sábado, 2 de diciembre de 2017

Paterson (2016)

CURSO 2017-2018. SESIÓN 3

Título original: Paterson.
Fecha de emisión: 15 de diciembre, a las 17:00 horas.
Lugar: Salón de actos del I.E.S. Cándido Marante Expósito.
Entrada gratuita. Proyección exclusiva para los miembros del I.E.S. Cándido Marante Expósito. Largometraje expuesto en VO con subtítulos en español.
Presentación a cargo de Roberto A. Cabrera.




SINOPSIS

Historia sobre un conductor de autobús y poeta aficionado sobre las pequeñas cosas llamado Paterson, que vive en Paterson, New Jersey.


TRÁILER



CRÍTICA 1: Poemas y encuadres.

Los referentes empleados por Jim Jarmusch no son esta vez cinematográficos o musicales. No hay ecos de Seijun Suzuki (Ghost Dog) ni western abstracto con William Blake, Franz Kafka, Buster Keaton y Robert Bresson en la recámara (Dead Man). No hay cine de episodios ni relatos de fantasmas (Mystery Train, Noche en la Tierra), ni los mitos de Fausto y Don Juan (Flores rotas), el cine de evasiones carcelarias (Bajo el peso de la ley), el espectro rockero (Mystery Train, Year of the Horse, Gimme Danger) o la adecuación del temario vampírico (Solo los amantes sobreviven). Por no haber, ni tenemos otra paisajística neoyorquina (Permanent Vacation, Extraños en el paraíso).

No, esta vez Jarmusch recurre a la poesía, una de sus primeras pasiones, desarrolladas antes que la música y el cine pero practicada solo en la intimidad. La poesía de William Carlos Williams. La ciudad de Paterson, en New Jersey. De hecho mucho más que una ciudad. El filme se titula así porque atañe a ese espacio geográfico que Jarmusch filma como ha filmado las ciudades de Nueva York, Nueva Orleans, Memphis y Detroit –incluso el Madrid de Los límites del control–, entre la observación cotidiana y la geografía fantasmática. Pero también es el nombre de su personaje principal, notable Adam Driver tras habernos matado a Han Solo, y el título de una de las obras poéticas más importantes de William Carlos Williams. Así que Paterson, la película, se corresponde con un personaje, un espacio y un texto poético, igual de protagonistas los tres.

Más cerca de Extraños en el paraíso que nunca, Jarmusch exprime de manera bella, honda y consecuente su forma de entender el relato cinematográfico capturando los tiempos muertos, las repeticiones y las pausas en la vida de sus personajes. Son siete días, de lunes a lunes, en la existencia de un conductor de autobús que escribe poesía sin rimas hecha a partir de esos mismos motivos cotidianos; una caja de cerillas de una parca y diseños concretos, por ejemplo. Paterson, el conductor, se levanta cada mañana en un plano idéntico, desayuna, realiza su trabajo, aprovecha esos tiempos muertos clave en el cine de Jarmusch para escribir fragmentos de sus poemas, regresa a casa, pone bien el poste del buzón, conversa (más bien escucha) a su compañera, observa como pinta todo lo que encuentra a su paso (cortinas y vestidos, sombreros y faldas, en otra repetición circular), pasea el perro y pasa las últimas horas del día en un bar que, como todo microcosmos jarmushiano, encierra personajes diletantes, amantes que no entienden que el amor ya pasó y memorabilia de la ciudad, el comediante Lou Costello, nacido en Paterson, en cabeza.

La belleza de las cosas simples. Suena a tópico, pero así es. El arte de la repetición, o como construir un relato lúcido (y a ratos también lúdico) a partir de la reincidencia no solo de las mismas situaciones, si no en la manera de encuadrarlas y modularlas. Porque el tono es esencial en el cineasta, más que en cualquier otro, y esta vez el tono es cinematográfico pero pautado por la creación poética. Otro detalle precioso: los sonetos de Paterson son leídos por él mientras los escribe y Jarmusch sobreimpresiona el texto en la imagen, dos informaciones al mismo tiempo que, lejos de ser retóricas, nos acentúan el placer de mirar y el de escuchar.

A favor: todo, de Adam Driver a la duración de cada plano.

En contra: nada.

Quim Casas (sensacine.com)


CRÍTICA 2: 'Paterson': poética de la vida ordinaria.

Paterson es conductor de autobuses. Y poeta. Cada día, antes de iniciar su jornada de trabajo, retoca los versos que va anotando en su cuaderno. Encuentra la inspiración en la realidad más cotidiana: en las charlas que mantiene con su mujer Laura, en los trayectos en el bus por las calles de la ciudad con la que comparte nombre, en las conversaciones que pesca de los pasajeros (esos chicos escapados de 'Moonrise Kingdom' rememorando al anarquista italiano que vivió en Paterson, Giuseppe Ciancabilla), en la caja de cerillas de la cocina, en los encuentros fortuitos mientras pasea a su perro Vincent, en las visitas a su pub habitual... Paterson (un Adam Driver brillante en su contenida interpretación) practica una poesía de versos libres y austeros que celebra la belleza de elementos cotidianos. Como el propio cine de Jim Jarmusch.

'Paterson', la película, toma en sí misma una forma poética, no tanto en su expresión visual como en su estructura narrativa. A la manera de un poema de siete estrofas, el film se despliega como una variación de la vida diaria del protagonista a lo largo de una semana. El ritmo interno viene marcado por esta cadencia de la rutina: dentro de un mismo patrón general que se reitera, los detalles confieren una musicalidad distinta. Jarmusch juega además con los pareados a través del motivo visual de los mellizos. Y ofrece, a modo de guiño autoreferencial, una serie de rimas con sus películas anteriores: los travellings laterales que resiguen una línea de casas como en la Nueva Orleans de 'Down by Law' (1986); la reaparición de Nagase Masatoshi, el actor protagonista de uno de los segmentos de 'Mistery Train' (1989); la escritora adolescente con la que el protagonista discute de Emily Dickinson como eco de esa niña con la que el samurái de 'Ghost Dog' (1999) hablaba de 'Frankenstein'; la caja de fósforos como motivo visual recurrente en la línea de 'Los límites del control' (2009)...


El ritmo interno viene marcado por esta cadencia de la rutina: dentro de un mismo patrón general que se reitera, los detalles confieren una musicalidad distinta


Jarmusch nos sumerge en esta celebración de la vida cotidiana por parte de un artista amateur a través de sus propios códigos. La práctica poética de Paterson se encuentra en las antípodas de la institución Arte y aquí reside también su encanto. El macguffin dramático que recorre la película gira en torno a la posible publicación de su obra, la única frontera que separa a Paterson de convertirse en un poeta también de oficio. A ello le anima Laura, un personaje con su universo visual propio, a quien le gustaría que el talento de su esposo tuviera un reconocimiento público. (Aunque, todo hay que decirlo, la protagonista femenina que encarna Golshifteh Farahani representa la principal objeción a una película tan magistral como 'Paterson'.

Por momentos, Jarmusch se muestra incapaz de valorar la pulsión artística de Laura con el mismo baremo que la de su marido. La estética entre suprematista y pop en blanco y negro que Laura aplica a todo su entorno y sobre todo a las magdalenas que hornea en su casa parece más fruto de un capricho excéntrico de una ama de casa ociosa que su manera de vivir, como Paterson, la cotidianidad desde una óptica poética. Afortunadamente, Jarmusch consigue reajustar el desarrollo del personaje justo cuando más peligro corría de desfigurarlo...).


'Paterson' es la más kaurismäkiana de las obras de Jarmusch; resulta más subversivo encarar las películas desde un optimismo humanista que desde un pesimismo siempre facilón


Aki Kaurismäki dio un tumbo al registro de sus películas a partir sobre todo de 'Un hombre sin pasado' (2002). El finlandés constató que, a partir de cierta edad y ante el estado de las cosas en el mundo, resulta más subversivo encarar las películas desde un optimismo humanista que desde un pesimismo siempre facilón. 'Paterson' es la más kaurismäkiana de las obras de Jarmusch, más incluso que ese homenaje explícito al maestro que surgió del frío que es el episodio 'Helsinki' de 'Noche en la Tierra' (1991). No solo por el tipo de encuadre y el tono de aires azulados que presiden las secuencias en interiores a la manera de la fotografía de Timo Salminen, los gags de humor introspectivo, la fobia a la tecnología propia del siglo XXI de la que hace gala el protagonista (con una actitud menos arrogante que la del personaje de 'Solo los amantes sobreviven') o el protagonismo que cobra el personaje canino, Marvin.

El estadounidense opera aquí también una muda respecto a su tono habitual. Como en el cine de Kaurismäki, en 'Paterson' se lleva a cabo una celebración de la vida ordinaria de un trabajador que mantiene un potente vínculo de hermandad con su entorno cotidiano (se compañero de trabajo siempre quejoso, los habituales del bar donde para cada día a tomarse una caña, su esposa siempre atareada con algún proyecto insólito...). El día a día se entiende no como forma de enajenación sino como antítesis popular de la épica. Y no deja de existir una proyección utópica en el retrato de esta comunidad en la que se mueve el autobusero poeta. Paterson, la ciudad, funciona a la vez como una localización concreta con sus referentes propios e idiosincrásicos, empezando por su poeta insignia William Carlos Williams, y como un espacio idealizado de una rutina sin conflictos que permite ser vivida desde esta percepción poética.

'Paterson' es la película más luminosa que ha firmado Jim Jarmusch hasta el momento, la primera en que deja prácticamente aparcada esa actitud cool de estrella del rock de vanguardia que le pesaba tanto a la anterior 'Solo los amantes sobreviven'. Desde la veteranía, el director de 'Stranger than Paradise' construye una emotiva oda al artista amateur que deviene un manifiesto actualizado sobre su forma de entender el arte. Así que no cierren todavía sus listas de lo mejor del año...

Eulalia Iglesias (elconfidencial.com)


sábado, 4 de noviembre de 2017

Dos días, una noche (2014)

CURSO 2017-2018. SESIÓN 2

Título original: Deux jours, une nuit.
Fecha de emisión: 17 de noviembre, a las 17:00 horas.
Lugar: Salón de actos del I.E.S. Cándido Marante Expósito.
Entrada gratuita. Proyección exclusiva para los miembros del I.E.S. Cándido Marante Expósito. Largometraje expuesto en VO con subtítulos en español.
Presentación a cargo de Roberto A. Cabrera.



SINOPSIS

Sandra dispone sólo de un fin de semana para ir a ver a sus colegas y convencerlos de que renuncien a su paga extraordinaria para que ella pueda conservar su trabajo. Su marido la acompaña para apoyarla.

TRÁILER



CRÍTICA 1: Marion Cotillard en un nuevo gran papel.

Llega a cartelera otra maravilla de los hermanos belgas Luc y Jean-Pierre Dardenne. Una de las mejores películas de 2014 que ofrece otra extraordinaria actuación de Marion Cotillard.

Quienes han aprovechado la oportunidad de seguir la filmografía de estos grandes cineastas (porque a Colombia han llegado casi todas sus películas) sabrán que ellos hacen dramas sencillos y contundentes en las que sus protagonistas son personas de clase social media.


Esta es una historia brillante, al límite de la ética: una trabajadora de una fábrica de paneles solares regresa de su incapacidad médica y descubre que su permanencia ha quedado en manos de sus compañeros de trabajo, a quien su empleador les ha ofrecido la oportunidad de votar si aceptar de nuevo su compañera, o repartirse sus labores y poder conservar así sus bonos anuales de 1000 euros. El dueño de la compañía vive momentos difíciles por la competencia asiática.

¿Hasta dónde llega la solidaridad humana? A Sandra, interpretada grandemente por Marion Cotillard – los hermanos Dardanne no suelen utilizar actores de gran fama para sus producciones, pero la decisión de optar por la actriz francesa se debe a la compleja naturaleza de esta historia -, le tocará convencer de casa en casa a sus compañeros para que voten a su favor en un último intento desesperado por conservar su puesto. Tragarse su orgullo y pedir la solidaridad de los demás.
El relato es un viaje con muchísimos altibajos emocionales. La situación es muy incómoda para su protagonista y su esposo, como para sus compañeros que ven en riesgo su ingreso anual extra. ¿Es ella o somos nosotros? Esa incomodidad se traslada al espectador: el moralista de entrada dirá que la solidaridad va primero, pero si se detiene a pensar en sus propias necesidades y sus ambiciones, quizá estando en esa situación lo primero que le aflore sea el egoísmo.


¿Sería capaz casi que de humillarse, ir de casa en casa rogando a sus compañeros para que cambien de opinión y así no dejar esfumar ese salario? La posición de Sandra, presionada un poco por su esposo y las necesidades del hogar la ponen en una circunstancia demasiado complicada que la debilitan física y emocionalmente. La construcción del personaje es impecable: Marion Cotillard se mete en la piel de esta mujer a punto de dejarse vencer, pero que aún así sabe que hay que tratar de mantener la calma, de superar el problema por su esposo y sus dos hijos. De callar, entender y tolerar las decisiones de sus compañeros.

Dos días,  una noche es cine cotidiano, sencillo pero inmensamente trascendental, una revisión a nuestra naturaleza humana – a lo bueno y a lo malo -, a nuestra doble moralidad. A ratos resulta esperanzadora, a ratos dolorosa y hasta escalofriante.

Emotiva, reflexiva, intensa (gran ritmo y de justo metraje), compleja y con un contundente mensaje sobre la dignidad, Dos días, una noche es de las mejores películas de 2014 y otra gran joya de los hermanos Dardenne.

Sandra M Rios U (cinevistablog.com)


CRÍTICA 2:

El éxito de los hermanos Dardenne dentro del Festival de Cannes está más que consolidado. Los galardones que han conseguido van desde dos Palmas de Oro, Premio al Mejor Guión, el Gran Premio del Jurado y hasta dos Premios Ecuménicos. Tras el visionado de Deux jours, une nuit, todo apuntaba a que esta racha podría continuar. Parecía una apuesta segura. Un film con una importante lección sobre la moral y la dignidad personal frente a los intereses económicos es la envoltura perfecta para acercarnos un cine social sobre las dificultades económicas y laborales de la clase baja-media.

Este es el periplo de fin de semana que Sandra (Marion Cotillard) emprende junto a su marido, para intentar mantener su trabajo. Viajan de casa en casa para intentar convencer a sus compañeros de empresa para que voten por ella en vez de por la prima extra de salario a la que cada trabajador tiene derecho y así evitar que sea despedida. La tarea de convencer a una persona para que deje a un lado su beneficio económico y se sume al gesto de solidaridad para que Sandra conserve su puesto, no es tarea fácil. Tan difícil como lo tuvo el miembro del jurado interpretado por Henry Fonda en 12 hombres sin piedad (12 Angry Men, Sidney Lumet, 1957) al querer demostrar que los argumentos a veces no son tan evidentes como nos quieren hacer creer.

El filme nos presenta a Sandra como una mujer debilitada que quiere salir del agujero de depresión en el que se encuentra, enfrentada a un entorno que le supone una barrera. Tiene dos luchas. La interna, contra su baja autoestima, y la externa, en la que prima la supervivencia como madre de familia. La conclusión final se salda con un aplauso al unísono por parte del espectador, que está acostumbrado, por desgracia, a un sistema de nula catadura ética, corrompido por los intereses económicos.

África Sandonís (elespectadorimaginario.com)

viernes, 6 de octubre de 2017

El ciudadano ilustre (2016)

CURSO 2017-2018. SESIÓN 1

Título original: El ciudadano ilustre.
Fecha de emisión: 27 de octubre, a las 17:00 horas.
Lugar: Salón de actos del I.E.S. Cándido Marante Expósito.
Entrada gratuita. Proyección exclusiva para los miembros del I.E.S. Cándido Marante Expósito. Largometraje expuesto en español.
Presentación a cargo de Roberto A. Cabrera.




SINOPSIS

Daniel Mantovani, escritor argentino galardonado con el Premio Nobel de Literatura, hace cuarenta años abandonó su pueblo y partió hacia Europa, donde triunfó escribiendo sobre su localidad natal, Salas, y sus personajes. En el pico de su carrera, el alcalde de Salas le invita para nombrarle "Ciudadano Ilustre" del mismo, y Montavani, contra todo pronóstico, decide cancelar su apretada agenda y aceptar la invitación.


TRÁILER



CRÍTICA 1: 'El ciudadano ilustre', cuando un premio Nobel vuelve a casa... y se arma la de Dios.

Cuando a Juan Antonio Roca lo pillaron con el carrito del helado, la esencia pura del 'malayismo' y del horterismo de apología del exceso de nuevo rico con mucho parné morado en la cartera y muy poca materia gris en la sesera quedó concentrada en una única imagen, terriblemente elocuente, trágicamente cómica: la de ese 'miró' colgado de la pared del cuarto de baño, compartiendo espacio vital con la escobilla de váter y el ambientador con perfume a colonia de bebé para enterrar en una ola de limpieza y pureza el hedor de la descomposición y de la degradación humana. La tinta atemporal de una litografía vanguardista compartiendo hábitat con fluidos, deposiciones y efluvios varios. Partículas chocando, entrando en contacto, en un abrazo -si no físico- conceptual. Defecar mirando un 'miró'. Que un 'miró' te vea defecar.

En 'El ciudadano ilustre', el premio Nobel de Literatura Daniel Mantovani (Óscar Martínez) viaja en un taxi desmadejado por un camino de cabras, de vuelta a su pueblo natal, Salas -en la Argentina profunda-, del que salió echando pestes 40 años antes, sin mirar atrás. Hoy, Mantovani vuelve para recibir la medalla de ciudadano ilustre, el mayor reconocimiento que otorga la localidad que lo vio nacer y crecer, y para recibir el amor y el respeto de sus conciudadanos. Después de sufrir un pequeño contratiempo, el taxista le pide al escritor que le preste uno de sus libros. Arranca una hoja y sale del vehículo. Camina unos metros, encuentra un buen sitio entre unos matorrales y se pone en cuclillas. 

Los directores Mariano Cohn y Gastón Duprat -que han presentado también este año en San Sebastián el documental 'El asado'- vuelven a reflexionar sobre la colisión entre dos mundos, el de la cultura y la erudición, el de las palabras pomposas y la condescendencia intelectual y el otro, el que se limpia el culo con la literatura, el que reduce el cine de autor a categoría de paja mental y aquel para el que un libro, aparte de un accesorio mobiliario que tiene que ir a juego con las cortinas, es una forma de maquillaje del complejo de clase. Un tema al que ya recurrieron en su ópera prima, 'El artista' (2008), y en la hilarante y desquiciada 'El hombre de al lado' (2009), todas con guión de Andrés Duprat.


En 'El ciudadano ilustre', Daniel Mantovani representa el estamento más alto de la exquisitez no sólo cultural -porque aunque últimamente se haya puesto en tela de juicio, ¿qué reconocimiento hay de más prestigio que el premio Nobel?-, sino también del refinamiento cosmopolita. Mantovani, que ha alimentado su obra con la idiosincrasia de su pueblo natal, decide en un acto -quizás de nostalgia, quizás en busca de un nuevo chute de inspiración- volver al pasado, a reencontrarse con la vida sencilla y prosaica de sus raíces, siempre con la distancia del turista. 

Óscar Martínez, que ya alucinó a la crítica con su estupendo papel del casposo Velarde en 'Capitán Koblic' (2016), vuelve a interpretar aquí con la precisión de un francotirador, sin mover un músculo de más, construyendo un personaje tridimensional y con aristas que encaja perfectamente con el registro que pide la historia.

Desde su llegada, este choque de opuestos, fuente natural de la comedia, irá provocando situaciones tan verosímiles como absurdas en una serie de momentos sacados del 'surrealismo costumbrista' que tan bien manejan los directores. Un humor que nace de la incomodidad del personaje con el entorno -y viceversa-, de esa unión antinatura concebida con una intención benigna que acaba conduciendo al desastre. Como las cenas de empresa navideñas. Como un polvo con tu compañero de piso. El guionista y los directores exprimen el folclore local y hacen desfilar una hilera de personajes extraños, de actitudes desconcertantes, apuntaladas con el humor que entraña un plano pretendidamente largo, intencionadamente vacío, o excesivamente coreografiado. Todo ello con una propuesta formal autorreferencial, entre el documental y el 'sketch', perfectamente coherente con ese 'surrealismo costumbrista' buscado.

Duprat y Cohn escarban por un lado, en el campo de las pulsiones, las rencillas no cerradas y las viejas heridas, lugares comunes de las vueltas al pasado. El regreso de un hijo pródigo al lugar del que siempre estuvo huyendo. Mantovani se encuentra con antiguos compañeros, con viejos amigos que fueron parte de su vida y con los que apenas encuentra ya un mínimo hilo que los una. Ellos, por su parte, se topan con un desconocido, que aunque conserve el nombre, tiene poco que ver con la persona con la que comparten memorias.

Sin embargo, por el otro, planean una reflexión interesante sobre la apropiación de la identidad individual por parte de un colectivo, convirtiendo a una persona de carne y hueso -con los defectos que eso conlleva- en la representación de las virtudes -y única y exclusivamente de las virtudes- del propio colectivo, ya sea pueblo, país o asociación de joteras punk en apoyo al escarabajo pelotero. 

Como un reverso oscuro de la Ilustración, 'El ciudadano ilustre' también reflexiona sobre el 'todo por el arte pero sin el arte' tan paradójico como común hoy. Los cineastas señalan la cómica contradicción que supone la instrumentalización del arte en la que no importa la obra, ni siquiera el artista, sino exclusivamente la idea que éste representa -el eslogan, la mercadotecnia- y cómo se puede utilizar. La lisonja insincera tan precticada.

A medida que pasan los días, cuando se va desmontando la imagen ideal preconcebida -en ambas direcciones-, el aplauso va dando paso a la decepción, la frustración y, finalmente, al enconamiento, sobre todo en una sociedad que aprecia la autocrítica tanto como un integrista la tolerancia. Como en una ampliación del campo de batalla de 'La comunidad' (2000), el ambiente de Salas comenzará a enrarecerse empujando a ambos mundos a un 'Big Bang' final.

'El ciudadano ilustre' es la crónica negra y cómica de una muerte anunciada, la de una relación antinatura de dos mundos en las antípodas. Una divertida fábula sobre el papel de la cultura en la sociedad donde una y otra se vampirizan mutuamente -a pesar de que se teman y se desprecien la una a la otra porque, probablemente, no lleguen a comprenderse del todo-, sobre el significado del éxito, sobre la soledad del creador, y sobre la huida de las raíces -por algo te fuiste, recuerda-. Así que, ¿por qué volviste, Mantovani?

Marta Medina (elconfidencial.com)


jueves, 25 de mayo de 2017

Joven y bonita (2013)

CURSO 2016-2017. SESIÓN 8

Título original: Jeune et jolie.
Fecha de emisión: 16 de junio, a las 17:00 horas.
Lugar: Salón de actos del I.E.S. Cándido Marante Expósito.
Entrada gratuita. Proyección exclusiva para los miembros del I.E.S. Cándido Marante Expósito. Largometraje expuesto en VO con subtítulos en español.
Presentación a cargo de Roberto A. Cabrera.



SINOPSIS

Isabelle, una hermosa joven de 17 años que pertenece a una familia de clase alta de París, parece tener el mundo a sus pies. Pero tras un verano en el que la pérdida de la virginidad le resulta decepcionante, un viaje de autodescubrimiento sexual la embarcará a partir del otoño en una doble vida: estudiante de día y prostituta de lujo por las tardes. Esta es su historia, a través de cuatro estaciones y cuatro canciones.

TRÁILER



CRÍTICA 1: Para amantes de las provocaciones exigentes.

Lo mejor: la portentosa, desarmante belleza de Vacth.
Lo peor: jugar de más con la opacidad de su protagonista.

Resulta imposible sustraerse a la tentación de comparar esta decididamente provocadora Joven y bonita con Belle de Jour (1967), la película con la que el glorioso impertinente Luis Buñuel puso en imágenes ciertas pulsiones ocultas que constituyen algo así como lo que la mentalidad patriarcal considera el fantasma de algunas (¿de todas las?) mujeres: la prostitución. Fijación masculina por excelencia, sobre la pulsión del comercio con el propio cuerpo basculan ambas películas. Pero lo que en Buñuel era crítica de la institución matrimonial, además de explícito deseo cumplido, se hace en Ozon mucho más difuso, menos concreto: ¿actúa la protagonista movida por el simple (¡y tanto!) deseo sexual, o más bien le seduce la idea de obtener un dividendo por tales retozos? ¿Es la suya una actitud de provocación a la educación burguesa recibida? ¿O sólo una pirueta peligrosa en los límites de una sociedad que ya no tiene a la privacidad como una de sus conquistas? Mucho más posmoderno que Bertrand Tavernier cuando aborda la vida de jóvenes bienestantes, Ozon se limita a mostrar esta historia de despertar al sexo sin juzgar a su personaje; él simplemente no se pronuncia. Y de las opacidades de su propuesta, el espectador siente surgir algo oscuro pero poderoso, terrible pero seductor que lo está interpelando.

Mirito Torreiro (fotogramas.es)


CRÍTICA 2: Prostituirse antes de prostituirse.

No hay en esta película de François Ozon ni el menor rastro de Buñuel, aunque pueda parecerlo si sólo se atiende a la línea de su sinopsis, pues se concentra en la práctica insondable de una mujer (en este caso una jovencita de 17 años) de la prostitución sin que medien motivos económicos o familiares. La coincidencia de Joven y bonita con «Belle de jour» se termina en ese ejercicio clandestino de supuesta rebeldía.

Ozon nos cuenta otra historia cuya esencia habría que mirar más en la adolescencia, el despertar no exactamente al sexo sino al poder que otorga el sexo cuando coinciden las dos palabras del título. La película nos muestra desde el comienzo el potencial armamentístico de la protagonista, encarnado con un imbatible arsenal de encantos por la modelo Marine Vacth, en un ambiente de verano e ingenuidad.

Puesto que Ozon prefiere atender a lo climático que a lo sentimental, esa protagonista veraniega e ingenua entra en la estación del otoño escolar con la fuerza renovada de una mujer curtida que, sin ofrecer mayor emoción o explicación, decidirá prostituirse como alternativa inexplicable, o no explicada, a su vida normal de familia burguesa.

Probablemente Ozon y su película aspiran a que el espectador sustituya ese acto irrazonable con la potencia de un tópico: la atracción de lo clandestino en esa edad de conflicto, el inevitable gesto de rebeldía de quien tiene dardo pero no diana, el descubrimiento del sexo como fuente no de placer sino de poder... Acaso habría que atender a la banda sonora, a esas canciones perdidamente sentimentales y apasionadas de Françoise Hardy o las alusiones a Rimbaud, que serían como la única pista, la huella en qué pisar, para comprender lo que el personaje de Isabelle siente o pretende.

Es curioso cómo el director no acepta el reto de la lógica y nos cuenta la historia de Isabelle sin el menor atisbo de drama hasta el desenlace impostado (el personaje de Charlotte Rampling llega para darle apariencia de profundidad, de vuelo vital, pero es un artificio, un recurso cremallera para lo que ha de estar naturalmente desabotonado). Joven y bonita queda, en realidad, como un retrato inquietante no de la mujer, sino del final de la adolescencia, que es la última fortaleza del ser humano desde la que se puede desafiar al mundo adulto sin perder la gracia ni el derecho a tu lugar en él.

Oti Rodríguez Marchante (hoycinema.abc.es)


CRÍTICA 3: La madurez sexual en el siglo XXI.

Desde 1997, con Regarde la mer, François Ozon ha mantenido una producción prácticamente ininterrumpida de un largometraje por año, en los que ha realizado cintas tan disímbolas como similares: thrillers psicológicos, musicales, conflictos de pareja, enfermedad, la sociedad, la juventud, la madurez; comedias, dramas y misterio, pareciera que el reto es hacer algo diferente a lo anterior cada vez, pero mantener su estilo y seguir desarrollando a sus actores. Así, logra dejar su huella que define la mirada en la que se aproxima a la realidad de su historia.

Después de Dans la maison (2012), que se perfiló más como película de suspenso, en donde la narrativa fue caminando a la par del espectador, y hace uso de varios personajes para crear más tensión y tener múltiples intervenciones alrededor de la misma historia, el director francés retoma uno de los temas que ha explorado con anterioridad: la madurez en la juventud.


En su cortometraje Action Verité (1994), Ozon explora los primeros momentos en los que unos jóvenes van descubriendo sus cambios emocionales y fisiológicos. Es cuando el cuerpo comienza a transformarse, justo en el instante en el que la mente pide a gritos un cambio. Los cuatro jóvenes involucrados en esta pequeña historia se hallan en el descontrol, en la incertidumbre, y lo que antes era gracioso, se vuelve incómodo y cobra un nuevo sentido en sus vidas y decisiones.
Jeune et jolie, su último largometraje, retoma un poco de este tema del cambio y todo aquello que va convirtiendo a los jóvenes en adultos. Isabelle es joven y bella, con un cuerpo deseable y terso, con la mente abierta a la transformación y las ganas de descubrirse a sí misma. Así, un día en la playa, se deja mirar a lo lejos y ser deseada, se regodea en la sensación de la emoción a flor de piel por hacer algo “prohibido” y a escondidas.

Esta misma sensación de observar a la distancia, pero de forma continua, es lo que Ozon permite durante todo el metraje de la cinta. El personaje principal es esta chica de diecisiete años que un buen día despierta con ganas de ser auténtica y de disfrutar de un placer que aún no conoce. Su primera experiencia sexual la conducirá a descubrir un gusto inexplicable por el peligro que el sexo acarrea.


Isabelle sabe lo que tiene, conoce sus talentos y poco a poco va encontrando sus propios límites, que no sabía que existían y que –con inocencia- cree que puede traspasar. Es justo en los primeros años de la juventud (una vez cruzada la barrera de la adolescencia) cuando parece que las personas son capaces de conquistar el mundo, de pasar días sin comer, horas sin dormir, donde las barreras no impiden lograr algo y donde las frustraciones se hiperbolizan sin sentido. Así, en este punto, el personaje principal cambia su vida y la va llevando justo a donde está segura que debe ir: el mundo de la excitación del cuerpo y la emoción de ocultarlo.

Durante todo el tiempo, se acompaña a Isabelle en sus primeros pasos hacia su nueva vida de escort, que comienza con la curiosidad y llega a un punto de devastación, no por el peligro que puede correr gracias a la misma naturaleza de la actividad, sino debido a una situación fuera de control que sacude a la protagonista y desequilibra su realidad.


Ozon decide mantener al espectador al margen, dejando mucho espacio de por medio entre este y la protagonista. Todo se mira a la lejanía, permitiendo no sólo “disfrutar” de lo que se ve, sino dejando la posibilidad de estar tan alejados del personaje que es posible juzgar y criticarlo, al punto en el que se vuelven inexplicables sus acciones. Entra, entonces, el juicio de quien mira para completar el texto cinematográfico. La gente cree siempre saber lo que es mejor para todos. Entonces, ¿cuántas malas decisiones puede tomar el personaje ante los ojos de quien le mira?

El director francés se toma el tiempo de conocer la rutina de Isabelle, de mirar su relación con su hermano y con su madre, de participar en sus encuentros casuales, de hacer sus recorridos por las calles, pero sólo son breves momentos los que deja para que ella hable sin corazas, de que abra ligeramente su corazón que está escondido tras las capas de la incertidumbre y el deseo.


El tiempo transcurre, ella se transforma, y aunque parece que no ha pasado nada, los cambios se vuelven cada vez más tangibles. Pero Ozon logra esto gracias a que se está tan lejos y la presentación de cada episodio es tan breve, que la poca cercanía se convierte en impaciencia y culmina con una incomodidad ante el momento en el que Isabelle conoce a una mujer que ha estado casada con uno de los personajes con los que interactúa.

Ahí, hace su aparición una Charlotte Rampling que muestra la madurez desde otra perspectiva y lo único que hace es acompañar a la joven y bella Isabelle por unos minutos, mostrando un futuro o, tal vez, una versión diferente de mujer, que se dibuja y desdibuja en la mirada nublada de la chica, que se halla en medio de una vorágine emocional, que –a su corta edad- parece difícil de manejar.

Ozon deja claro que es capaz de tocar cualquier tema en su cine y que puede conducir no sólo a sus personajes sino al espectador, indicando qué debe y no debe ver, qué puede y no puede pensar. Joven y bonita es más que la historia de Isabelle, es la percepción que tiene el ser humano de la vida misma.

Cristina Bringas (elespectadorimaginario.com)

Oh Boy (2012)

CURSO 2016-2017. SESIÓN 7

Título original: Oh Boy.
Fecha de emisión: 12 de mayo, a las 17:00 horas.
Lugar: Salón de actos del I.E.S. Cándido Marante Expósito.
Entrada gratuita. Proyección exclusiva para los miembros del I.E.S. Cándido Marante Expósito. Largometraje expuesto en VO con subtítulos en español.
Presentación a cargo de Roberto A. Cabrera.




SINOPSIS

Niko (Tom Schilling) es un joven veinteañero que abandona la universidad y acaba vagando por las calles de Berlín. Celebrada ópera prima, en blanco y negro, que trata sobre el deseo de participar en la vida y la dificultad para encontrar un lugar en el mundo.



TRÁILER




CRÍTICA 1: ¡Un día sin café es un día perdido!

La frase del título resume una broma continua a lo largo del filme, donde Niko protagoniza la frustrante búsqueda de un simple café, con una serie de infructuosos intentos para obtenerlo.

Vale la pena empezar con un pequeño análisis de los personajes, porque ninguna persona en la película es lo que parece. Jan Ole Gerster admite que siempre le han interesado más los antihéroes que los héroes clásicos del cine. “Eran los aislados, los solitarios, con los que siempre me he identificado”. Niko, un veinteañero que se encuentra justo en el momento en el que se chocan las utopías con la vida real, al principio parece un antihéroe, un muchacho despreocupado e indiferente que deja la universidad, pero durante dos años vive a costa de su padre rico sin decirle nada. Sin embargo, ¿es Niko realmente un antihéroe? Definitivamente, es un personaje oculto: no parece lo que es. Le tomamos afecto por ser una persona generosa y de buen corazón, simpática y amable. De modo semejante, casi todos los que acompañan a Niko durante las veinticuatro horas que dura la historia no parecen ser lo que son. Su amigo Matze es un actor subempleado, pero talentoso y excelente; el vecino entrometido parece un pesado, un pelmazo, pero resulta un hombre profundamente infeliz, harto de la monotonía de su vida; Julika, su antigua compañera del colegio, aunque parezca una artista confidente, tiene un gran complejo de inferioridad que arrastra desde pequeña; Friedrich es un anciano sabio que ha viajado por el mundo, pero es evidente que la Segunda Guerra Mundial le ha causado un gran impacto y muere sin obtener paz. Por otro lado, el padre de Niko es un personaje engañoso: parece ser un buen padre que se preocupa de su hijo e intuitivamente estamos de acuerdo en que el joven debería “cortarse el pelo, comprarse unos zapatos decentes y buscar un trabajo, como todo el mundo”. No obstante, después de conocerle y ver su manera condescendiente de portarse con los demás, no es lo que parecía: vemos a una persona amargada, aunque exitosa, que va a seguir siendo un misántropo.


Si bien el tema central de la película se enfoca en los intentos del protagonista de esforzarse y superar el desarreglo temporal de su vida, le acompañan elementos que crean el ambiente de austeridad, escasez y aislamiento, como la fotografía en un blanco y negro hipnótico, la ciudad de Berlín moderna y vanguardista, la música: una mezcla de guitarra, piano, música alternativa y smooth jazz, relativamente pocos atrezos y diálogos escasos, al igual que una luz  bastante brillante. A través de esas herramientas, Jan Gerster saca la película de su tiempo y hace que parezca intemporal.

Gerster lleva a cabo un relato lleno de referencias que mezclan el drama y la comedia con trato fino, de forma natural, sin artificios. Hay momentos en que realmente nos hace reír, como el tema del café y el ataque de la risa tonta en el teatro, pero también hay una imagen de Berlín actual ante los ojos de sus ciudadanos, cansados de sosería y opacidad, bastante decepcionante. Eso ha sido un acto deliberado, según las palabras del director mismo: “Así es como yo siento la vida, una mezcla de drama y comedia, y va oscilando entre los dos polos. Lo que siempre he valorado mucho en el cine es cuando se utiliza el humor para contar algo serio, y al revés. Sigo creyendo que el gran arte del cine consiste en conseguir esta mezcla entre comedia y drama”.

Cabe destacar que el título del filme Oh Boy! es un juego de palabras. Claramente, boy se refiere a Niko, un muchacho joven, el protagonista. Sin embargo, en inglés la expresión Oh Boy! se utiliza como ¡ay!, ¡vaya! y sirve para significar sorpresa y agregar fuerza a la oración. Se utiliza cuando uno se encuentra en una situación inoportuna e inconveniente que requiere una solución inmediata. Niko está afrontando esta situación, pero por alguna razón nos deja tranquilos y convencidos de que la va a superar.
No cabe duda de que la deliciosamente natural actuación de Tom Schilling en el papel principal contribuye en gran medida al éxito de la película, ya que ha sido la revelación del Nuevo Cine Alemán. Por lo tanto, no extraña que hasta la fecha haya recibido tres premios por este papel: Seymour Cassel Award en el Festival Internacional de Cine de Oldemburgo 2012, Bester Darstelleren los Premios Bávaros del Cine 2013 y Goldene Lola en los Deutscher Filmpreis (Premios del cine alemán), 2013. Oh Boy! es la ópera prima de Jan Ole Gerster y su proyecto de la disertación para la Academia  Alemana de Cine y Televisión. Ya puede estar orgulloso de haber ganado seis Premios del Cine Alemán, incluyendo mejor película, director y guión; un premio de mejor película en  el Festival de Sofía 2013 y el Premio Discovery (Mejor Película Revelación) en losPremios del Cine Europeo 2013. ¡Qué maravilloso debut!


El director admite abiertamente que en su trabajo, y no solo en Oh Boy!, se inspira en el cine de François Truffaut, uno de los iniciadores de la Nouvelle Vague. Su primer largometraje, Los 400 golpes, una de sus cintas preferidas, ha tenido una influencia especial en su carrera como cineasta. Sobre ella dice: “Siempre he sentido una cierta cercanía hacia esa película, igual que más tarde hacia las películas que rodó Truffaut con Jean Pierre Léaud”. Léaud desempeñó el papel principal de Antoine Doinel en Los 400 golpes y en la serie de cinco cortometrajes, acerca el mismo personaje, que conformó El amor a los veinte años, que cuenta la historia de Antoine desde su niñez hasta la edad adulta.

Recomiendo acompañar a Niko en la búsqueda de su lugar en el mundo. Quizás nosotros también nos preguntemos, como él: “¿Sabes cómo es sentir que toda la gente que te rodea es un poco rara? En cuanto lo hayas pensado, estará claro que el problema eres tú”. Quizás la respuesta esté en el mismo filme.

Karolina Ginalska (elespectadorimaginario.com)

CRÍTICA 2: Berlín, año dosmil.

Oh Boy es la laureada ópera prima de Jan Ole Gerster, apoyada en una más que brillante interpretación de un joven Tom Schilling que soporta una regular apuesta sin riesgo y aprovechando el monótono panorama cinematográfico alemán.


Oh Boy es una tragicomedia al uso, donde un joven berlinés, sin oficio ni beneficio, es acosado por ese síndrome veinteañero donde la desidia es la respuesta única y posible ante un mundo sentimental y laboral decepcionante. Ante un ambiente de cansinas expectativas, Niko Fischer -Tom Schilling- decide dar un portazo a su castillo de mentiras tratando de ser absolutamente consecuente. Para ello, una vez abandonada su pareja, se muda a un apartamento con potenciales papeletas de convertirse en el agujero prototípico del solterón y se apoya en el subsidio económico de un padre adinerado mientras dure la mentira de sus estudios universitarios que ya dejó hace un par de años. Sin embargo, las expectativas de Niko no pasan por tomar el mando de su vida, sino por estirar hasta que dure la cuerda su condición de lúmpen europeo donde un halo de malditismo al ritmo de un jazz urbano son lo mejor que el protagonista puede ofrecer a la sociedad.

Berlín, como epicentro del subsidio donde los jóvenes alemanes – y europeos- pueden dormitar y congelar las responsabilidades que la sociedad productiva espera de ellos, es un limbo que ofrece un hospedaje barato y una oferta cultural envidiable. Sostenido por el estado, soporta un grupo social nada despreciable que aprovecha tales facilidades para llevar a la práctica una disciplina vital hedonista y vanidosa tremendamente temeraria, basada en un pensamiento burgués crítico con la sociedad capitalista y consumista pero, contradictoriamente, perfectamente subsidiada por ella. Tales antagonismos conforman una psique que navega entre una actitud que se desprecia a sí misma, que altera la percepción interna del individuo y que conduce hacia una agotada renuncia al futuro. Esa tristeza lánguida y conformista, como una patología, persigue a Niko Fischer quien deambula por las calles de ese cobijo urbano con la simple esperanza de tomar un café al uso -no pervertido por el modernismo turista- emborracharse, o evitar cualquier contacto humano que pueda desembocar en un acto de reflexivo o crítico sobre su propia actitud. Así las cosas, la película no deja de ser una retahíla de desgracias que, basándose en la famosa máxima Alleniana de “drama + tiempo = comedia” tratan de convertir a Oh Boy en una simpática radiografía de la actual mentalidad juvenil europea. Apoyándose en una acusada influencia del cine independiente de los años noventa -retrotraerse a la Nouvelle Vague es algo temerario- el filme rueda por una cómoda autopista de clichés del cine alternativo no como campo de exploración, sino como lugar conocido y apacible donde el realizador se encuentra cómo pez en el agua. Blanco y negro -digital- y jazz, para dar un tinte moderno a una cinta entretenida pero poco arriesgada.


Sin duda, la mayor aportación de Oh Boy es la de su actor protagonista -recordemos: Tom Schilling-, quien aguanta notablemente todo el metraje, sin grandes aspavientos ni exigencias extravagantes en el guion. De todos modos el filme no es un cliché propio de la exportación del cine alemán, incluso el director se permite una ácida critica sobre este tema en una secuencia -tal vez, la mejor de la película- donde nos sumergimos en un plató cinematográfico donde están rodando una película sobre la Segunda Guerra Mundial.

En definitiva, buena ocasión para conocer el Berlín actual y sus moradores así como para entretenerse con un filme alemán sin uniformes ni moralejas, de factura adecuada aunque algo falto de propuestas innovadoras.

Tomás Benito (videodromo.es)

martes, 4 de abril de 2017

Kauwboy (2012)

CURSO 2016-2017. SESIÓN 6

Título original: Kauwboy.
Fecha de emisión: 21 de abril, a las 17:00 horas.
Lugar: Salón de actos del I.E.S. Cándido Marante Expósito.
Entrada gratuita. Proyección exclusiva para los miembros del I.E.S. Cándido Marante Expósito. Largometraje expuesto en VO con subtítulos en español.
Presentación a cargo de Roberto A. Cabrera.



SINOPSIS

Jojo tiene unos diez años y vive con su padre, casi siempre ausente debido a su trabajo. Según Jojo, su madre – una cantante country– está de gira. Su padre no pasa por un buen momento y Jojo oscila entre una precoz independencia y la necesidad de contención.


TRÁILER



CRÍTICA 1: De niños y pájaros.

He aquí una de esas películas que pueden complacer por varios motivos: porque nos gusten los niños, porque nos gusten los pájaros, porque nos gusten las localizaciones naturales o porque nos gusten las historias de niños con pájaros en un entorno natural. Les diré, sin embargo, que a mí 'Kauwboy' me gusta sin gustarme nada de eso. Quiero decir en el cine, claro, pues habitualmente el tratamiento de esos personajes y temas suele llevar aparejada una bonhomía complaciente, un buen rollito, que no se corresponden precisamente con mi idea de lo que deben ser las imágenes en movimiento. Afortunadamente, 'Kauwboy' es distinta. Primer largo de ficción del holandés Boudewijn Koole, cuenta la peripecia de JoJo, un preadolescente que vive con su padre, en lo que parecen las afueras de una ciudad, y que añora a su madre, cuyo destino no llegamos a adivinar hasta bien entrado el metraje. En sus solitarias correrías, JoJo encontrará un grajo del que se encaprichará, hasta el punto de llevárselo a casa en contra de los deseos de su progenitor.


A partir de aquí, todo podría ser muy distinto de lo que es y convertir 'Kauwboy' en un disparate baboso-sentimental-pseudoecologista. Por el contrario, Koole y su joven actor (Rick Lens, no sólo una mirada, sino también un cuerpo) prefieren abordar la soledad del muchacho, la problemática relación con su entorno, la inadaptación, el trauma, todo ello en cuidados términos visuales. El padre, por ejemplo, casi nunca es filmado en su totalidad, es un fragmento de cuerpo que depende de JoJo, como un apéndice. El mundo surge, en su esplendor y su miseria, de la mirada del niño. Y la naturaleza, incluido el grajo, no es una fuerza benéfica, un refugio, sino más bien un laberinto en el que los personajes vienen y van, como la chica que gusta a JoJo, cruzándose en itinerarios interminables. Aunque relato de aprendizaje, pues, es curioso que 'Kauwboy' no acuda tampoco al tremendismo, ni a esa épica del desastre cuyos maestros indiscutibles serían los hermanos Dardenne. Precisamente su fuerza estriba en mantenerse a una cierta distancia de todo a la vez que no oculta una cálida complicidad con sus protagonistas, más cercana al cine de Truffaut que al de su maestro Rossellini.

Koole no llega nunca al fondo de las cosas, es cierto, y su película se queda en una cómoda superficie que no lo perjudica, pero que tampoco le permite esplendores de mayor calado. Resulta de agradecer, en ese punto, que, a medida que avanza, 'Kauwboy' no renuncie a una progresión narrativa conducida con fuerza, sin aspavientos ni subrayados, pero también sin ceder un ápice de terreno. La felicidad, para JoJo, no será el cumplimiento de todos sus sueños, esos pájaros y esos fantasmas que pueblan literalmente su cabeza, sino la aceptación de una realidad no demasiado amable, pero en el fondo la única de que dispone. Película más amarga y menos trágica de lo que parece, 'Kauwboy' quiere encontar su justo lugar en ese tono cansino, decepcionado y sin embargo vitalista que persigue, como en una canción 'country'. No siempre lo logra, pero cuando lo hace merece la pena estar ahí.

A favor: Se parece a muchas otras películas con niño y, sin embargo, no se parece a ninguna otra.

En contra: Esa diferencia la paga con un tono irregular en algunos tramos.

Carlos Losilla (sensacine.com)


CRÍTICA 2: A mitad de camino. 

“Primero no hay nada. Nada en absoluto. Todo es negro; y después se enciende un fósforo: La vida”, le explica Ronald a su hijo Jojo, en voz en off. ¿En qué consiste ese estado previo a la existencia? ¿Cómo se aprende a ser? Interrogantes que atravesarán todo el relato e irán cobrando sentido a lo largo del film. Será el punto de partida de una historia pequeña, sensible e intimista sobre la ausencia y los conflictos familiares desde la vivencia de un niño.

Jojo (Rick Lens en una destacada interpretación) tiene diez años, es desenvuelto y sobrelleva, como puede, la angustia de un hogar escindido a causa de la falta de su madre, una cantante country de gira con su banda por Estados Unidos. El pequeño vive con su padre, Ronald (Loek Peters), un hombre irascible, poco comunicativo y mayormente ausente por motivos laborales. Jojo pasa la mayor parte de su día solo, lo que alterna con su entrenamiento en el equipo de waterpolo junto con su amiga y vecina Yenthe (Susan Rader), con quien también disfruta de su tiempo libre. Una tarde, cerca de su hogar, encuentra una cría de cuervo o granilla a la que cuidará con gran dedicación y cariño. El pájaro ocupará un lugar importante en su vida, a pesar de la oposición de su padre. Para el niño y su papá son tiempos de encuentros y desencuentros. Ambos deberán asumir el destino que les toca.
Aprendiendo a volar (una inapropiada denominación impuesta por el mercado local) –Kauwboy, su título original, proviene de la palabra kauw=granilla en holandés. El film es la ópera prima del cortometrajista y documentalista holandés Boudewijn Koole. Desde sus primeros trabajos, Koole se interesó en abordar dramas familiares como en Trage liefde (2007), donde narra la historia de un niño que nunca ha conocido a su padre. En su nueva película, registra minuciosamente el proceso de adaptación de un niño en relación a la ausencia.


La puesta en escena crea un clima intimista y cercano al personaje principal, a través del uso de los primeros planos y de la cámara en mano, escabulléndose en el interior de su hogar. Los espacios vacíos se resignifican a partir de los objetos que registra. Objetos que describen y narran por sí solos su micromundo: fotos familiares sobre las paredes; un poster de la madre con su guitarra; las botas que usaba, el equipo de música donde Jojo escucha sus canciones antes de dormir. La composición de los planos es esteticista y equilibrada. Las imágenes son bellas y sensitivas: el agua burbujeante de la pileta, el pelaje negro del pájaro sobre las manos, los largos y despeinados cabellos del niño.

Los interiores de la casa traducen el padecimiento de los personajes. Los espacios son caóticos y los planos cerrados enfatizan el encierro. Jojo se ocupa de la limpieza y del orden. Le sirve a su padre una cerveza cuando llega y juntos miran televisión. Entre ellos hay un clima de tensión manifiesto a través de sus conflictos pero, sobre todo, por lo no dicho, por lo que callan. Un silencio perturbador que intenta responder las preguntas del inicio. Cada uno lucha contra algo que comparten y que aún no es develado al espectador, por lo menos hasta superar la mitad del film. Hay un claro vacío informativo que se dosifica y una dualidad compositiva de los personajes propia del cine indie. Kooler introduce en varias secuencias conflictivas el uso del ralentí generando fisuras temporales dentro del relato.

La mayor parte de las escenas transcurren en exteriores, allí Jojo se siente libre y encuentra afectos: el pájaro, el equipo de waterpolo y su amiga Yenthe. A su cuervo, Jack, le enseña a volar y ese logro lo enorgullece, lo colma de felicidad. Una alegría compartida junto a su amiga con quien juega y conversa largas horas (una buena y equilibrada decisión del guion para no centrarse tanto sobre el niño y el pájaro).


Hay dos escenas que quisiera destacar: el enojo del niño golpeando los armarios del vestuario, una y otra vez; y la verborragia desencadenada frente a su padre cuando le impide festejar el cumpleaños de su madre. En ambas situaciones, la tensión colapsa, se expresa, sale como puede. Lo interesante es la decisión del autor, al intercalar tiempos muertos y espacios vacíos durante los cuales la inacción y la abulia del niño no hacen más que estimular y justificar la violencia contenida en las escenas mencionadas.

Presentada en numerosos festivales y muestras internacionales, Aprendiendo a volar/Kauwboy, fue galardonada con el Oso de Oro en Berlín por Mejor Opera Prima, ha recibido el premio Unicef, fue votada por el público en el Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente –Bafici 2012- y destacada en la Academia de Cine Europeo con el Premio de la Audiencia.

La película no cae en sentimentalismos, a pesar del tema y de tener a un niño como protagonista, más bien se orienta a fortalecer un registro naturalista sobre los comportamientos humanos ante situaciones límite. Sin embargo, y a pesar de una buena solvencia narrativa, la debilidad del film se encuentra hacia el final, en el manejo de la resolución del conflicto. Ahí es donde se aleja de la alegoría inicial, a la cual alude nuevamente en el final, y se desorienta. Si bien en el último cuarto de hora se devela aquello que necesitábamos para hilvanar la historia, la información no debería precipitar el desenlace y, menos, resolverlo de manera simplista y complaciente. El guion utiliza “tips” reparadores, extraídos de un manual de psicología básica. Un vuelco precipitado sobre el cierre que dejará insatisfecho a más de uno.

“Primero no hay nada. Nada en absoluto. Todo es negro; ¿y después?…”.

Marcela Barbaro (elespectadorimaginario.com)


domingo, 26 de febrero de 2017

Mustang (2015)

CURSO 2016-2017. SESIÓN 5

Título original: Mustang.
Fecha de emisión: 17 de marzo, a las 17:00 horas.
Lugar: Salón de actos del I.E.S. Cándido Marante Expósito.
Entrada gratuita. Proyección exclusiva para los miembros del I.E.S. Cándido Marante Expósito. Largometraje expuesto en VO con subtítulos en español.
Presentación a cargo de Roberto A. Cabrera.



SINOPSIS

Tras un inocente juego en la playa junto a sus compañeros de clase al comienzo del verano, la vida de cinco jóvenes hermanas huérfanas de un pequeño pueblo turco cambia radicalmente. Disgustados por la supuesta inmoralidad en el comportamiento de las chicas, su abuela y su tío deciden tomar medidas que garanticen la virginidad y pureza de las cinco hermanas, así como precipitarlas hacia su destino de futuras esposas.

TRÁILER



CRÍTICA 1: El problema de ser virgen (y suicida) en la Turquía de Bernarda Alba.

Las cinco chicas protagonistas de esta película chocan con los meapilas de sus mayores, empeñados en domarlas a garrotazos de fundamentalismo.


El Mustang siempre fue un coche muy cinematográfico. El chulo de Steve McQueen conducía uno de sus modelos en 'Bullitt' (Peter Yates, 1968), y Nicolas Cage intentaba robar un ejemplar, al que apodaba Eleanor, en esos '60 segundos' interminables que dispararon los niveles de testosterona mundial hasta índices nunca sospechados. Las cinco adolescentes turcas que protagonizan la película 'Mustang', sin embargo, a lo máximo que aspiran es a un viaje liberador en una camioneta de reparto. ¿Por qué entonces ese título? Agárrense que vienen metáforas: los mustangos son caballos salvajes por naturaleza, capaces de salvar casi cualquier intento de cautiverio. Esas cinco chicas protagonistas se comportan efectivamente como mustangos ante los meapilas de sus mayores, empeñados en domarlas a garrotazos de fundamentalismo. Y sí, no se preocupen, el texto de esta cinta está bastante más elaborado, por suerte, que ese símil poco sutil que deviene en título.

Para empezar, y aquí vamos ganando puntos, lo verdaderamente indomable para la realizadora novel Deniz Gamze Ergüven, a la que sin duda habrá que seguir en el futuro, es el concepto de belleza adolescente, así que dedica la primera parte de su película, sin duda la más solvente, a consolidar ese intangible. Al menos ese es el cometido que se puede atribuir a los numerosos planos mundanos de esas chicas condenadas al encierro por una abuela y un tío algo estereotipados en su faceta de castradores.

Mientras los obreros alzan los muros de la vivienda o ponen barrotes a las ventanas, el montaje, la acertada fotografía y la banda sonora nos llevan de paseo por una especie de lirismo en permanente estado líquido capaz de evocar algo muy parecido a lo que entendemos por libertad. En el contexto de su habitación, en ropa interior, semidesnudas, rozando sus cuerpos, en pleno despertar sexual, los planos de esas jóvenes son las fotografías en movimiento de Sally Mann, aquella artista que escandalizó a la América puritana al retratar la sexualidad inocente de sus hijos.

En efecto, el problema está en los ojos que miran con lascivia un escaparate tan cándido. Eso es lo que popularmente se conoce como 'la mirada sucia', gran aportación para los restos de la serie 'Los Serrano'. Y esa reflexión está también en 'Mustang', porque son los hombres represores de la Turquía más rural los más obsesionados finalmente con el sexo. Aunque, claro está, se muere siempre antes por exceso de sensibilidad que por defecto, así que las niñas tienen en esta historia todas las de perder.

Durante la primera parte de 'Mustang', narrada de manera coral, explorando algo tan difícil como el punto de vista que nace en la tercera persona femenina del plural, la película se acerca por momentos, más allá de los evidentes paralelismos argumentales, al esplendor formal de 'Las vírgenes suicidas' de Sofia Coppola. Pero Deniz Gamze Ergüven abandona pronto el concepto de lolitismo de Nabokov, donde la hija de Francis encontró petróleo, y se abraza por momentos a 'La casa de Bernarda Alba', para terminar, no sin tacto, eso sí, mudando finalmente de la poesía al mitin. La película se mete en harina reivindicativa y la cosa, como no podía ser de otra manera, se espesa. La cinta pierde cuando se vuelca definitivamente en el punto de vista de la hermana menor, que viene a ser una especie de 'alter ego' de la propia realizadora de la cinta, quien ha confesado que en el metraje están presentes parte de sus recuerdos de niñez en Turquía. La película pierde encanto a medida que gana intensidad dramática, aunque nunca cae en la sensiblería a la hora de retratar un material tan inflamable como el que tiene entre manos, trufado de bodas apalabradas, fábricas de buenas esposas y pruebas de virginidad.

'Mustang' es, en ese sentido, más efectiva en el cielo de la belleza que en el infierno de la represión, y encuentra más respuestas cuando intenta construir estrofas que cuando apuesta por reformular artículos de una carta maltrecha de los Derechos Humanos. Sus ángeles desvalidos son más sugerentes cuando más abstractos, porque es precisamente en su quimera donde encuentran sus mayores resortes de clarividencia. El final de esta cinta es un grito a favor de la educación, sutil, efectivo, circular, perfecto desde el punto de vista narrativo; pero la película grita sin duda más fuerte cuando sus mustangos se imponen a los carceleros que les rodean sin luchar, simplemente existiendo, poniendo de manifiesto su indubitada naturaleza salvaje, la que es intrínseca a toda acepción posible de la belleza.

Nacho Gay (elconfidencial.com)


CRÍTICA 2: 

«Mustang tiene su principal virtud en el equilibrio que alcanza para no castigar demasiado al espectador, manteniéndose a pesar de todo luminosa y optimista, pero enfrentando continuamente situaciones de gran dramatismo desde una perspectiva verosímil.»


“Aspirar a la libertad es el tema de la película”, decía Deniz Gamze Ergüven tras recibir uno de los numerosos premios que ha cosechado ‘Mustang’, su primer largometraje, cuyo argumento gira alrededor de cinco hermanas de edades comprendidas entre los 12 y los 16 años que son encerradas en casa para evitar que pierdan la inocencia, mancillen su honor, se perviertan, o como quieran llamar a esas cosas que a todos nos gusta tanto hacer.

La directora Deniz Gamze Ergüven se crió en Francia, aunque es Turquía (aquí se desarrolla y ambienta la película) donde nació. Turquía es un país oficialmente con libertad de culto, de prensa y sexual, aunque muy conservador y de ferviente sentimiento musulmán, un contraste derivado de su ubicación entre Europa y Oriente Próximo. Como es lógico, en las regiones rurales, la férrea tradición musulmana es todavía más opresiva, lo que en ocasiones no sólo permite, sino que fomenta situaciones como las que vemos en ‘Mustang’.

Hay una falta de libertad generalizada, pero la situación de las mujeres es especialmente grave. “Tenía muchas ganas de relatar en qué consiste ser una mujer en Turquía: esa especie de filtro permanente que comienza muy temprano. La primera secuencia, cuando las niñas juegan en el mar montándose encima de los chicos, es algo que yo viví y por lo que me mortificaron sin parar, si bien las reacciones de mis personajes responden más a cierta rebeldía. El proyecto nació de la voluntad de poner de manifiesto todas las cosas que habría querido hacer y decir otorgando a mis personajes el coraje que nunca tuve”, confesaba la directora a la revista Cineuropa.

‘Mustang’ tiene su principal virtud en el equilibrio que alcanza para no castigar demasiado al espectador, manteniéndose a pesar de todo luminosa y optimista, pero enfrentando continuamente situaciones de gran dramatismo desde una perspectiva verosímil.


Lo que narra fundamentalmente esta primera película de Ergüven es la revolución que emprenden unas niñas en contra de una imposición inhumana. Hay una injusticia y un abuso evidente hacia las protagonistas, tal como ocurre en infinidad de películas. Me vienen algunos fantásticos ejemplos a la cabeza como ‘Straw Dogs’, ‘Oldboy’ o ‘Django Unchained’. Recuerdo que Tarantino decía sobre esta última película lo siguiente: “Es casi un imperativo moral que Django acabe vengándose. Digamos que ese momento catártico hace que sea, como es, una película de aventuras y no un documental sobre las atrocidades de la época.”

En aquella película, Django ya es libre cuando decide volver y acabar con todos aquellos que le habían hecho sufrir. El alivio de la tensión acumulada a lo largo del metraje por parte del espectador no se produce hasta que se vacían los revólveres de Django y los cuerpos de sus verdugos caen al suelo en un baño de sangre. En ‘Mustang’ no hay violencia, entendámonos: no hay violencia física explícita. Y las niñas no buscan venganza, sino libertad. Pero su revolución nos transmite unas sensaciones similares en intensidad.

Para conseguir esta sensación creo que era necesario construir un personaje esencialmente malvado y dictatorial como es el tío de las niñas, al que no se le aplican apenas matices (aunque sí los encontramos en la abuela). Este ha sido el principal aspecto negativo que han señalado algunos críticos respecto de la película. Mi opinión al respecto es que el film gana así como experiencia emocional, aunque pierde ligeramente como ejercicio intelectual. Es decir, los sentimientos que se producen en el espectador se potencian, aunque se corre el riesgo de transmitir el mensaje de que la determinación de las mujeres por revelarse debiera de ser sencilla. Es decir, ¿quién no pensaría en revelarse (otra cosa es que después lo hiciera) contra alguien que abiertamente se muestra como un autentico cabrón (perdón, quería decir tirano)?

Pero este problema se me antoja pequeño frente a una película que funciona a la perfección, y que defiende la autonomía y espontaneidad de la persona en general, y de la mujer en particular. Hasta ahora, la mejor película de este Actual 2016.

Arturo G. Maiso (elcineenlasombra.com)

jueves, 26 de enero de 2017

Las ventajas de ser un marginado (2012)

CURSO 2016-2017. SESIÓN 4 

Título original: The perks of being a wallflower.
Fecha de emisión: 3 de febrero, a las 17:00 horas.
Lugar: Salón de actos del I.E.S. Cándido Marante Expósito.
Entrada gratuita. Proyección exclusiva para los miembros del I.E.S. Cándido Marante Expósito. Largometraje expuesto en VO con subtítulos en español.
Presentación a cargo de Roberto A. Cabrera.



SINOPSIS

Charlie (Logan Lerman), un joven tímido y marginado, escribe una serie de cartas a una persona sin identificar en las que aborda asuntos como la amistad, los conflictos familiares, las primeras citas, el sexo o las drogas. El protagonista tendrá que afrontar dificultades, al tiempo que lucha por encontrar un grupo de personas con las que pueda encajar y sentirse a gusto.

TRÁILER



CRÍTICA 1: El amor que merecemos.

Con ese título, resultaría de lo más irónico que 'Las ventajas de ser un marginado' ('The Perks of Being a Wallflower', Stephen Chbosky, 2012) hubiese destacado como un éxito de taquilla. Se estrenó en España el pasado 8 de febrero y de momento está pasando con más pena que gloria por nuestra cartelera. No se lo merece, y espero que más de uno se anime a darle una oportunidad tras leer este artículo.

Vaya por delante que el film no me apasiona. En primer lugar, creo yo, porque no soy su clase de espectador. No comparto la opinión de que cada película tiene su público y solo éste puede valorarla en su justa medida --ésa es la excusa de quien no tiene nada valioso que ofrecer y teme la crítica--, pero hay que admitir sin problema alguno que hay relatos que buscan conectar con cierto grupo y uno se puede quedar fuera. Sencillamente, el discurso no puede interesarnos a todos por igual, ni el impacto será el mismo, aunque siempre podemos valorar aspectos formales o el trabajo de los actores. Es decir, que si vas a ver 'Las ventajas de ser un marginado' deberías saber que los protagonistas son adolescentes (norteamericanos) que tratan de divertirse y superar sus TRASCENDENTALES conflictos, desde la perspectiva de un chico introvertido aspirante a escritor. Y ten en cuenta que Chbosky no es (ni de lejos) un François Truffaut o un Wes Anderson.


 'Las ventajas de ser un marginado' es una adaptación de una novela del propio Chbosky, titulada igual que el film. La historia nos lleva de vuelta a 1991 y se centra en Charlie (Logan Lerman), un chaval muy inteligente, con talento y poco sociable, que prefiere observar la vida desde cierta distancia. Tiene sus motivos, algunos los explica él mismo desde el principio, otros los descubriremos más adelante y el más gordo se lo reserva Chbosky para el tramo final. Casi a lo Shyamalan. Es un giro peligroso que dependiendo del espectador puede ser un desastre o una decisión narrativa cuestionable, pero no arruina todo lo anterior. 'Las ventajas de ser un marginado' es un cuidado, amable y fresco retrato generacional con estupendas interpretaciones.

Charlie es el primer papel donde Lerman demuestra que tiene algo que aportar como actor. Creo que un chico menos popular habría encajado todavía mejor en el papel pero él está muy convincente, se le ve cómodo en esos zapatos y se comporta con mucha naturalidad. No obstante, quien roba la película es Ezra Miller, el perturbador adolescente psicópata de 'Tenemos que hablar de Kevin' ('We Need To Talk About Kevin', Lynne Ramsay, 2011). Con la facilidad de quien está sobrado de talento, aquí da vida a Patrick, un muchacho extrovertido y carismático que junto a su hermanastra Sam ayudan a Charlie a superar su timidez, hacer amigos y pasarlo realmente bien por primera vez. A descubrirse a sí mismo, aceptarse y participar en la vida. "Somos infinitos", piensa Charlie, feliz, pletórico, mientras escucha su nueva canción favorita en compañía de sus mejores amigos. Y uno no puede evitar el recuerdo de sus propias experiencias... snif.


Patrick animará a Charlie a salir de su escondite pero es Sam, a quien encarna con naturalidad la encantadora Emma Watson --aún cuesta no verla como Hermione Granger pero no es culpa suya--, la que alterará en mayor medida al chico, enamorado total e irremediablemente. Pero ya he dicho que esto va de SUPERPROBLEMAZOS. La vida no es fácil, y en el cine esto significa incluir algunos obstáculos que complicarán el camino a la meta para el protagonista. Uno de los tramos más inspirados de 'Las ventajas de ser un marginado' está dedicado a los esfuerzos de Charlie por aceptar y superar la idea de ver a la chica que le ha robado el corazón en brazos de otro tío. Que por supuesto es un gilipollas. Ni a ella le gusta especialmente, pero, reflexionando, ambos llegan a la conclusión de que "aceptamos el amor que creemos merecer". Otra cita que se queda grabada.

La relación de Charlie con su primera novia (Mae Whitman), el simpático profesor de inglés (Paul Rudd), el homenaje a 'The Rocky Horror Picture Show' (Jim Sharman, 1975), hay escenas muy divertidas que aligeran el tono dramático con el que Chbosky siempre coquetea, buscando el equilibrio adecuado en el retrato de estos tres jóvenes amigos confundidos en transición a la madurez. No faltan los convencionalismos del cine sobre adolescentes --la fauna del instituto--, la trama y la evolución de los personajes es previsible --excepto el brusco giro comentado--, repite ideas visuales algo gastadas --la del coche ya lo estaba cuando salió 'Titanic' (James Cameron, 1995 1997)--, falta ingenio transmitiendo el mundo creativo y las experiencias sensoriales de Charlie --reivindiquemos una vez más la obra de Cronenberg-- y se descuida a la familia del chico --sobre todo a los padres (Dylan McDermott y Kate Walsh)--, siempre una poderosa influencia.


Pero todo eso lo va sacando uno al pensar, repasar y discutir la película, los puretillas quisquillosos como un servidor, lo cierto es que el visionado resulta agradable y entretenido; los momentos humorísticos del guion de Chbosky, el placentero tono optimista, la selección musical y el acertado reparto logran que los 100 minutos que dura 'Las ventajas de ser un marginado' se pasen volando. Especialmente dirigida a espectadores que ronden la edad de los protagonistas o los que deseen un nostálgico regreso a las turbulencias de la adolescencia, es uno de los títulos más recomendables de la cartelera actual. 

Calificación: 3,5/5
Juan Luis Caviaro (blogdecine.com)


CRÍTICA 2: Crecer al abrigo del margen.

Cada generación cuenta con su propia colección de relatos de iniciación propios y coyunturales, destinados a una amplia variedad de gamas de público. Mientras sagas de fantasía como 'Harry Potter', de J. K. Rowling, o 'Crepúsculo', de Stephenie Meyer, han logrado niveles de popularidad y pregnancia definitorios dentro del imaginario colectivo de millones de adolescentes durante la primera década del siglo XXI, otros libros más introspectivos y experienciales también se han convertido en éxitos de ventas juveniles y han dado pie a sus propias adaptaciones cinematográficas. Es el caso de 'Submarine', de Joe Dunthorne, o 'Las ventajas de ser un marginado', de Stephen Chbosky, cuyo propio autor se ha encargado de llevar al cine. 

Son Bildugsroman modernas con amplio componente autobiográfico que están actualizando los clichés del cine teen ochentero y la celebración de lo inadaptado que comandó John Hughes. Lo hacen mirando al pasado inmediato, a las adolescencias forjadas a finales de los 80 y principios de los 90 a base de musicalidad indie e historias de crecimiento emocional; es decir, a las de los 'marginados' que hoy en día son adultos con poder prescriptor en la industria cultural. Como podría ocurrir con los tres protagonistas de 'Las ventajas de ser un marginado', una 'banda aparte' formada por el tímido e introvertido Charlie (Logan Lerman) y los hermanos Sam (Emma Watson) y Patrick (Ezra Miller). La amistad que se forja entre estos desplazados y su círculo de amigos es el gran impulso que articula un relato de aprendizaje sentimental que puede saber poco original pero resulta capaz de transpirar veracidad y ternura en cada secuencia y situación, así como una voluntad digna de aplauso a la hora de tratar de forma adulta a sus inmaduros personajes (interpretados, eso sí sin remedio, por veinteañeros). No es Nicholas Ray, pero teniendo en cuenta la forma unidimensional en que suelen ser retratados los adolescentes en el mainstream, ese simple detalle ya puede legitimarse como un logro. 

Ayuda mucho que Chbosky haya comprendido la adolescencia como una sucesión de momentos aislados y llenos de (subjetivos) puntos de inflexión, en vez de intentar rememorarla en forma de narración causal, racional. Incluso podríamos decir que la película se contagia de la estructura heterodoxa y fragmentada de alguna de las mix-tapes que sus adolescentes de los 90 intercambian con fruición. Es obvio que la mirada nostálgica hacia la época existe, y se puede palpar, pero no hay intención idealizadora en el director; pese a que determinados episodios más frontales vinculados al sexo y las drogas han sufrido cierta suavización en el traslado del texto al film, Chbosky no se calla los aspectos más amargos de una etapa de la vida en la que, al enfrentarse al universo de noche, es tan fácil sentirse infinito como inaguantablemente diminuto. 'Las ventajas de ser un marginado' no cambia eso: es a la vez tan exultante y gozosa durante su desarrollo como insignificante al final del camino. Tampoco es que le importe, pues no necesita nada más para perdurar como clásico adolescente. 

A favor: La generosidad con la que capta algunos momentos de absoluto descubrimiento adolescente: desde los besos y las drogas hasta la primera vez que, por casualidad, escuchas a David Bowie. 

En contra: El efectismo narrativo al tratar la condición psicológica del protagonista. 

Calificación: 3/5. 
Daniel de Partearroyo (sensacine.com)