miércoles, 15 de enero de 2020

Incendies (2010)

CURSO 2019-2020. SESIÓN 3

Título original: Incendies.
Fecha de emisión: 24 de enero, a las 17:00 horas.
Lugar: Salón de actos del I.E.S. Cándido Marante Expósito.
Entrada gratuita. Proyección exclusiva para los miembros del I.E.S. Cándido Marante Expósito. Largometraje expuesto en VO con subtítulos en español.
Presentación a cargo de Roberto A. Cabrera.


SINOPSIS

Jeanne y Simon Marwan son dos gemelos que viven en Canadá cuya madre Nawal, tras pasar sus últimos días sin hablar, acaba de fallecer. En el acto de apertura del testamento, el notario les da dos cartas que deben ser entregadas a un padre al que creían muerto y a un hermano cuya existencia desconocían. Jeanne decide entonces emprender un viaje al Líbano para intentar localizarlos y encontrar respuestas a su existencia, pero Simon no quiere saber nada del tema... Basada en una obra de teatro de Wajdi Mouawad. (FILMAFFINITY)

TRÁILER



CRÍTICA 1: 


Reciente el estreno de 'Prisioneros' ('Prisoners', Denis Villeneuve, 2013), película a la que es fácil augurarle alguna que otra nominación en la próxima edición de los Oscars, me ha parecido oportuno rescatar su anterior trabajo, 'Incendies' (id, 2010), que tuvo una muy merecida nominación al Oscar a la mejor película de habla no inglesa en la edición celebrada en el 2012, premio arrebatado por 'En un mundo mejor' ('Haeven', Susanne Bier, 2010). Dejando a un lado la absurda discusión sobre qué película merecía el citado premio, lo cierto es que el nombre de Villeneuve es de los que vamos a tener en cuenta a partir de ahora, uno de esos realizadores que afortunadamente no se dejan llevar por la moda imperante en el cine actual: narrar deprisa y corriendo.

Las historias que pone en imágenes Villeneuve son para disfrutar con su tempo, lentamente y a la vez con una gran intensidad debido al detallismo del canadiense en su dirección. Historias densas que encuentran su razón de ser en un trabajo lleno de mimo por lo que se está narrando, en una armoniosa conjunción entre lo que se narra y cómo se narra logrando ese milagro tan discutido de la forma es el fondo. En el caso que hoy nos ocupa hablamos de una historia pequeña que mirada en un contexto mayor habla de algo tan evidente como el horror de la guerra y los enfrentamientos entre pueblos por ideas políticas y sobre todo religiosas. Y cómo no, sobre las terribles consecuencias de estar metido entre todo eso, y también sobre el difícil acto de entender y a partir de ahí perdonar o no. Un tema crudo y difícil que Villeneuve logra hacer comprender como algo sencillo. Una película demoledora, dolorosa en cada uno de sus muy calculados pasos.



(From here to the end, Spoilers) 'Incendies' da comienzo con la reunión de dos hermanos, Jeanne (Mélissa Désormeaux-Poulin) y Simon (Maxim Gaudette) con el notario de la madre de ambos, Nawal (Lubna Azabal), en la lectura del testamento de la misma. Nawal ha fallecido dejando un sorprendente legado en forma de último deseo hacia sus hijos, deben encontrar a un hermano del que nunca han oído hablar y a un padre que jamás han conocido. Ambos deberán perderse en el intrincado Oriente Medio, aún con las secuelas del enfrentamiento entre musulmanes y cristianos, para un encargo no demasiado bien recibido por Simon. Un viaje lleno de dolorosas revelaciones que poco a poco irán desvelándose hasta una conclusión que deja sin aliento, y en el que el recuerdo de su madre como "la mujer que canta" aún sigue dejando huella, con todo lo bueno y lo malo que ello tiene. El recuerdo de la guerra y sus víctimas, algo tan delicado y aterrador como la experiencia en sí misma.

La película fluye como si se tratase de una ecuación matemática, uno de los aspectos más inteligentes del conciso guión, para unos hijos más sorprendidos que nunca con el hecho de conocer quién fue realmente su madre. ¿Hacia dónde les llevará un viaje que no han pedido hacer? ¿Qué terrible secreto ha ocultado su madre durante tantos años y que le ha llevado a un estado casi catatónico? ¿Serán capaces de comprender lo que les espera? Todas esas preguntas y algunas más irán desvelándose en una película que utiliza las elipsis de forma magistral, al tener que llenar el espectador los huecos de lo "no mostrado" en un ejercicio que en apariencia puede resultar algo caprichoso, pero que Villeneuve hace comulgar lo escrito en su propio guión, partiendo de la obra teatral de Wajdi Mouawad, con lo que sus imágenes nos muestran. Para ello echa mano de cuidados planos secuencia y un ritmo cadencioso que jamás cae en la lentitud, al contrario, cuando uno se da cuenta la película ha pasado como un suspiro, y hablamos de dos horas y cuarto.


'Incendies' está llena de instantes muy duros —sin ir más lejos el de la primera imagen, doloroso hasta decir basta y que muestra sin miramientos las crueldades cometidas en nombre de la religión, en nombre de un dios que hace tiempo murió de vergüenza—, y aunque camina por el espinoso terreno de la ideología Villeneuve no condena a sus personajes, muestra las razones, las dudas, de todos a través del paso del tiempo que convierte al enemigo en amigo o vecino y a éste en eterno adversario movido por los prejuicios o la tradición de un pueblo al que la palabra sufrimiento le queda corta. No hay justificación en algunos de los demoledores actos de alguno de los personajes que pueblan 'Incendies', sobre todo el de cierto torturador, clave en la historia, están las circunstancias, atroces, y los bandos que uno elige en tiempos de guerra con las consabidas consecuencias.

Como toda ecuación matemática las incógnitas se despejan y la solución llega en forma de suma inesperada como un golpe directo a las entrañas en un aparentemente rocambolesco giro final que en realidad siempre ha estado delante de nuestras narices, oculto como un secreto tapado por el transcurrir de los años, losas en el alma de una mujer que creía en lo que hacía y cuyo único legado es un amor que no pudo obtener en vida de una forma digna. Un amor que nace del entendimiento. No se habla de perdón, no se habla de olvidar, sino de entender, de comprender. Y de saber de dónde viene cada uno, de la identidad.

Villeneuve volvería a hablar sobre la familia en su debut estadounidense, volviendo a utilizar al grupo Radiohead, que personalmente no me gustan, de forma muy sabia. Pronto hablaremos de ello.

Alberto Abuín (espinof.com)

CRÍTICA 2: Hijos de la ira.

El principio de la última película de Denis Villeneuve es prometedor. Al compás de la hipnótica y oscura canción de Radiohead dedicada a Tony Blair, You and whose army, vemos a unos niños amontonados en un habitáculo gris, mientras que unos adultos les van rapando la cabeza. El final de la secuencia se nos queda grabado en la mente, gracias a una perfecta sintonía con la modulación rítmica de la canción, mediante una cámara que se va aproximando con un zoom a la cara del niño al que están afeitando en ese momento, para dejarnos en un primerísimo primer plano su mirada desafiante a cámara, y por ende, a nosotros los espectadores.


Promesas cumplidas, porque Incendies es una película potente y vigorosa, tal como es la determinación y fuerza de Nawal Marwan (impresionante Lubna Azabal), mujer libanesa con un tortuoso pasado, solo desvelado una vez que ella fallece. De la misma manera que la desgarradora You and whose army -patrón sombrío que dictará las evocaciones sonoras del film-, pertenece al disco gemelo Amnesiac, las huellas de Nawal deberán volver a pisarse por sus dos hijos mellizos. A ellos les requiere que finalicen los compromisos que ella no pudo a llevar a cabo. A tal efecto, les encomienda que entreguen dos cartas. Una para un padre y la otra para un hermano. La consternación se hace patente en cuanto la identidad se quiebra, al ser conocedores de que su progenitor no está muerto tal como les hizo creer, sino que además, tienen un hermano. Desarticulado el presente de Jeanne y Simon Marwan, el realizador, de forma magistral, nos conducirá por un trenzado de tiempos que se enroscan como una hiedra a la pared. El pasado fluirá en una interconexión que nos llevará a la guerra civil libanesa, para situarnos en el sur del país, abriendo fuego en el contexto de las recíprocas masacres de finales de los 70 entre las comunidades cristianas y musulmanas. La lógica de los señores de la guerra aplasta con pasos furiosos a una población sumida en un polvorín de desconcierto, de infamias, ultrajes en nombre de la religión y de animadversión entre hermanos. En ese sentido, la historia personal de Nawal se erige en una parábola de la historia de un país. Esos secretos que poco se van desmadejando sobre la figura de una mujer combativa sirven como lectura de una población dividida en unas férreas convicciones religiosas, en un espacio fuera de quicio.


El guión férreo y compacto, que parte de una obra teatral de Wajdi Mouawad (toda una lección de adaptación en cuanto resulta harto complicado rastrear su origen escénico), funciona en varias capas de células yuxtapuestas que se adhieren virtuosamente en una sola. Lo sentimental e íntimo aparece perfectamente canalizado. Incendies cimbra la aspereza y sequedad cabal de la violencia junto con una emoción instrumentalizada y mesurada para dotar de profunda intensidad a la catarsis. Es como se erigen en una membrana delicuescente que absorbe de forma centrípeta los aspectos exógenos, contextuales y políticos, los cuales determinan la figura fantasmática que los hijos deben reconstruir. Así se justifican esos planos generales de un presumible Beirut o esos breves tiempos muertos acompañados de música  para conformar una precisa atmósfera lacerante. Por ello es muy reseñable la perfecta sinergia entre los momentos cumbres de la trayectoria de Nawal, en correspondencia con los vértices del dispositivo narrativo cinematográfico. Valga como ejemplo la secuencia de la masacre del autobús, segmento que da nombre al film. No solo determina un punto fundamental en el viraje del personaje hacia la acción violenta, sino que además el espectador lo recordará como una de las cúspides del film. La importancia diegética en los mismos términos espectatoriales. Por todo ello, creo que hay que ser muy cínico para desdeñar el film como si fuese un vulgar culebrón con ambientación bélica.


La teleología de la historia nos lleva preservar con respeto la revelación final y uno siente la imperiosa obligación moral de no desvelar detalles de una trama muy enraizada en una tragedia griega. Porque todos los caminos dispuestos convergen en uno solo. De los hijos dependerá romper el hilo de la ira. Alejados y distantes en el momento que su madre fallece, especialmente un Simón muy resentido, finalmente se verán purificados. Una piscina como espacio de agua, presente en diversos momentos del film, actuará como símbolo cardinal del profundo abismo que se ha abierto en ciernes y que les llevará a conocer a una mujer que tomó un camino equivocado, desde el momento que le pasó lo peor que le puede pasar a una madre. Le sesgaron el amor y su vida fue una búsqueda constante. La mujer que canta alcanza el lugar del mito en una genealogía de violencia y furia. Ese viaje iniciático que les llevará a lo más profundo de su ser es el grabado de un coraje, el de Nawal, legándonos una conmovedora película que se alza como una de las mejores que he visto en este año.

Manu Argüelles (elespectadorimaginario.com)