negro, terrenos ambos donde camina con paso firme y ejemplar, pero sobre todo es una visión pesimista y trágica de la condición humana.

El ser humano está en declive, muerto; esto es lo que ponen de manifiesto sus creaciones más perfectas, unas “máquinas” que se han desarrollado hasta tal punto que, en contraposición con las personas “reales”, quieren vivir intensa y eternamente. Gracias al precioso envoltorio de ciencia ficción, ‘Blade Runner’ plantea de forma fascinante una pregunta que siempre nos ha acompañado: ¿qué nos hace humanos? Lo orgánico ha perdido todo su sentido y las gentes deambulan sin sentido por calles ruidosas y superpobladas donde la lluvia refleja perfectamente el estado de ánimo que el film quiere transmitir. La fantástica banda sonora de Vangelis, la increíble visión de Scott y unos actores en estado de gracia logran que nos quedemos totalmente pegados a la butaca, independientemente de las veces que hayamos viajado hasta el barroco futuro de los replicantes.


El argumento de ‘Blade Runner’ (1982) se centra en Rick Deckard, un policía especializado en cazar replicantes. Los replicantes son algo así como robots biológicos, seres humanos artificiales, creados para cumplir las tareas que los hombres ya no quieren hacer, en lugares donde se necesita una mayor mano de obra. Las nuevas generaciones de replicantes, los Nexus-6, han empezado a desarrollar emociones y llegan a cometer crímenes contra personas, por lo que son declarados ilegales. Los Blade Runners son los ocupados de eliminarlos. Estamos en Los Angeles, año 2019. Deckard se ve obligado a cumplir con una peligrosa y desagradable misión…

Lo que pasó por mis encendidas retinas el pasado 1 de diciembre (por cierto, infinitas gracias desde aquí tanto a una deliciosa jovencita como a un amable amigo, por hacer posible la memorable velada), fue concretamente una versión llamada ‘Blade Runner: The Final Cut’ (o ‘Blade Runner: El Montaje Final’, que básicamente es el director´s cut más una mano de pintura digital para, supuestamente, hacer más creíble el mundo futurista donde se desarrolla la acción.

No hacía falta, desde luego, tal tarea, como ya quedó en evidencia cuando el pesetero de George Lucas volvió a vendernos su (también mágica) saga de las galaxias; pero, por otro lado, no molesta lo más mínimo y apenas se nota, salvo porque sabes que “eso” no estaba ahí la última vez que viste el film. Igualmente, se han añadido algunos planos nuevos, pero pasan desapercibidos y personalmente me lo tomé del mismo modo que los retoques de efectos especiales (como si no estuvieran). La (quizá exagerada) explotación comercial que se está haciendo de esta mítica película ha llevado a muchos a desprestigiar las diferentes versiones, punto de vista que considero equivocado. Porque otro aspecto increíble de ‘Blade Runner’ es que, por un lado, es única, pero por otro, tiene varias versiones que funcionan a las mil maravillas. He llegado a la conclusión (no probada científicamente) de que la primera versión que ves es la que amas; pero en cualquier caso, la magia que desprende la obra está, reside en los fotogramas de todas las diferentes variaciones de la misma historia. Personalmente, me quedo con el director´s cut, pero, por ejemplo, Alberto prefiere la versión que se estrenó en un primer momento. Muy curioso.


Elegante, sutil, preciosista, perfeccionista… Podríamos usar cualquiera de éstos y más calificativos para referirnos y subrayar la magistral labor de dirección de Ridley Scott en este film. Un señor que lleva el cine en sus venas, como se demuestra en incontables momentos de su envidiable filmografía; un señor que tiene en su haber ‘Alien’, ‘Thelma y Louise’, ‘Black Hawk Derribado’ o la para mí sobrevalorada ‘Gladiator’, pero que no tiene en su poder un Oscar (quizá ‘American Gangster’ se lo proporcione). Scott nos sitúa siempre dónde hay que estar, imprime el ritmo adecuado para cada momento (nos deja sin aliento con el primer “retiro” y nos relaja con las escenas íntimas de Deckard) y nos sumerge en un oscuro y lluvioso entorno que se muestra tan desolador como bellísimo. En este sentido, el diseño de producción es sublime. Scott se aprovecha de todos los elementos a su disposición para mover la cámara sin que nos demos cuenta, señal inequívoca de que no podía hacerse de otra forma. Por cierto, se suele decir que “el libro siempre va a ser mejor que la película”, pero con una película tan especial como ‘Blade Runner’ las normas no valen. La obra de Dick no podría lucir mejor en la pantalla, recibiendo una dosis de poética complejidad pocas veces vista. El genial escritor no pudo verla, pero seguro que estaría muy agradecido por esta adaptación. A fin de cuentas, le saca brillo a una de sus novelas menos inspiradas.
Al igual que los temas de Vangelis, los rostros de ‘Blade Runner’ no se olvidan. 

Inevitablemente, el memorable impresionante y emotivo monólogo final (lo puedes ver mil veces, te eriza la piel siempre) hace que sean Harrison Ford y Rutger Hauer los actores más recordados, pero es también inolvidable la preciosa fragilidad de Sean Young, la salvaje belleza de Daryl Hannah o las extrañas facciones de Edward James Olmos, que encarna a un personaje muy secundario pero tan fascinante como el resto. Pero evidentemente, repito, puestos a destacar, hay que mencionar por encima de todos a Ford y a Hauer, que comparten un duelo que es un prodigio en todos los sentidos, trepidante, oscuro, reflexivo y de maravilloso desenlace. Tanto uno como otro están simplemente perfectos; el primero compone a un detective melancólico, un antihéroe, con el que nos podemos identificar desde el primer fotograma, y el segundo interpreta (y crea) a uno de los mejores villanos que ha dado el cine en toda su Historia. Por cierto, atención a las frases que le dedica el replicante al Blade Runner, ¿se conocían anteriormente? ¿Era Deckard ese sexto replicante que menciona su superior? ¿Por eso Deckard tiene ese reflejo dorado en los ojos? Los adoradores de la versión comercial, aun quitando el sueño del unicornio, tenéis que admitir que Deckard es… bueno, me callo que seguro que hay alguien por aquí que todavía no la ha visto.



‘Blade Runner’ pasa por ser una de esas razones por las que amar el cine, uno de los pocos títulos realmente imprescindibles del séptimo arte. Es tal la belleza y la complejidad de la obra que uno se queda casi sin palabras al querer describirla. Podéis daros un buen viajecito por la red y comprobar la cantidad de debates y análisis que ha originado la película (catalogada como la de mayor contenido filosófico en numerosos sitios). Como bien sabéis, hay cosas que es mejor no ensuciarlas contándolas, hay que verlas y experimentarlas por uno mismo. Si eres de los que aún no han sentido en tu propia piel el monólogo final del replicante Roy Batty, no dudes más, tienes una tarea pendiente y urgente. Y si ya lo has sentido, ¿a qué esperas para repetir? Ah, vale, esperas al día 11 de diciembre, que sale a la venta una edición apabullante, con maletín y discos para pasar horas sentado, de esta genial e incontestable obra maestra.


Juan Luis Caviaro. (blogdecine.com)