domingo, 2 de junio de 2019

Shutter Island (2010)

CURSO 2018-2019. SESIÓN 9

Título original: Shutter Island.
Fecha de emisión: 21 de junio, a las 17:00 horas.
Lugar: Salón de actos del I.E.S. Cándido Marante Expósito.
Entrada gratuita. Proyección exclusiva para los miembros del I.E.S. Cándido Marante Expósito. Largometraje expuesto en VO con subtítulos en español.
Presentación a cargo de Roberto A. Cabrera.




SINOPSIS

En el verano de 1954, los agentes judiciales Teddy Daniels (DiCaprio) y Chuck Aule (Ruffalo) son destinados a una remota isla del puerto de Boston para investigar la desaparición de una peligrosa asesina (Mortimer) que estaba recluida en el hospital psiquiátrico Ashecliffe, un centro penitenciario para criminales perturbados dirigido por el siniestro doctor John Cawley (Kingsley). Pronto descubrirán que el centro guarda muchos secretos y que la isla esconde algo más peligroso que los pacientes. Thriller psicológico basado en la novela homónima de Dennis Lehane (autor de "Mystic River" y "Gone Baby Gone").


TRÁILER



CRÍTICA 1: En el laberinto de la culpa.

«Shutter Island» tiene un guión barroco y complicado, como el laberinto de las mentes desquiciadas de sus protagonistas. Entretenimiento y suspense asegurados para una historia de culpa y locura con un gran DiCaprio.

Nos vamos a los años cincuenta americanos para revivir el drama de un veterano de guerra, y también el tormento de un hombre que ha perdido a su mujer. Por la escena de «Shutter Island», Martin Scorsese hace aparecer fantasmas interiores y exteriores en un entorno de misterio donde el protagonista vive aislado, solo con su pasado y en lucha con su conciencia, en continua tensión por lo que considera una conspiración política de altos vuelos. Él, Teddy Daniels, es un agente judicial que llega al psiquiátrico para criminales de Shutter Island con la misión de encontrar a una paciente que se ha fugado, pero tiene otros objetivos personales, entre la venganza y la búsqueda de la verdad. Miradas inquietantes y ambiguas de enfermos y del personal del centro, un recibimiento frío y una situación enigmática en torno a la mencionada desaparición, una guerra de escuelas psiquiátricas, los nazis en la recámara y unas cuantas historias clínicas de lo más espeluznantes.


Y todo lo anterior con una música que carga el opresivo ambiente de tensión creciente —aunque quizá de manera excesivamente incisiva—, con efectos de sonido de tormentas apocalípticas que nos introducen en el mundo irracional de unas mentes dañadas, con una planificación dramática de fuertes contrapicados y claroscuros góticos, con una puesta en escena llena de interrogantes y misterios… salpicada a su vez por secuencias oníricas o breves flashbacks de difícil interpretación. Desde el inicio, Scorsese juega sus cartas y lo hace bien, guardando más de una en la manga para acabar obligando al espectador a cuestionar las apariencias, para dudar de unos y otros… y hasta de uno mismo.


Construye un guión barroco y complicado como el laberinto de esas mentes desquiciadas, pero su precisión hace que se siga bien y que todo cobre sentido —y a la vez que nada cuadre— al final de la película. El espectador no se pierde en la historia, pero exige atención porque todos los detalles tienen una o varias explicaciones posibles. Fundamentalmente porque estamos ante una cinta que oculta el punto de vista con que se nos narra la historia, y eso obliga a repetidas relecturas para cambiar de lado según la última información. Lo que comienza con visos de objetividad, gradualmente va derivando hacia la duda y lo irreal… y llega un momento en que no sabemos qué es verdad y qué invención: la realidad ha sido tan manipulada por el montaje cinematográfico, o por los poderes establecidos en su intento por controlar al pueblo, o por la inteligencia de una mente trastornada por el peso de la culpa… que todo es posible.


Lo que sí queda claro es la doble manera de plantearse la vida, y frente al comentario de uno de los policías que todo lo reduce a violencia, Teddy responde con un orden moral que guía sus actos. Es la misma conciencia que le culpa de asesinatos de guerra y de otros por compasión, que le recrimina con un pasado del que no acaba de liberarse y que se presenta una y otra vez de manera dolorosa. A la vez tenemos esos experimentos médicos sin principios éticos, al servicio del poder corrupto y con el totalitarismo en el horizonte. «Shutter Island» es una de esas películas en las que uno no sabe si quedarse con la versión real o la imaginaria, la crítica sociopolítica o la vertiente antropológica. En cualquier caso, resulta impactante en el aspecto visual, con transformaciones de personalidad y de una realidad sin lógica que recuerdan a David Lynch —la imagen onírica de la mujer que «se deshace» es inolvidable—, con escenas en que el espíritu de Hitchcock se pasea por el acantilado o entre los pájaros convertidos en ratas, y también con el cine de serie B de los cincuenta de Tourner y Val Lewton.


Para esta tremenda historia de personajes bien dibujados en su indefinición, Scorsese ha recurrido a Leonardo DiCaprio, que vuelve a demostrar que es un gran actor y que sabe imprimir hondura dramática y psicológica a su oscuro papel. Bien secundado por actores de lujo, Mark Ruffalo, Ben Kingsley o Max von Sydow —todos un acierto de casting— aportan la ambigüedad de la mirada, mientras que Emily Mortimer, Patricia Clarkson o la joven Michelle Williams dan réplica a los «fantasmas» de su vida. Entretenimiento, suspense e intriga aseguradas para una historia de culpa y locura, donde la violencia y el dolor han oscurecido la mente y transformado la realidad, y donde la desconfianza y la sospecha se convierten en signos de una sociedad que ha apagado el faro de la verdad.

Calificación: 8/10.
Julio Rodríguez Chico (labutaca.net)



CRÍTICA 2: Scorsese oscuro y paranoico.

Una película inquietante de principio a fin, impecable en lo formal y notable en lo interpretativo, pero esquemática y evidente en su reiteración de temas y lugares comunes del thriller psicológico y terrorífico.

En el verano de 1954, los agentes Teddy Daniels (Leonardo DiCaprio) y Chuck Aule (Mark Ruffalo) son enviados al sanatorio psiquiátrico Ashecliffe, aislado en una remota isla de la bahía de Boston. El motivo de su investigación es la misteriosa desaparición de una paciente (Emily Mortimer), que parece haberse evaporado de su celda sin dejar rastro. Después de que la Academia de Hollywood saldara cuentas tarde y mal con Martin Scorsese ─el cineasta debería haber recibido más de un Oscar® mucho antes de “Infiltrados”, ni de lejos su mejor trabajo─, el director regresa a la ficción con “Shutter Island”, su primera aproximación al thriller de terror para la que se ha basado en la novela homónima de Dennis Lehane, curiosamente también primer acercamiento del escritor a tan inquietantes parámetros. El resultado es otro Scorsese menor, aunque la propuesta es perfectamente recomendable e impecable a nivel formal.


Amenazante en cada segundo de su abultadísimo metraje, cercano a las dos horas y media, este claustrofóbico descenso a los infiernos de la mente encadena temas no por lejanos en el tiempo menos polémicos, abandonando al espectador en un mundo oscuro, frío y descorazonado, en el que la solución del misterio principal de la historia se alcanzará tras encajar múltiples piezas, a cual más temible y peligrosamente sugerente. Con los fantasmas de la Segunda Guerra Mundial aún frescos en la mente del  problemático protagonista, la paranoia se apoderará de una investigación que abunda en lugares comunes ─es la gran traba de la propuesta─ del cine y la literatura de género, un aluvión referencial tanto estético como argumental que juega en contra de cierto sector de un palco que, desde un primer momento, no las tendrá todas consigo ante la constatación, firme e ineludible, de que todo lo que presencia ya lo ha visto antes. Y ni siquiera Scorsese, conocedor del medio como pocos, consigue que el espectador no se adelante a los acontecimientos.


Desde el expresionismo alemán a los terrores de la RKO en los años cuarenta, desde el thriller policial de los cincuenta y sesenta a las pesadillas de la literatura kafkiana, el abismal y siniestro poso de “Shutter Island” deriva en una progresiva difuminación de la barrera que separa lo real de lo que no lo es, lo obvio de lo intuido, la idea previa de la realidad constatada, estableciendo una maraña de sombras que avanza apoyada en lo hipnótico de su peligrosa y constantemente alucinada y provocativa puesta en escena. El marco en el que se mueven los personajes invita a la morbosa observación desde la distancia: la delirante y escalofriante práctica invasiva de la psiquiatría de mediados del siglo XX, los horrores y traumas de la guerra, el fanatismo anticomunista, la paranoia conspiratoria propia de la Guerra Fría… en todo su esplendor extático, la fragilidad de la mente humana funciona perfectamente como visagra en la que Scorsese se apoya para retorcer la visión del público de manera contundente. Pero aunque es precisamente la situación contextual la que justifica la extravagancia de su implosión climática, cuando todo termina esa sensación sigue ahí: un Scorsese menor.

Calificación: 6/10.

José Arce (labutaca.net)

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