jueves, 25 de mayo de 2017

Oh Boy (2012)

CURSO 2016-2017. SESIÓN 7

Título original: Oh Boy.
Fecha de emisión: 12 de mayo, a las 17:00 horas.
Lugar: Salón de actos del I.E.S. Cándido Marante Expósito.
Entrada gratuita. Proyección exclusiva para los miembros del I.E.S. Cándido Marante Expósito. Largometraje expuesto en VO con subtítulos en español.
Presentación a cargo de Roberto A. Cabrera.




SINOPSIS

Niko (Tom Schilling) es un joven veinteañero que abandona la universidad y acaba vagando por las calles de Berlín. Celebrada ópera prima, en blanco y negro, que trata sobre el deseo de participar en la vida y la dificultad para encontrar un lugar en el mundo.



TRÁILER




CRÍTICA 1: ¡Un día sin café es un día perdido!

La frase del título resume una broma continua a lo largo del filme, donde Niko protagoniza la frustrante búsqueda de un simple café, con una serie de infructuosos intentos para obtenerlo.

Vale la pena empezar con un pequeño análisis de los personajes, porque ninguna persona en la película es lo que parece. Jan Ole Gerster admite que siempre le han interesado más los antihéroes que los héroes clásicos del cine. “Eran los aislados, los solitarios, con los que siempre me he identificado”. Niko, un veinteañero que se encuentra justo en el momento en el que se chocan las utopías con la vida real, al principio parece un antihéroe, un muchacho despreocupado e indiferente que deja la universidad, pero durante dos años vive a costa de su padre rico sin decirle nada. Sin embargo, ¿es Niko realmente un antihéroe? Definitivamente, es un personaje oculto: no parece lo que es. Le tomamos afecto por ser una persona generosa y de buen corazón, simpática y amable. De modo semejante, casi todos los que acompañan a Niko durante las veinticuatro horas que dura la historia no parecen ser lo que son. Su amigo Matze es un actor subempleado, pero talentoso y excelente; el vecino entrometido parece un pesado, un pelmazo, pero resulta un hombre profundamente infeliz, harto de la monotonía de su vida; Julika, su antigua compañera del colegio, aunque parezca una artista confidente, tiene un gran complejo de inferioridad que arrastra desde pequeña; Friedrich es un anciano sabio que ha viajado por el mundo, pero es evidente que la Segunda Guerra Mundial le ha causado un gran impacto y muere sin obtener paz. Por otro lado, el padre de Niko es un personaje engañoso: parece ser un buen padre que se preocupa de su hijo e intuitivamente estamos de acuerdo en que el joven debería “cortarse el pelo, comprarse unos zapatos decentes y buscar un trabajo, como todo el mundo”. No obstante, después de conocerle y ver su manera condescendiente de portarse con los demás, no es lo que parecía: vemos a una persona amargada, aunque exitosa, que va a seguir siendo un misántropo.


Si bien el tema central de la película se enfoca en los intentos del protagonista de esforzarse y superar el desarreglo temporal de su vida, le acompañan elementos que crean el ambiente de austeridad, escasez y aislamiento, como la fotografía en un blanco y negro hipnótico, la ciudad de Berlín moderna y vanguardista, la música: una mezcla de guitarra, piano, música alternativa y smooth jazz, relativamente pocos atrezos y diálogos escasos, al igual que una luz  bastante brillante. A través de esas herramientas, Jan Gerster saca la película de su tiempo y hace que parezca intemporal.

Gerster lleva a cabo un relato lleno de referencias que mezclan el drama y la comedia con trato fino, de forma natural, sin artificios. Hay momentos en que realmente nos hace reír, como el tema del café y el ataque de la risa tonta en el teatro, pero también hay una imagen de Berlín actual ante los ojos de sus ciudadanos, cansados de sosería y opacidad, bastante decepcionante. Eso ha sido un acto deliberado, según las palabras del director mismo: “Así es como yo siento la vida, una mezcla de drama y comedia, y va oscilando entre los dos polos. Lo que siempre he valorado mucho en el cine es cuando se utiliza el humor para contar algo serio, y al revés. Sigo creyendo que el gran arte del cine consiste en conseguir esta mezcla entre comedia y drama”.

Cabe destacar que el título del filme Oh Boy! es un juego de palabras. Claramente, boy se refiere a Niko, un muchacho joven, el protagonista. Sin embargo, en inglés la expresión Oh Boy! se utiliza como ¡ay!, ¡vaya! y sirve para significar sorpresa y agregar fuerza a la oración. Se utiliza cuando uno se encuentra en una situación inoportuna e inconveniente que requiere una solución inmediata. Niko está afrontando esta situación, pero por alguna razón nos deja tranquilos y convencidos de que la va a superar.
No cabe duda de que la deliciosamente natural actuación de Tom Schilling en el papel principal contribuye en gran medida al éxito de la película, ya que ha sido la revelación del Nuevo Cine Alemán. Por lo tanto, no extraña que hasta la fecha haya recibido tres premios por este papel: Seymour Cassel Award en el Festival Internacional de Cine de Oldemburgo 2012, Bester Darstelleren los Premios Bávaros del Cine 2013 y Goldene Lola en los Deutscher Filmpreis (Premios del cine alemán), 2013. Oh Boy! es la ópera prima de Jan Ole Gerster y su proyecto de la disertación para la Academia  Alemana de Cine y Televisión. Ya puede estar orgulloso de haber ganado seis Premios del Cine Alemán, incluyendo mejor película, director y guión; un premio de mejor película en  el Festival de Sofía 2013 y el Premio Discovery (Mejor Película Revelación) en losPremios del Cine Europeo 2013. ¡Qué maravilloso debut!


El director admite abiertamente que en su trabajo, y no solo en Oh Boy!, se inspira en el cine de François Truffaut, uno de los iniciadores de la Nouvelle Vague. Su primer largometraje, Los 400 golpes, una de sus cintas preferidas, ha tenido una influencia especial en su carrera como cineasta. Sobre ella dice: “Siempre he sentido una cierta cercanía hacia esa película, igual que más tarde hacia las películas que rodó Truffaut con Jean Pierre Léaud”. Léaud desempeñó el papel principal de Antoine Doinel en Los 400 golpes y en la serie de cinco cortometrajes, acerca el mismo personaje, que conformó El amor a los veinte años, que cuenta la historia de Antoine desde su niñez hasta la edad adulta.

Recomiendo acompañar a Niko en la búsqueda de su lugar en el mundo. Quizás nosotros también nos preguntemos, como él: “¿Sabes cómo es sentir que toda la gente que te rodea es un poco rara? En cuanto lo hayas pensado, estará claro que el problema eres tú”. Quizás la respuesta esté en el mismo filme.

Karolina Ginalska (elespectadorimaginario.com)

CRÍTICA 2: Berlín, año dosmil.

Oh Boy es la laureada ópera prima de Jan Ole Gerster, apoyada en una más que brillante interpretación de un joven Tom Schilling que soporta una regular apuesta sin riesgo y aprovechando el monótono panorama cinematográfico alemán.


Oh Boy es una tragicomedia al uso, donde un joven berlinés, sin oficio ni beneficio, es acosado por ese síndrome veinteañero donde la desidia es la respuesta única y posible ante un mundo sentimental y laboral decepcionante. Ante un ambiente de cansinas expectativas, Niko Fischer -Tom Schilling- decide dar un portazo a su castillo de mentiras tratando de ser absolutamente consecuente. Para ello, una vez abandonada su pareja, se muda a un apartamento con potenciales papeletas de convertirse en el agujero prototípico del solterón y se apoya en el subsidio económico de un padre adinerado mientras dure la mentira de sus estudios universitarios que ya dejó hace un par de años. Sin embargo, las expectativas de Niko no pasan por tomar el mando de su vida, sino por estirar hasta que dure la cuerda su condición de lúmpen europeo donde un halo de malditismo al ritmo de un jazz urbano son lo mejor que el protagonista puede ofrecer a la sociedad.

Berlín, como epicentro del subsidio donde los jóvenes alemanes – y europeos- pueden dormitar y congelar las responsabilidades que la sociedad productiva espera de ellos, es un limbo que ofrece un hospedaje barato y una oferta cultural envidiable. Sostenido por el estado, soporta un grupo social nada despreciable que aprovecha tales facilidades para llevar a la práctica una disciplina vital hedonista y vanidosa tremendamente temeraria, basada en un pensamiento burgués crítico con la sociedad capitalista y consumista pero, contradictoriamente, perfectamente subsidiada por ella. Tales antagonismos conforman una psique que navega entre una actitud que se desprecia a sí misma, que altera la percepción interna del individuo y que conduce hacia una agotada renuncia al futuro. Esa tristeza lánguida y conformista, como una patología, persigue a Niko Fischer quien deambula por las calles de ese cobijo urbano con la simple esperanza de tomar un café al uso -no pervertido por el modernismo turista- emborracharse, o evitar cualquier contacto humano que pueda desembocar en un acto de reflexivo o crítico sobre su propia actitud. Así las cosas, la película no deja de ser una retahíla de desgracias que, basándose en la famosa máxima Alleniana de “drama + tiempo = comedia” tratan de convertir a Oh Boy en una simpática radiografía de la actual mentalidad juvenil europea. Apoyándose en una acusada influencia del cine independiente de los años noventa -retrotraerse a la Nouvelle Vague es algo temerario- el filme rueda por una cómoda autopista de clichés del cine alternativo no como campo de exploración, sino como lugar conocido y apacible donde el realizador se encuentra cómo pez en el agua. Blanco y negro -digital- y jazz, para dar un tinte moderno a una cinta entretenida pero poco arriesgada.


Sin duda, la mayor aportación de Oh Boy es la de su actor protagonista -recordemos: Tom Schilling-, quien aguanta notablemente todo el metraje, sin grandes aspavientos ni exigencias extravagantes en el guion. De todos modos el filme no es un cliché propio de la exportación del cine alemán, incluso el director se permite una ácida critica sobre este tema en una secuencia -tal vez, la mejor de la película- donde nos sumergimos en un plató cinematográfico donde están rodando una película sobre la Segunda Guerra Mundial.

En definitiva, buena ocasión para conocer el Berlín actual y sus moradores así como para entretenerse con un filme alemán sin uniformes ni moralejas, de factura adecuada aunque algo falto de propuestas innovadoras.

Tomás Benito (videodromo.es)

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